lunes, 23 de marzo de 2015

" GOLF"

Uno de los nuevos edificios con el consabido aditamento: "GOLF" 
Hoy  voy a dedicar esta  crónica a mi barrio, Punta Carretas. Ya puedo emplear el posesivo después de veinte años de residir en él.  Casi siempre lo hago para  comentar algo sobre su transformación. Esta vez también. Lamento ser reiterativa, pero no puedo dejar de escribir sobre lo que siento. Claro que se está transformando. Para bien o para mal.
Caleta del ¡GOLF! ¡Por supuesto! ¡A no reventarse mucho el bocho! 



 Cada vez caen más casas y aparecen- como  hongos- los nuevos galpones comerciales-enormes, con techos de zinc- o los edificios de apartamentos. No importa dónde estén situados. Puede ser enfrente al “Golf” o  a unas cuadras, pero la creatividad de los que ponen los nombres no se ha extremado para nada.

Todavía no está terminado, pero ya luce su "GOLF" y la palabra Boulevard"- Se puede escribir "Bulevar", pero -o no saben que se puede escribir así o no les pareció suficientemente "fino" -

  A cualquier nombre se le agrega ”golf”-como un epíteto o algo similar- Y si la palabra “golf” no va adosada de una u otra manera- su nombre- igual, de todas maneras, alude al “golf”. Por ejemplo “Hoyo 19”-así se llama un edificio- los que juegan al golf sabrán porqué- yo no-

A ver golfistas: ¿ Por qué "Hoyo 19"? ¿Es el de la suerte? 

Otro edificio semi-terminado en Solano García y Bulevar Artígas se llamará “Tee Tower”. Busqué el significado de “tee- porque no lo sabía-, y  está también relacionado con el golf: es el soporte donde se apoya la pelota de golf.

"Tee Tower"- ya saben porqué- pero siempre en relación al  "GOLF"

La única que creo que  no lleva ninguna alusión al golf es la boutique erótica que pusieron en Solano García, casi Bulevar.
¡Ya saben!  Si se animan,  el barrio "GOLF"-Porque en cualquier momento cambia de nombre-  -"de alta gama"-
¡ Tiene de todo! 


 Es curioso. Cuando yo era joven, no  había ninguna tendencia a disfrazarse de enfermera, o de maestra o de caperucita roja, o de cenicienta para ser sexy.  Usábamos  la ropa interior en tonos pasteles: celeste, rosado, amarillito…. Las muy osadas se atrevían con algo negro o rojo. Tampoco dejaba de ser siniestramente provocativa la ropa interior blanca con terminaciones de puntillas, crochet o festones. Los últimos, estratégicamente colocados, eran infartantes. Usé ligas y portaligas- pero porque eran comunes ya que las medias cancán  vinieron después-.  Hoy me paré a mirar la vidriera de la boutique. Hay una cantidad de juguetes cuya finalidad adivino pero no conozco, porque  el único juguete sexual –para mí-  fue siempre un hombre que me gustara, y, por supuesto, que “supiera abrir la puerta para ir a jugar”. O sea, un buen amante-con tiempo para dedicarse y dedicarme-. Querendón, afectuoso, tierno. Y más nada. La pura verdad.
No pude quedarme mucho rato  curioseando la vidriera porque se me paró al lado un veterano con cara de picarón. Pero le saqué fotos desde la vereda de enfrente.
Así que ya saben. Si quieren venirse a vivir a este barrio “de alta gama”-como rezan los comerciales de promoción- sepan que vendrán a un barrio que pasó  de  residencial, a  “de servicios”. Tendrán de todo-menos tranquilidad y silencio- : hoteles- a propósito el de al lado se llama- ¡por supuesto! “Regency GOLF”- restaurantes, cafeterías, comercios de todo tipo, peluquerías, salones de té. Y bueno. También tienen la boutique erótica. Si se animan, se pueden venir a comprar algún chichito. Después me cuentan.

