domingo, 12 de abril de 2020

FELICES PASCUAS

Bacalao a la vizcaína- foto tomada de Internet-
El de mi tía era más bonito y suculento

En medio de una pandemia que  nos ha enajenado totalmente, igual es necesario desear “felices pascuas” a los que queremos. Lo hicimos durante añares, sin pensar demasiado en el sentido de la frase. Naturalmente, nadie esperaba nada como lo que nos está tocando vivir en estos momentos.

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Cuando iba a la escuela de monjas era la frase más natural del mundo. Y la decíamos  distraídamente, mientras comíamos nuestro huevo o conejo de pascua y guardábamos la sorpresita que aparecía adentro. Tampoco nos cuestionamos demasiado por la tradición. ¿Qué significa ese “huevo (o conejo) pascual”? La resurrección. La fertilidad. En la biblia nunca encontré ninguna mención, pero aún así parece que es una tradición que viene de antiguo. Incluso, los huevos se esconden, y se encomienda a los niños para que los encuentren. Muchas veces los escondí lo mejor posible para que mis alumnos se divirtieran buscándolos. Y así ocurría.
Pero, hoy en día, me he cuestionado el juego y el dichoso huevo porque hay gente que no tiene nada para comer y mucho menos un huevo de chocolate que vale una fortuna a juzgar por los precios que vi.
En las distintas casas donde viví se conmemoraban las pascuas aunque no hubiera gente muy religiosa. De esos lugares me quedaron costumbres que mantengo hasta ahora: por ejemplo: no como carne el viernes santo- Una tradición que en algunos casos fue costosa de mantener desde el punto de vista familiar.
Mi tía-madrina observaba esa tradición y preparaba para ese viernes un delicioso bacalao a la vizcaína que le quedaba de chuparse los dedos. Todos esperábamos que nos invitara para saborearlo. No había placer mayor que ese. Para comer su bacalao, muchas veces, nos trasladábamos hasta su casa de Punta Fría, donde, sin lugar a dudas, íbamos a tener un fin de semana de novela. Sin embargo, un día su tradición absoluta, tambaleó, porque apareció uno de los hermanos con un suculento asado, que de inmediato el tío Egisto quiso hacer en su estupenda barbacoa. (Aclaro para los que no lo sepan que el tal tío era el  rey de la comparsa y, si se quería pasar bien de bien, lo mejor era no contradecirlo. Pero la tía también tenía su hinchada propia porque su bacalao era una de esas exquisiteces que no había que dejar de lado de ninguna manera). Se gestó una discusión muy singular y –para zanjarla- el tío Egisto empezó a preguntar uno por uno a todos los comensales qué preferían- si el bacalao de la  tía o un buen pedazo de asado de él-. El tío era un señor asador. Llevaba encima muchos años de obra- es decir que había trabajado en la construcción- y había aprendido a hacer unos asados descomunales. El otro tío hermano que había traído la semilla de la discordia en forma de un asado, no sabía dónde meterse. Y tampoco sabía qué elegir sin quedar mal con ninguno de los dos.  
Fue un duelo de titanes. El Titán Egisto  y la Titana Estela.
No se podía contestar: “A mí me da lo mismo”, porque ambos tenían un prestigio ganado en años de elaboración de sus delicias. Había que elegir. Y elegir bien. Al final, creo que fui yo la que rompí con todo protocolo y señalé que, en esa casa,  siempre se había comido bacalao en viernes santo, y que el asado bien podría quedar para celebrar el Sábado de Gloria. Ardió Troya. El tío Egisto se retiró a su dormitorio, muy enojado y yo gané doble ración de bacalao. Pero no lo podía disfrutar pensando que el Titán mayor se había enojado conmigo- y quizás para siempre, porque era muy rencoroso-
Pero la tía, que era muy intuitiva se dio cuenta de mi zozobra y me palmeó un hombro diciéndome estas palabras: “no te preocupes, después de la siesta, el cristiano, (siempre lo nombraba así cuando se enojaba)  se va a levantar fenómeno”. Y así fue. Efectivamente. Por suerte. No se enojó conmigo para siempre y el sábado tuvimos su suculento asado hecho a las mil maravillas.
Por lo tanto, chiquilinada, en honor a mis tíos- ya fallecidos-  celebren lo mejor que puedan. Con pandemia o sin pandemia. Siempre.
¡Felices Pascuas!





miércoles, 8 de abril de 2020

¿ Y si mañana?


Pinchen el enlace para escuchar la canción. Vale la pena. 

Mina en su juventud. Foto tomada de internet

A veces, sin  ninguna lógica, me despierto con el sonido de una canción en mi mente. Y, también, arbitrariamente, la tarareo. No siempre me acuerdo del nombre, pero las telarañas de la memoria, que tienen cauces insospechados, de pronto,  me traen algún recuerdo, alguna circunstancia, algún hecho que se asocia con la melodía y ¡zas! aparece nítida en el pasado que la albergó, y, que ahora, vuelve caprichosamente al presente.
No siempre se asocian con la felicidad. Sí, en cambio,  con una especie de melancolía por lo que no fue (pero que pudo haber sido). También me pasa con algún poema (muy pocos, porque no soy muy afecta a la poesía),  -que sentí- que podría haber escrito yo. Por ejemplo, el de Idea Vilariño que se llama “Ya no”.   Es un poema para sentir más que para analizar anáforas, encabalgamientos y demás tristezas. Suena en lo profundo de cualquiera que haya tenido que tolerar que el  adorado conviva con otro ser sin ofrecerle ninguna oportunidad para compartir esencialidades:”no viviremos juntos/ “no criaré a tu hijo/ no coseré tu ropa”. ¡Qué sensación de impotencia! ¡Qué despojo de la palabra! Siempre me dejó un enormísimo vacío. Nunca  quise analizarlo en clase. Llevé otros poemas de Idea, otros poemas de Benedetti, pero nunca “Ya no”.
En el plano musical me pasa algo similar con algunas canciones. No necesariamente son nuevas, tampoco son entonadas por cantantes actuales; pero se enredan y asocian en mi memoria con obstinación. Probablemente con la misma idea, con el mismo irritante concepto.  ¿Habrá un mañana? Esta canción de Mina, por ejemplo: “E se domani”.

Esta pandemia irracional que se nos desató nos confinó a muchos despóticamente. Sobre todo, a los veteranos, que no podemos-ni debemos- exponernos a los peligros del contagio. Algunos comprenden. Otros no. Se ve mucha gente-pese a las recomendaciones-  en las playas y en los parques tomando mate sin ningún tipo de consideración por los otros.
Para una población que no ha comprendido aún la gravedad de la situación esta pandemia-tomada a la ligera-  significa tiempo para la diversión. Muy alejada de la realidad siniestra que  se nos vino encima y nos aplastó irremediablemente. No nos dejó ni el aire para respirar, porque la enfermedad sofoca y liquida.
Quizás por eso, el título y parte de la letra de la canción de Mina se me colgó irremediablemente junto con sus  ojos delineados, su anillo colgante (que tanto admiré) y  su vestido negro. “E se domani”.
 ¿ qué mañana? Así, sin más:
 “Habré perdido el mundo entero, no solo a ti”.
Patético. ¿No?


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