viernes, 12 de marzo de 2021

¡ TATUAJES, NO!


                                                     Piernas gordas tatuadas. 

Soy consciente de que el mundo evoluciona, cambia, se mueve, y no siempre para bien.

Leí en una novela, una secuencia donde el protagonista descubría en escarceos eróticos, que la joven tenía un piercing en el clítoris. ¡El mío me dolió de solo pensarlo!

En cuanto a los tatuajes, que se han popularizado tanto, creo que  son una anomalía del espíritu. Yo, que soy un vejestorio, vivo luchando contra las manchas de la edad, los lunares y todas las marcas alusivas al paso de los años; no toleraría que  ninguna tinta marcara ningún lugar de mi cuerpo.

Se pusieron tan furiosamente de moda que los actores también se tatúan (fíjense en Andrés Velencoso o en Ibrahim Selikkol -el actor turco- ) hasta objetos representativos de índole mágica. Hay elefantes, hienas, panteras, tigres, ciervos, rinocerontes, jirafas, camellos, tortugas, salamandras,mandalas y, por supuesto, el ratón Mickey, el pato Donald y Popeye. Faltaba más.

Brazos y piernas enteras. Una tatuadora, dijo en un  programa que había tatuado vulvas y penes. ¿Qué tal? ¿Qué les parece una aventura con un sujeto de pene tatuado?

Antes, los que se tatuaban eran los presos y los marineros. Probablemente, en el caso de los presos, era una manera de afirmar su personalidad, colocándose algún tatuaje alusivo: cadenas, nombres, martillos, hoces. En el caso de los marineros, los más comunes eran las anclas y los barcos.

Actualmente, se pusieron tan de moda, que  los hay de todo tipo y color, y no hay Cristo que no se haya tatuado las más inverosímiles figuras. Tanto hombres, como mujeres. Algunas—me refiero a las  mujeres—, desaliñadas, en shorts y  fuera de peso, llevan  todas las piernas tatuadas, sin dejar ningún espacio libre.

El sujeto que fotografié para ilustrar este comentario, lucía muy orondo las piernas tatuadas, aunque la barriga le rebozaba la camiseta y los pantalones.

En fin.

Una muestra más del mundo que es mundo porque no puede ser otra cosa.

Insisto: ¡Tatuajes, no¡

¡Por favor, hagan algo positivo por la  humanidad!


viernes, 5 de marzo de 2021

EL AGENTE TOPO : LA SOLEDAD DE LA VEJENTUD

                                            El agente topo y su realizadora Maite Alberdi

                                           ( Foto tomada de internet)
 

Hoy de tarde, vi la película “El Agente topo”, una docuficción de una cineasta  chilena joven y exitosa: Maite Alberdi.

Incursiona  en el mundo de los ancianos que van a vivir a un residencial, o casa de salud o cotolengo, como se le quiera llamar. La trama es sencilla: un detective filtra a un topo veterano (espía)  para que averigüe si allí, tratan debidamente a los internos.

Alguna vez enfoqué el tema de la vejez y de la soledad que hay que enfrentar en los tiempos que corren. Antiguamente, en la época de las grandes casas, todos los miembros de una familia vivían juntos. Los más veteranos eran los que vivían en sus cuartos, recluidos, pero rodeados y asistidos por un familión. Esa estructura no existe más, porque las familias se han ido separando en pequeñas células. Los muchachos, apenas crecen, se alquilan apartamentos, o se van a vivir en viviendas colectivas con otros jóvenes. Incluso, las parejas prueban la convivencia alquilando un lugar para vivir. Muy pocos se quedan con los padres, porque a la familia, se le agrega otra persona para aprender reglas de convivencia que no siempre se acatan y se llevan adecuadamente.

La película oscila entre la realidad y la ficción. Pero no hay duda después de verla de  que la vejentud no es—de ninguna manera— un divino tesoro. Los que están más o menos sanos, son los que pueden lidiar mejor con la situación, pero los que están mal, los que tienen fallas de memoria, los que no pueden caminar, los que sienten la flojera de las piernas y se caen—pese a los pasamanos que hay en todos los pasillos—mueven, por lo menos, a una reflexión exhaustiva.

 ¿No se podría encontrar una solución más adecuada? He visto que en otros países  han montado viviendas colectivas donde los residentes tienen todos los servicios en casas, no necesariamente compartidas; algunas pueden ser individuales y son atendidas por personal capacitado para el trato con personas mayores.

En otros casos, hay adultos con buen ingreso económico, dueños de  una casa que les quedó  enorme después de la partida de los hijos, y en esos casos  se  les vincula con  alguna persona joven— generalmente estudiante— ofreciéndole alojamiento a cambio de compañía y servicio.

Lo que se desprende de todo este tema es que los ancianos, llegados  a determinada edad, o situación de salud, no son más “autoválidos”—como se señala en la película—y pasan a sentirse desplazados e inservibles. Están las dolencias propias de la edad y de la genética, pero también están las dolencias afectivas que son las más difíciles de sobrellevar. En la película—y en la realidad también— la queja por la falta de visitas familiares es constante. yo imagino lo que debe ser ahora, en plena pandemia, donde no podemos abrazarnos ni besarnos.

Recuerdo a mi abuela paterna— a la que conocí autoválida—. Era mi abuela lavandera, la que me enseñó a lavar a mano en la pileta de juguete, la que me hacía dos huevos fritos, desafiando la voluntad materna. Terminó su vida en un cotolengo femenino, porque quedó paralítica  y nadie podía hacerse cargo de ella. La íbamos a visitar todos los domingos. Yo, era aún  bastante chica, tendría alrededor de diez, once años. Me quedaba un rato conversando con ella, y después—llevada por mi educación religiosa— daba una vuelta por la sala y visitaba a las otras internas. Muchas de ellas agradecían efusivamente mi proximidad.

Lo mejor sería que tuvieran afectuosa asistencia, un lugar decoroso para vivir y entretenimientos dignos y placenteros. El afecto y el buen trato pueden hacer milagros. Y, sobre todo, habría que mantenerles los propósitos: siempre se vive mejor, si hay una proyección.

La película está nominada para varios premios. Veremos si la crítica coincide conmigo o si decide dar un premio a algún filme más alegre, banal y ligero porque nadie quiere lidiar con temas escabrosos, como este. Es una preocupación constante de la sociedad moderna que ha avanzado tecnológicamente pero nada de nada  en los aspectos sentimentales. Basta ver este filme, donde los sentimientos se ponen de manifiesto cada vez que se los convoca, y se producen  reacciones positivas de los involucrados cuando reciben muestras de apoyo solidario y cariño.

 

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