No me creían que el hotel de al lado- el que me tiene loca con los ruidos en la azotea- también se llama "GOLF"
¡Aquí lo tienen! 



sábado, 14 de marzo de 2015

LAS NETIQUETAS

Normas para convivir pacíficamente en nuevos entornos virtuales ( Imagen tomada de Internet)
 Terminé un muy interesante microtaller del Plan Ceibal,  sobre “el uso educativo de las redes sociales”. Comprobé que la tecnología sigue avanzando y que si no sigo haciendo  esfuerzos por “aggiornarme ” en breve me va a  pasar por encima. Felizmente, en estos entornos virtuales se trabaja en forma colaborativa, hay tutoras, dinamizadoras, colegas y uno-lentamente, cual vieja tortuga tecnológica- va saliendo a flote de a poquito.  Por eso, retomo este tema de las “netiquetas”.
A mí nunca me gustó discutir. Ningún tema me parece digno como para enfrascarme en  una polémica. Siempre he pensado que cada cual debe ir con su cada cuala. Eso sí, que no me molesten ni me traten de convencer de  que me conviene tal o cual candidato, o partido, o club de fútbol, o  dejarme las canas, o un vestido o pantalón o blusa o lo que sea. Con la edad que tengo, creo que me gané el derecho a pensar lo que se me cante sobre la mayoría de los aspectos. Tampoco intervengo en nada que dé posibilidad a que se planteen divergencias. No lo  hago por cobarde, lo hago por respeto, a mí misma y a los otros.
Por esa razón,  desde los primeros cursos que  hice para aprender a  “moverme” en  las redes sociales, traté de aprender muy bien las reglas que rigen estos novedosos entornos. Después, con el tiempo, fui agregando las mías.
Hay muchas, pero lo cierto es que no veo que todo el mundo las maneje con eficacia, por eso hoy tomé este tema para garabatear algunas básicas que son indispensables. Se encuentran en muchas páginas de Internet, pero como no las veo bien aplicadas,  insisto. Las netiquetas, constituyen “la vestimenta” que adorna nuestros dichos, nuestras fotos, nuestras elecciones para mostrar. Y de la misma forma que no vamos zaparrastrosos a una fiesta elegante, tampoco debemos dejar de “vestirnos” para presentarnos en esta nueva sociedad.  

1)  Colaborar para crear un ambiente agradable.



Es fundamental la diplomacia para  manejarnos eficazmente en las redes sociales (Imagen tomada de Internet)


Esto significa que hay que seleccionar bien a los amigos, y también hay que elegir muy bien las palabras para escribir en nuestro muro. Cualquier “anomalía” puede ser malinterpretada. Es necesario ser amable y cordial. Se puede emplear-a mí me encanta- el humor negro- pero hay que saber –por eso hay que elegir cuidadosamente a “los amigos”- quién nos va a leer. No se puede criticar en forma mordaz y esperar que el otro nos aplauda. Por lo tanto, si somos de partidos o de clubes de fútbol  diferentes, no colguemos un vídeo ofensivo contra el partido o el club contrario. Primero porque no hay necesidad: tenemos que ser conscientes de que los partidos se han sucedido en el poder, y no vale ninguno más que el otro. A esta altura del partido-precisamente- todos sabemos que más o menos son “el mismo perro con diferente collar”. Y se diga lo que se diga y se prometa lo que se prometa, se sabe que cada uno trata de arrimar agua para su molino. Si el candidato que ha ganado la Presidencia no nos gusta- lo que puede suceder sin lugar a dudas- seamos discretos con lo que expresemos. No lo maldigamos. Ni a él ni a su señora. Esperemos más tiempo para ver bien si “cojea” o no. ¿Quién sabe? Quizás sea de todas maneras una buena opción. O no. Y si no lo es, sepamos que, como estamos en democracia,  después de cinco años se puede cambiar. El poder no es para siempre. Ni el político ni  ningún otro. Y los uruguayos añosos, lo sabemos muy bien. En el correr de los años, hemos visto muchas transformaciones. Seamos pacientes.

