sábado, 19 de diciembre de 2020

LOS HOMBRES DE MI VIDA


 

A medida que transcurren los años, he podido comprobar que mis gustos han ido variando  con el tiempo. Y, como en el poema LO FATAL de Rubén Darío, “la carne  que tienta con sus frescos racimos”, se ofrece, seductora, en la figura de actores de series,  jóvenes, hermosos, llenos de músculos trabajados a conciencia, pletóricos,  que provienen del mundo de la moda o del deporte.

No siempre me gustaron así, pero,  los años  se me vinieron encima, junto con la pandemia, provocando  fantasías que se nutren de las bellezas actuales.

De niña, aunque no tuviera mis  instintos desarrollados, me encantaba el Tarzán de los monos que encarnaba el actor Lex Barker (que era tan atractivo que le decían “SEX Barker”). (Lo puse en una foto tomada de internet, donde se  ve con un equívoco taparrabos).

Cuando era joven, me gustaban  actores que no se caracterizaban exactamente por ser apuestos, sino seductores. Cada uno a su manera.

Uno de ellos, que me dejaba boquiabierta, con el corazón palpitante, fue Charles Bronson.



Quien más quien menos, admiraba  a  ese tipo recio, mezcla de galán y bandido que enloquecía a la mayoría.

Otro, no menos que Charles, fue el francés Jean Paul Belmondo. Un feote, que era  como los perros pekineses,  lindos de tan feos, además,  podía y hacía  gestos de picardía, capaces de dejar sin aliento a más de una- y no solo a la actriz de la peli con el mismo  nombre-. Su aspecto era el de un boxeador, con la nariz achatada,  pero vaya a saber una porqué, tenía un atractivo especial para las  que lo contemplábamos, arrobadas, en la pantalla.



También tuve mi época de carilindos. Uno de ellos fue Robert Redford, que, en su juventud era un Adonis rubio con un aspecto varonil muy seductor.



Uno de los que aún me resulta atractivo es Keanu Reeves, que, además, parece ser amable y condescendiente con sus fans.



No fueron los únicos, hubo varios con perfil similar, pero no quiero abundar en ellos porque fueron y pasaron ya a la historia.

En la actualidad, en este año pandémico, obligada a permanecer en casa porque estoy en edad de riesgo,  vi muchas series de televisión con actores que cortan el aliento y son capaces de andar ligeros de ropa exhibiendo unos físicos privilegiados.  Se caracterizan por ser muy pero muy  bellos –algunos hermosísimos,  y, sobre todo, excelentemente bien  formados. Muchos provienen del mundo de la moda- comenzaron siendo modelos para casas de prestigio- y otros, del mundo de los deportes. Sus físicos están indudablemente trabajados a conciencia. Tienen entrenadores profesionales que los mantienen sin un gramo de grasa. Son paredes formidables de músculos y tendones. Congelan la sangre cuando se desvisten.

Hace poco, puse en Facebook las fotos de dos bombones modernos: Ibrahim Celikkof y Tomer Sisley.  Ibrahim es turco, y Tomer,  aunque lo he visto más que nada dialogando en francés, habla varios idiomas con fluidez porque vivió en diferentes países.



Desaté los ocultos  deseos de más de una, porque coincidieron en que la pandemia sería más grata teniendo una compañía así. Yo no conozco a ninguno personalmente. No sé si me gustará  el olor o  la piel, sé que uno tiene tatuajes (que no me gustan) pero, aunque no creo que ninguno se me ponga a tiro,  obviamente, no me molestaría probar.





Indudablemente, me alejarían de la depresión. ¿No?

martes, 8 de diciembre de 2020

CON CATA DE PALLEJA EN CERRO MÍSTICO DE MINAS

 



Durante la pandemia tuve que reacondicionar mis paseos. Viajes no pude hacer.  Hubo  un plan de reencuentro con colegas y ex alumnos en Miami, pero, debido a las condiciones actuales fue imposible. La pandemia frenó y mortificó-y aún lo sigue haciendo- todas las actividades habidas y por haber. Por eso, me reformulé de manera efectiva. Hubo una pequeña agencia de viajes y paseos que venía a domicilio, pero, en los últimos tiempos no cumplía con las condiciones del necesario aislamiento entre las personas—cuando lo manifesté, no  fue bien tomado  y me borraron de la lista, porque no recibí más itinerarios ni propuestas—. Pero, hecha la ley, hecha la trampa. Fui encontrando otras agencias que hacen lo mismo —algunas hasta ofrecen recoger en casa— por lo cual tampoco se constituyó  en un problema.

En el caso de Cisplatina— que es la agencia que más he usado en los últimos tiempos— no hay servicio domiciliario, por el momento, pero tampoco hay que recorrer la república para salir. Simplemente, nos esperan en Tres Cruces y de ahí salimos para el destino que sea. Va con coordinador propio, en este caso,  Andrés, —que fue preparado especialmente para lidiar con público mayor— y un chofer, Nicolás,  que también colaboró mucho y muy bien.

El último paseo que hice, fue para asistir a un taller de cocina de Cata de Palleja en el Cerro Místico de Minas. Salimos— ella también con nosotros, desde Tres Cruces, en el ómnibus, que como ya expresé va con el 50% de aforo— nos fue dando pautas de la distribución por grupos y tareas a realizar para el éxito del almuerzo que fue todo un extraordinario despliegue de color y belleza.

También recibió cada pasajero, una bolsa de Cisplatina con el recibo y las propuestas futuras de viajes y paseos por el Uruguay. Todas de reconocida calidad, más una bolsita de parte de Cata que contenía delicias de desayuno saludable.

Si bien es cierto que hay que cuidarse y cuidarse significa poner empeño entre todos— porque todos somos responsables por los otros— también es cierto que el esfuerzo que hagamos por protegernos redundará en una adecuada cobertura.

Yo he redondeado las propuestas de higiene,  con algunas recomendaciones maternales que me quedaron en la memoria:

* llegar a casa y sacarme toda la ropa—incluida la interior—  y ponerla en un lavado único—  

*bañarme de pies a cabeza— mi madre me bañaba con alcohol puro y después me “alcanforeaba” con  bolsitas caseras que adosaba a mis camisetas.

 Recuerdo que quedaba oliendo a desinfectante y que, si por alguna casualidad tenía alguna heridita, la misma me ardía y dolía a más no poder.

No sé si  serán efectivas las medidas maternales de protección, como ya saben, mi madre era partera, de las antiguas, — preparadas por los ginecólogos estupendos que supo tener este país— Las medidas me sirvieron en la época de la peste de la poliomielitis. Tuve compañeras que se enfermaron seriamente, y quedaron lisiadas, pero a mí, o me protegió la estrella materna  o tuve una suerte fuera de serie, porque mi madre nunca fue partícipe de no mandarme al colegio, o a la clase de ballet o a la de piano. Recuerdo la asistencia rigurosa  a misa—en esos remotos tiempos,  se exigía libreta de asistencia firmada por el cura —.

Tomando entonces, las debidas precauciones, me sigo aprontando para hacer alguna excursión como la que hice con Cata de Palleja en el Cerro Místico.

¿El lugar? De ensueño. Dan ganas de quedarse unos cuantos días respirando aire puro.

¿Cata? Una diosa de la nutrición y la cocina, con una simpatía desbordante y  una capacidad de organización sensacional.

¿Las comidas? ¡Nos quedaron de rechupete!

Pongo fotos probatorias*



¡Hasta pronto!

 

 

 

* Son mías, sacadas con mi celular

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