lunes, 16 de abril de 2012

VINO PAUL A URUGUAY NOMÁS, NO ERA “DE MENTIRA”!

"Recuerdos" de la visita de Paul
Me cansé de pasar por ABITAB para ver si “quedaban entradas”. Se vendieron en tandas y-como es habitual en mí- siempre llegaba tarde. Al final, me harté y dije: “está bien, vendrá a Uruguay, pero no lo voy a ver”.
Sin embargo, cuando las cosas están para darse se dan. Renové contrato con ANTEL por un cel, y ahí gané la “posibilidad de ganar una entrada para ver a Paul Mc Cartney”. Como nunca gano nada, ni siquiera a la quiniela, descarté la idea. Pero ¡oh sorpresa! la semana pasada recibí un mensajito con la noticia bomba de que –efectivamente- ¡había ganado una entrada! Ni corta ni perezosa  avisé a los más próximos de la buena nueva, y crucé- lo más de prisa posible, antes de que hubiera algún arrepentimiento- a ABITAB. Obviamente que la entrada que gané era “para la cancha”-es decir la más económica, pero como mi padre decía siempre: “a caballo regalado no se le mira el pelo”; yo lo tomé al pie de la letra, y- contenta como perro con dos colas- miraba la entrada embelesada. En un principio, iba a ir sola, pero mi hermana me comentó que una compañera de ella también iba sola y como teníamos la misma ubicación fuimos juntas. Alrededor de las cuatro de la tarde, ya estábamos en la fila para entrar al Estadio. Supuestamente, el show empezaría a las 20.30 pero la organización y los medios de comunicación habían recomendado que fuéramos temprano.  No fuimos ni las únicas ni las primeras que hicimos cola desde esa hora. Conversando en la fila, supe que había personas  que estaban desde mucho antes que nosotras.  La fila era variopinta. Contrariamente a lo que yo esperaba, Paul Mc Cartney convocó  a varias generaciones. Por supuesto que había muchos “sexalescentes” como yo, que fuimos los  privilegiados que bailábamos y saltábamos al son de Los Beatles en la década del sesenta del siglo pasado. Pero también los había muy jóvenes y fanáticos de la actualidad más reciente. Realmente emocionante.
Yo no sabía que la famosa entrada ganada era para asistir al espectáculo “de pie”. Me enteré cuando después de unas cuantas horas ingresamos a la cancha. Inocentemente, pensé que nos “acomodarían” en sillitas plegables sin numerar, y que por esa razón se nos convocaba temprano.  Pero no. Evidentemente, de esa manera ganaron espacio para meter más gente. Ya en la cancha, vi que alguien se había llevado una simpática sillita de pescador  plegable con respaldo y todo. Se sentaba y sonreía felicísimo a todos los que lo miraban con un dejo de envidia. Y no la prestaba a las señoras que lo acompañaban. Había cargado con ella, para él.  Después de unas horas de pie, no aguantamos más y nos sentamos en el piso. No fue muy plausible porque de esa manera se nos adelantaron unos cuantos muchachos con físicos de jugadores de rugby  que nos quitaron toda la posible visión. Al incorporarnos teníamos las piernas acalambradas, una muralla “armada” por físicos imponentes, más un considerable aroma a marihuana. Vimos que en las escaleras de entrada había gente sentada y nos dirigimos al lugar con la ilusión de encontrar el escaloncito salvador. En el mismo momento que llegábamos, los guardias estaban desalojando a los sentados, pero quizás por las protestas que les llovían, abrieron la puerta del talud y ahí ingresamos también nosotras. Seguíamos de pie, pero en los pequeños escalones del talud, podíamos sentarnos mejor que en la cancha, mientras no empezara el espectáculo y, además, tuvimos una visión estupenda.
El show no empezó a las 20.30 sino más tarde, pero después  siguió sin ninguna pausa. Paul, otro sexalescente, lució jovencísimo. ¡Cáiganse de espaldas! ¡El hombre hasta tiene todo el pelo! Se manejaron varias hipótesis: que está así porque la  genética lo ayuda, porque  es vegetariano, porque tiene mujer joven, porque “se cuida”. Yo que sé. Lo que si sé es que cantó estupendamente bien y en forma ininterrumpida las canciones seleccionadas; dijo algunas palabras en español que tenía escritas, manifestó que había tomado clases cuando era niño en Inglaterra y-de memoria- repitió los versitos aprendidos de “los tres conejos”. Causó mucha gracia.  Simpático y extrovertido, declaró con alegría que era la primera vez que venía a Uruguay,  agradeció la calidez del público, se preocupó por saber si los “del back” –y yo me incluyo- disfrutábamos del espectáculo, preguntó en inglés varias veces si “queríamos más”.  Todos contestábamos: ¡YES!   Además, coreábamos las canciones conocidas como si estuviéramos en Inglaterra.
¿Se podrá aspirar a que el país recobre el sitial que tuvo antes de la década del cincuenta del siglo pasado cuando venían espectáculos internacionales de renombre y se elegía Montevideo como una capital atractiva? Es probable.
El espectáculo fue sensacional y muy emocionante. La banda impecable. Lo único que podría objetar es que - para mi gusto- el sonido era excesivamente intenso; las vibraciones se percibían en el piso del talud y retumbaban en los oídos, pero después me enteré de que había personas afuera escuchando; eran las que no había conseguido o no habían podido pagar entradas; finalmente,  los guardias los dejaron pasar a ver el final. Aplausos para ellos.
¿Se puede mejorar la organización? Sí, por supuesto. Se puede y se debe.
Nos resta esperar que se repitan acontecimientos tan memorables como éste, y –de mi parte- agradezco a ANTEL la posibilidad que me dio de ver, en vivo, a uno de los ídolos más queribles de mi juventud.



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