2)  Críticas y/o comentarios
Mucho cuidado con este aspecto. Aprendamos a usar la moderación y la discreción. El sarcasmo es un recurso del lenguaje pero empleado  en forma desmedida nos arriesga a recibir-del mismo modo- comentarios mordaces. Hay una verdad de Perogrullo que siempre hay que tener en cuenta: si se vulneran los derechos de otros, también los propios podrán ser vulnerados de la misma manera.
 Hay que evitar a toda costa la humillación. Nunca se puede/ -o no se debe- hacer  una “corrección”- ortográfica o de léxico o de sintaxis-la que sea- en el  muro, de otra persona que tiene títulos universitarios obtenidos con “sangre, sudor y lágrimas”. La autoestima es uno de los mayores valores que tiene una persona. Si se lastima, ya nada volverá a ser igual. Si hay una duda, o si realmente esa persona escribió algo mal- y nosotros estamos seguros de que es así- lo que hay que hacer, si no podemos con nuestro genio corrector, es mandarle un mensaje privado con lo que a nosotros nos parece que hay que corregir. El mensaje privado tiene la virtud-por suerte- de ser “privado”. Será entre esa persona y uno. En cambio, si se lo escribimos en el muro, “la escrachamos”- como se dice en la jerga policial- la dejamos “pegada”, porque ahí  lo lee todo el mundo. Y esa persona se sentirá vapuleada por alguien que –probablemente- sepa mucho menos que ella, pero que busca joderla por un error que quizás se debió a la prisa por escribir.  Es notorio que  lo que quiere  es  hacerla pasar un mal rato y sobre todo, dejarla mal  con los lectores de su muro.

3)  Respeta tu privacidad y la de los otros
Un poco de buen humor puede matizar una situación (Imagen tomada de Internet)


Las redes sociales son unos potentes sistemas de comunicación, pero precisamente por eso, debemos ser cuidadosos con la privacidad. No debemos-de ninguna manera- publicar y/o etiquetar fotos sin el debido permiso de los involucrados. A lo mejor hay alguna foto que al otro no le gusta, no se ve bien, no tiene los ojos claros, se ve demasiado gordo. En fin. Respetemos sus criterios. No la publiquemos sin su autorización.  Tampoco hay que divulgar- en público- y cuidado, los muros son públicos- intimidades que alguien  haya confiado. En realidad las redes sociales no deberían ser utilizadas como confesionario, pero si alguien  cuenta algo personal, nuestro deber es contestarle de la forma más cordial posible-mejor si es por mensaje privado- evitando por todos los medios de que esa información se propague.

4)  No aceptar todas las solicitudes de amistad, ni participar en nada que no sea de  interés
Es muy usual que en las redes sociales aparezcan páginas pidiendo aprobación por medio del clásico “me gusta”. Si no se está seguro, no hay obligación de aprobar.  Tampoco hay que aceptar a todas las personas que  piden “amistad”. Si no se conoce  a alguien, hay que fijarse en la lista de sus amigos  y si hay alguno que se conozca, se le puede preguntar, por mensaje privado quién es esa persona y si vale la pena tenerla en la lista. A mí eso me ha pasado con frecuencia. Escribo en  un blog, es fácil encontrarme porque  estoy con mi verdadero nombre, y dos por tres me “cae” algún pedido de “amistad” de gente que no conozco. Más de una vez, acudiendo a los conocidos de conocidos me sugirieron  la no  aceptación. Por lo cual, no lo hago. No es ningún pecado. Uno tiene derecho a elegir a quién quiere de amigo y a quién no.  
5)  No continuar  con amistades nocivas, o  con las que no se perciben   sus intenciones con total claridad
     No es obligatorio continuar con una amistad que resulta molesta o agraviante. Todas las redes  sociales tienen dispositivos para borrar a los “indeseables”. Tampoco hay porqué aceptar invitaciones a juegos o a cadenas o a páginas que no son de nuestro agrado. Si algunas personas-aunque han sido advertidas- siguen insistiendo en mandar lo que no nos gusta, simplemente se  “borran” de la lista de amigos. De esa manera no molestarán más, y,  poco a poco habrá  una lista “selecta”  o “depurada” de la gente con la cual poder departir sin agravios. No es necesario ni se debe ser nunca  agresivo. Basta con  un “no va más” discreto. Y “a otra cosa, mariposa”. O, dicho de otro modo: “A otro perro con ese hueso”.

