domingo, 21 de abril de 2019

LA CHISMOSA

La chismosa antigua 

Hace años que de a poco he ido organizando/regalando/ archivando objetos obsoletos, pero de algunos no he querido desprenderme. Fui criada en hogares donde se guardaba todo. Y de una manera u otra se reciclaba y utilizaba. Recuerdo al Negro Pinela, mi padre, en su galpón, con su mameluco de trabajo, dedicado con una paciencia infinita a enderezar y engrasar clavos viejos. Después los seleccionaba y guardaba en pequeñas cajitas según su especie y tamaño. Además, estaban etiquetados para encontrarlos con facilidad.  Cuando me trajeron a vivir de nuevo a Montevideo, mi tía me daba un atado de medias para zurcir y yo — que siempre fui un tronco completo para las manualidades—, les hacía unos horrorosos retobos que mi tío miraba con desconfianza antes de ponérselas otra vez, pero, como me quería mucho, las volvía usar sin chistar. Fui  aprendiendo a no desprenderme de todo, porque de una u otra manera, se le podía dar utilidad.  Este otro objeto, tiene infinidad de años conmigo. Debe su nombre a que cuando se usa, como es agujereada, es imposible ocultar lo que se lleva.  Recuerdo que hice muchos mandados en distintas ferias, almacenes, y mercados.
Esta palabra rescata a esta bolsa-antigua- que según he leído  “usaban nuestras abuelas”. Con toda seguridad, la persona que escribió sobre este artículo tiene menos de cuarenta años, porque las de mi generación saben sin lugar a dudas de qué se trata.

Yo tengo otra-moderna y colorida-  que está siempre lista en la maleta de viaje, porque ahora, según dicen “para cuidar el medio-ambiente”  cobran las bolsitas de nylon,  y se gasta una cantidad considerable de dinero por ese motivo.

Pero, aunque seguí – y aún sigo- los consejos de Marie Kondo, para deshacerme de objetos obsoletos, de todos modos, guardo algunos, por si las moscas.
Por lo tanto, de empecinada manera  me dediqué estos días de actividad casi nula,  a buscar a mi antigua chismosa verde—color que no se desvaneció con los años—. Revisé primeramente los placares de la cocina, porque  lo más probable era que estuviera colgada en alguno de ellos. Efectivamente, así fue.   Realmente, es una incunable, porque  es tan vieja que ni siquiera me acuerdo cómo llegó a mi casa. ¿La compré? ¿Me la regaló mi tía con  otros enseres que llegaron de su propia casa? ¿Me la regalaron mis suegros, que siempre me buscaban  y regalaban “cosas útiles para el hogar”? No me acuerdo. Pero sí recuerdo que ha sido una compañera fiel. Aquí está aún, dispuesta a seguir brindando sus servicios.
En el súper, las bolsitas de nylon- que no siquiera son biodegradables ni nada que se le parezca- las cobran cuatro pesitos cada una. Si se traen unos cuantos productos, pueden usarse cuatro o  cinco bolsitas. En una época de carestía, como la de hoy, veinte pesos hacen una diferencia si se juntan con los precios extremos de la compra. Así que la vieja y querida chismosa resucitará. Seguirá brindando ayuda.
 
La chismosa moderna
 Así que si quieren, háganle caso a Marie Kondo, pero no del todo. Si la tienen,  no se desprendan así nomás de la chismosa. Volverá—por las circunstancias— a ponerse de moda. Dentro de poco, saldrá en las manos de las modelos de piernas abiertas, que exhiben prendas de última generación.  Y ella, muy oronda, volverá a engalanar  las revistas.

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