6)  Ser responsable
Las redes sociales no son un juego, tenemos que ser responsables de lo que publicamos, compartimos, escribimos. Si hay dudas, o temores, en relación a la experiencia con las redes, siempre hay algún colega, algún amigo de confianza a quien consultar para que nos ayude a salir de “la Troya”. Con seguridad que lo hará porque una de las virtudes de estos nuevos entornos está focalizada en la colaboración para compartir,  aprender y disfrutar.

7)  Utilizar –siempre que se pueda- expresiones positivas. Si no es posible, abstenerse de hacer comentarios sarcásticos, agresivos, o hirientes.
   Hace muchos años, un amigo me regaló un libro que me resultó muy útil. Se llama “Como ganar amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie. Para algunos es un   “manual de buenas costumbres”, para otros  un libro alcahuete o hipócrita. A mí, me enseñó que vale más una expresión amable o dirigida con buenos modales  que cualquier expresión agresiva o fuera de tono. A veces, sin  que nos lo propongamos podemos “herir” a alguna persona susceptible. No hay nada más hiriente que unas palabritas en contra de nuestro querido cuadro de fútbol- por ejemplo- Y lo pongo como paradigma  porque el fútbol es uno de los temas que provoca más urticaria-. A mí no me gusta que me hagan bromas sobre fútbol. Soy de Peñarol, por herencia, mi padre lo era, y aunque  no sé ni siquiera cuáles son los nombres de los jugadores actuales porque no vivo prendida a la actividad futbolera,  igual me importuna enormemente que me tomen el pelo con el cuadro de mis amores.
 En el terreno político soy peor. No soy frenteamplista-para mí el FA, actualmente, es otro partido más-, y tampoco me merecen confianza ninguno de los otros partidos. Procuro estar informada pero como no confío en ninguno, tampoco espero milagros. De todos modos,  fiel a la consigna de no agredir, no pongo-nunca- nada injurioso en ningún muro. Simplemente: como no puedo decir nada positivo, sin ser hipócrita,  no hago comentarios.

8)   Las netiquetas son la vestimenta con la cual nos presentamos a los demás.

Por lo cual es absolutamente necesario recordar que lo que no nos gusta para nosotros, tampoco debemos usarlo contra los demás. Jamás se le debe decir a nadie que: “está equivocado”. Esa persona, puede pensar de manera diferente a la nuestra, y tiene pleno derecho a hacerlo. No somos los “dueños de la verdad”.
El terreno de la opinión es muy vasto y demasiado susceptible para pensar que únicamente nuestro criterio es el válido. Hay otros que –aunque no nos gusten- merecen nuestros respeto. Recordemos las palabras de Evelyn Beatrice Hall- cuyo seudónimo era: Stephen G. Tallentyre- biógrafa de Voltaire- a quién erróneamente se le atribuyeron:

“Estoy en desacuerdo con lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”:

Estas consideraciones que desarrollé no son las únicas, pero sí son básicas y  si logramos tenerlas en cuenta con eficacia, seguramente nos moveremos en estos nuevos entornos con alegría compartiendo lo que nos gusta, y sobre todo, aprendiendo con los otros-que es una de las mejores formas de aprender-


 
"Hay tabla"- ( hay un golpe) si se transgreden las normas (Imagen tomada de Internet) 









sábado, 7 de marzo de 2015

8 de marzo: SIMONE DE BEAUVOIR




En este 2015 “El Día de la Mujer”  cae en día domingo. No es común para mí, escribir por  este motivo. Sin embargo, como he venido leyendo-y releyendo- libros  de Simone de Beauvoir, voy a dedicar unas  líneas a su recuerdo enlazados con algunos de mi vida.
Además,  como provoqué una catarata de comentarios diversos  en facebook, por mi opinión sobre  la peli “Las Cincuenta Sombras de Grey”, pienso que no estará de más recordar  a esta mujer, escritora, filósofa, bisexual, amante por más de cincuenta años de Jean Paul Sartre, cuyas obras conmovieron a la sociedad del siglo pasado, de una manera monstruosa- cuando aún estábamos muy lejos de tener Internet   y redes sociales para interconectarnos-.
Hace muchísimos años, una de las primeras lecturas que me resultó impactante fue “El Segundo Sexo”. La edición en dos tomos, la  devoré en unos pocos días. Fue impresionante. Me movió el piso completamente. Después de esa lectura, ya no miré al mundo de la misma manera.
Hace unos meses, en Buenos Aires, me compré, “La Fuerza de las Cosas” –su tercer libro autobiográfico-.  Sus libros autobiográficos también fueron, para mí,  tan impactantes  como “El Segundo Sexo”, y resolví releer en estos días “La Plenitud de la Vida”. Me encontré, de nuevo, con algunas convicciones suyas que se hicieron también mías, y, a través de los años se reafirmaron,  porque  lo que leo, cuando tiene afinidad con mi manera de pensar, me genera adhesiones.
En muchas ocasiones me han preguntado si alguna vez intenté tener hijos, o si quise y no pude. La gente suele ser muy curiosa sobre todo, en lo que respeta a los aspectos que  nos hacen diferentes a los demás. Mi respuesta es siempre sincera: no lo intenté. En cambio, sí intenté –y logré- estudiar una carrera universitaria, enfrentándome a circunstancias muy desfavorables en el ambiente  hostil en el que me tocó crecer. Entre las condiciones más desfavorables cuento con la temprana muerte de mis padres que-además- estaban divorciados desde que yo nací. Los primeros nueve años, los viví  bajo  la tutela de una madre, que  me criaba como a una pequeña burguesita- como también fue criada Simone de Beauvoir- con la diferencia de que mi madre tenía que deslomarse para mandarme a una escuela privada, a clases de ballet, a clases de piano, a clases de inglés y a  todo lo que le parecía que me sería de utilidad en la vida adulta. Pero, lamentablemente, falleció trágicamente y mi padre reclamó la “tenencia”. Allá fui yo a dar a  la casa de La Paz, a compartir mi vida con una madrastra y una hermanastra que no conocía. Fue,- como podrán suponer uno de los mayores dramas de mi existencia-. Mi vida dio un vuelco horroroso. Primordialmente por la ausencia de mi madre que era de una poderosa presencia y personalidad, pero también porque tuve  que enfrentarme a unos muy  abruptos cambios en mi estilo de vida.   Contar cómo resistí me  daría para  escribir varias novelas y tratados sobre la resiliencia, pero no es ese el cometido de hoy. Lo cierto, es que, como puede apreciarse,  sobreviví.
En 1967 me casé.  Tuvimos que enfrentar la lucha por el diario vivir con unos suelditos de morondanga que apenas nos daban para lo más mínimo.  En esa solitaria lucha,  por  trabajar y por  estudiar-en plenos años dictatoriales y con todo en contra-  optamos-de común acuerdo-  por  no tener hijos, porque, como decía mi padre, “no se podía chiflar y comer gofio”. Fuimos vistos-por supuesto- como dos “bichos raros”  por los que no podían creer que no siguiéramos los dictados exigidos por la  sociedad patriarcal. Atravesábamos  todavía la época en que se consideraba que la plenitud de una mujer se realizaba por medio de la maternidad y  no con una carrera universitaria, ni  con ningún logro  de carácter intelectual. Aún hoy día, en  pleno siglo XXI, hay muchos que piensan así.
Fue por esa época de lucha sin cuartel (1972), que leí “El Segundo Sexo”, y  “La Plenitud de la Vida”. Con esos libros, “me cayó la ficha”. Las mujeres  habíamos sido consideradas seres inferiores, subyugadas al poder masculino, e incluso apartadas de las posibilidades de votar gobernantes,  pero… ¡oh sorpresa! Esos libros revelaban que  teníamos derecho a decir que no queríamos ser más el “segundo sexo”, que queríamos sacarnos de encima el dominio masculino;  que podíamos y  debíamos pensar por nuestra cuenta, y  que necesitábamos decidir  sobre qué queríamos hacer con nuestros cuerpos, desde todo punto de vista, y, por supuesto,  si queríamos-o no- tener hijos.   Simone fue- como todos saben- la pareja de Jean Paul Sartre. Una “pareja” muy especial.  Nunca se casaron, cada uno vivió sus aventuras, tanto con hombres como con mujeres,  no se dejaron nunca y vivieron bajo un pacto cuyos términos estableció Sartre:
 “Entre nosotros se trata de un amor necesario, pero conviene que también conozcamos amores contingentes”.
También ella optó por no  tener hijos, y lo confesó así,  sin ambages:
Un solo motivo hubiera pesado lo bastante para inducirnos a que nos infligiéramos esos lazos que se dicen legítimos: el deseo de tener hijos; no lo sentíamos. Sobre eso muchas veces me han interpelado, me han hecho tantas preguntas, que quiero explicarme. No tenía ni tengo ninguna prevención contra la maternidad; los bebés nunca me han interesado pero, en cuanto crecían un poco, los chicos solían encantarme; me había propuesto tener hijos en el tiempo en que pensaba casarme con mi primo Jacques. Si me apartaba de ese proyecto, era primeramente porque mi felicidad era demasiado compacta para que ninguna novedad pudiera atraerme. Un chico no  hubiera apretado los lazos que nos unían a Sartre y a mí; yo no  deseaba que la existencia de Sartre se reflejara y se prolongara en la de otro: se bastaba, me bastaba. Y yo me bastaba: no soñaba en absoluto con encontrarme en una carne emanada de mí. Por otra parte, me sentía con tan pocas afinidades con mis padres que, de antemano, los hijos y las hijas que pudiera tener me parecían extraños; esperaba de ellos o la indiferencia o la hostilidad a tal punto había sentido aversión por la vida de familia. Por lo tanto, ningún fantasma afectivo me incitaba a la maternidad. Además no me parecía compatible con el camino en el cual me internaba: sabía que para ser una escritora tenía necesidad de mucho tiempo y de una gran libertad. No me molestaba jugar a la dificultad; pero no se trataba de un juego: el valor, el sentido mismo de mi vida, se encontraban sobre el tapete. Para arriesgarme a comprometerlos hubiera sido necesario que un chico representara para mí una realización tan esencial como una obra: no era el caso. He contado hasta qué punto, cuando teníamos unos quince años, Zaza me había escandalizado afirmando que valía lo mismo tener hijos que escribir libros: seguía sin ver una común medida entre esos dos destinos. Por la literatura, pensaba, se justifica al mundo creándolo de nuevo en la pureza de lo imaginario y al mismo tiempo uno salva su propia existencia; parir es aumentar en vano el número de seres que están sobre esta tierra sin justificación. Nadie se asombra que una carmelita, habiendo elegido orar por los hombres, renuncie a engendrar individuos singulares. Mi vocación tampoco soportaba trabas  y me retenía ante cualquier proyecto que le fuera extraño. Así mi empresa me imponía una actitud que ninguno de mis impulsos contrariaba y sobre la cual nunca sentí la tentación de volver atrás. No he tenido la impresión de rechazar la maternidad; no era mi destino; al quedar sin hijos, cumplía mi condición natural. (“La plenitud de la vida”. Pág. 85/86 Editorial Sudamericana 1972)

Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir -imagen tomada de Internet-


“El primo Jacques”, fue, efectivamente, un primo hermano con el cual fantaseó en su primera juventud, pero él decidió casarse  por conveniencia con otra joven. Esa  “vida virtuosa” de probable “ama de casa” no fue ya un objetivo en su vida. En la relación “libre” que adoptó con Sartre, no necesitó sentirse “prolongada” en otra “carne emanada de ella”. Así lisa y llanamente. Por lo cual no me fue difícil deducir que no todas las mujeres desean o sienten la necesidad de ser madres. Por otra parte, hace alusión a la relación de “pocas afinidades” con sus padres, por lo que tampoco se sintió atraída por la vida de familia. Sí tuvo, un profundo deseo de ser escritora, y sabía que para eso, necesitaba todo el tiempo  y la libertad del mundo  para realizarlo.  Y eso fue lo que hizo. Contra viento y marea.
De alguna manera, y por supuesto, mutatis mutandis, yo hice algo similar. Me dediqué a trabajar- no podía dejar de hacerlo si quería comer- pero al mismo tiempo, estudié. Y mi esposo también. Provenientes de familias pobres, sin apoyo económico  de ningún lado, llegamos a vivir de nuestras profesiones. Mi esposo fue abogado y yo me dediqué a Las Letras hasta que-también- pude vivir de ellas.  No quiero decir con esto que sea mejor lo que  hicimos nosotros porque cada uno sabe dónde le aprieta el zapato. Lo que sí  afirmo y sostengo  es que todos tenemos que cumplir  con un destino que no puede-ni debe-  desviarse de la verdadera vocación-aunque nos salgamos de la “normativa”-  porque lo contrario, nos convertiría   en seres infelices para el resto de nuestras vidas.
El amor existió también en una unión tan “rara” como la de Sartre y Simone de Beauvoir, porque se  profesaron mutua  admiración, respeto, comprensión, apoyo, y ánimo. Elementos indispensables en cualquier relación duradera.  “El castor”-como la apodó Sartre- dedicó su vida a las letras, tuvo una hija adoptiva a quien dejó los derechos de sus escritos, y vivió como quiso, desde sus años más tiernos. Concluyo este recuerdo mezclado con los de mi propia vida con estas palabras-tan certeras- de uno de sus “Cuadernos de Juventud”:

(…) no comprendo el amor sin amistad, desagradable, que se queda demasiado fuera de la vida. Me parece que ante el amor todo lo demás no debe desaparecer sino simplemente teñirse de nuevos matices; quisiera un amor que me acompañe en la vida, no que absorba toda mi vida.” (De “Los cuadernos de juventud”)

También juntos en la tumba 


¡Feliz día de la mujer!


domingo, 1 de marzo de 2015

CINCUENTA SOMBRAS DE LOCURA

Sin ninguna ternura- imagen tomada de Internet-
Confieso que no he leído muchas novelas eróticas.   En mi juventud recuerdo haber leído alguna de las famosas, como El amante de Lady Chatterley de D.H.Lawrence, donde se plantea la relación adúltera de la Sra. Chaterley con su jardinero. No es la primera vez que el tema de la diferencia social se pone de manifiesto en las relaciones humanas, ni tampoco es novedoso el planteo de una relación prohibida.
Todo este preámbulo es para decir que no leí Las cincuenta sombras de Grey pero se ha hablado tanto de ella, que hoy, domingo 1º de marzo, sin ganas de ver protocolos de trasmisión de mando, me fui al cine a ver la película.
El argumento lo conocía, porque ha sido absolutamente contado de punta a punta en muchos sitios de Internet,  y llevado y traído hasta por las murgas de este año, por lo cual no voy a abrumar con lo mismo. Pero sobre la película, lo primero que debo decir es que es entretenida. No me pareció que se hubiera inspirado en  una novela “porno para mamás”- según la han tildado porque ha sido leída por mujeres casadas mayores de treinta-. Me parece que tiene algo más, por lo cual mi comentario va por  otro camino, el de la relación humana- o inhumana según se quiera ver- entre Christian Grey y Anastasia Stelle- nombres ficticios de los protagonistas-o Anastasia y Christian;  o Ana y Chris, o Sr. Grey y Srta. Steele- según las circunstancias. 

Un tema importante es el del  “deslumbramiento” de la chica  pobre,  estudiante de literatura inglesa, por el apuesto empresario rico.
 La joven estudiante-virgen sin lugar a dudas-  se turba  con  el acaudalado empresario al cual va a entrevistar por encargo de su compañera de vivienda, más que nada por la arrogancia que exhibe en su comportamiento. Pero también la subyuga- en los dos principales  significados de la palabra, el de “dominar poderosamente, y el de embelesar”-  el mundo de riqueza que lo rodea, el enormísimo edificio de su compañía, el lujo de los ambientes con secretarias meticulosamente bien vestidas, con tacones, y trajes sastre, mientras ella va vestida como una colegiala-pobre, por supuesto- que lleva anotadas  las preguntas que debe hacerle pero ni siquiera tiene una lapicera para anotar las respuestas. Digamos que es una manera, también común, de iniciarse un juego de seducción.  Pero, lógicamente, no tendríamos ninguna “sombra” de Grey, si no asomara lo “oscuro”. Y las sombras se proyectan  y no precisamente en la pared, sino en “el cuarto de juegos”, “el play room” que Grey le muestra  para que vea que él no es un hombre común y corriente, porque tiene  gustos  sexuales  perversos.
En este juego en el cual él asume el rol  dominante, y ella el sumiso, existe-incluso- un “contrato de consentimiento” de dónde y hasta dónde con todos los detalles, incluidos castigos por desobedecer, pero también los suculentos premios: ropa de marca, una computadora nueva, y un auto de bastante más categoría que el pequeño usado que tiene la estudiante. La irá a buscar en helicóptero-que lleva su apellido por supuesto- y la llevará a volar en un planeador biplaza donde también se confirma el juego de peligrosísima seducción. El plano material está absolutamente cubierto y abastecido. A cada paso se hace presente el “poder”, y la idea de “posesión” o “propiedad privada”-como la canción de Rosamel Araya- ,  pero eso sí, con consentimiento de ella.
No conté la cantidad de “sombras de Grey”. No sé si llegan a cincuenta o las sobrepasan. Las locuras sombrías  de sus modalidades sexuales son múltiples y no las oculta-ahí está el completo “salón de juegos” con todos los artilugios del sado/masoquismo-.  Obviamente que esas sombras son salvajes, pero consentidas. Cuando  Anastasia dice que no, él se detiene, por lo cual no se puede hablar de “violación” pero sí de brutalidad.

“Las sombras” que más me impresionaron-que también son locuras- fueron las afectivas: Christian  no se deja acariciar, no duerme en la misma cama con la chica que desvirgó, no le  da ni una gota de ternura, -aunque parezca que sí-.

Siempre me pareció que  lo más frustrante para una mujer-además de los castigos físicos y psicológicos que indudablemente  pueden ser brutales- es la falta de gestos de cariño,  porque cualquier mujer que se precie necesita la ternura de la pareja, antes, durante, y después-aunque sea tan rara como ésta-.

Él no deja lugar a ninguna duda:

“I do not make love, I fuck hard” ( Yo no hago el amor, yo cojo salvajemente”). 

Creo que está todo dicho. Estas son las mayores sombras.

La película puede verse. No es ningún plomo. Da para pensar, eso sí.







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