lunes, 4 de febrero de 2013

LA EXPERIENCIA DEL DOLOR

El libro de autoayuda de Pilar Sordo
En este mes de febrero 2013, en el club de lectores de Rosa Montero, comentaremos  el libro Instrucciones para salvar el mundo.  Me ha causado mucha gracia cuando en alguna entrevista le preguntan a Rosa si escribió un libro de “autoayuda”. En realidad es una novela  de esas que se comienzan y literalmente se “comen”, pero el título quizás  induce a pensar que podría ser uno de esos tantos libros que se escriben con la finalidad específica de ayudar a superar crisis personales. En  esa categoría, se podrían inscribir los que ha escrito la psicóloga chilena Pilar Sordo. Su libro  ¡Viva la diferencia!  la catapultó a la fama. Hace poco  publicó otro  libro largamente anunciado: Bienvenido dolor donde  después de una investigación sobre la felicidad, brinda ideas para aprender a situarse frente a las circunstancias dolorosas.  “La llegada del dolor es inevitable-manifiesta- pero la elección por el sufrimiento depende enteramente de nosotros.”
Con su personal sello humorístico,  nos plantea-por ejemplo-  al personaje del cual hay que huir lo más raudamente posible: “el anticipador de desgracias”. En el cursillo El arte de vivir,  lo llamaban el “pinchaglobos”; y el consejo que daban era: “No le pinches el globo a nadie, apoyar el entusiasmo es apoyar la vida.” Se trata de esa infaltable “persona” que cuando le planteamos algo, no encuentra mejor cosa que  mortificarnos. Pilar pone  varios ejemplos, transcribo el que me parece  uno de los más contundentes ya que todas las mujeres que han pasado por esta situación la reconocen de inmediato:
“Extrañamente, cuando una mujer está embarazada es cuando peores noticias recibe sobre embarazos malos y partos complicados. Nunca falta una “amiga” que en forma cariñosa empieza a contarnos que “la Gloria tuvo el bebé con el cordón umbilical enrollado, casi se muere, la presión la tuvo en veinticinco, el bebé nació porque Dios es grande, pero tú te has sentido bien, ¿cierto?”
Todos conocemos  “pinchaglobos” ¿verdad?  
A mí me quedó en la memoria una especial “anticipadora de desgracias”.  Hace años, en plena crisis bancaria, decidimos “cambiar la pisada”- como se dice afuera- y “mudar los aires” con un auto nuevo. Significaba “tirar la casa por la ventana” en una  época de total incertidumbre. En ese desparramo económico era una completa locura, pero nos dimos el gusto.  Yo todavía trabajaba y mi esposo,- que había quedado cesante a raíz de tal crisis-, me iba a buscar todos los días al colegio. Allí apareció la “pinchaglobos” que apenas vio el nuevo auto manifestó: “¡Ay, disfrútenlo antes de que se lo escrachen  en la calle!” ¿Verdad que conocen personas así y que abundan más de lo que uno cree?
En octubre del año pasado, aconsejada por familiares y amigos que tenían la  intención de ayudarme a superar el duelo por la muerte de mi esposo, asistí a uno de los cursillos  de “El arte de vivir”. La convocatoria fue tan masiva que nos anotamos más de doscientas personas. Por ese motivo, el curso se tuvo que dar en el hotel Sheraton y no en el instituto que tiene la ONG en Punta Carretas. En un principio me llamó poderosamente la atención la cantidad de gente que concurrió.  Ese hecho me llevó a pensar que  hay muchas personas que necesitan bajar el estrés o al menos, que están necesitando de una u otra manera cierta ayuda terapéutica. Los descreídos de siempre han criticado al  cursillo y lo que enseña. “Las técnicas de respiración”, por ejemplo han sido escarnecidas hasta el cansancio. Es cierto que todos-cuando estamos sanos- inhalamos y exhalamos, -es decir, respiramos- como jocosamente dice algún cronista. Pero también es irrefutable que los que hemos tenido que  presenciar y acompañar a alguien muy querido que se está muriendo en “internación domiciliaria”-  espeluznante “invento” de la asistencia médica actual- y que  lo hemos visto padecer-con un horroroso sentimiento de impotencia-“luchando” por  poder respirar, es decir inhalar y exhalar- sin conciencia y sin poder lograrlo, valoramos muchísimo esa función porque cuando cesa,  se nos lleva  la vida de ese ser que adoramos.
Yo no sé si Sri Sri Ravi Shankar es un charlatán como tantos otros supuestos “predicadores”, de la unidad, de la paz, de la alegría y del amor. Lo que sí sé es que el año pasado, sin ser devota de ninguna fe religiosa en particular y sintiendo horrorosamente la ausencia de mi esposo, a mí no me quedaban más ganas de vivir. En el cursillo, compartí vivencias muy fuertes  con otras personas-entre ellas, mi “angelito” Loreley-  y eso me ayudó a tratar de seguir en la ruta.  Respirando mientras pueda.

Volviendo a “Bienvenido dolor”, -el libro de “la Pili”-, lo  leí y seguí con interés,  y hasta le hice “cariñitos” subrayándolo  y anotándolo por todos lados,-como hago generalmente con mis libros- pero les debo confesar que  desde el punto de vista sintáctico el exceso repetitivo de los “debiera” me entorpeció la lectura. No sé si es un “chilenismo” o contagio de la oralidad,  o  falta de edición, o las tres cosas juntas, pero –honestamente- me importunó bastante la comprensión textual.
De todos modos, creo que es un libro de autoayuda  recomendable para los que estén transitando por situaciones límites, como puede ser una enfermedad grave, un shock emocional,  o la muerte  de un ser querido.  Las  cuatro etapas del duelo que ella señala: el shock, la rabia, la pena, y la reconciliación están muy bien explicadas:
“Uno puede pasar por las cuatro en un día y eso es tan normal como quedarse pegado por un rato en algunas de ellas o sentir que uno avanzó de una etapa a la otra y que por algo que pasa se vuelve a retroceder a la que se suponía era la etapa anterior. No hay reglas ni secuencias teóricas, sino individuos e historias que deben respetarse.”
También señala verdades irrefutables, como por ejemplo, que para evaluar un duelo es necesario que haya transcurrido un año entero debido a que hay que pasar por todas las celebraciones o fechas importantes que se compartieron con el que ya no está más. Es habitual que las amistades y parientes-en su afán de ayudarnos- nos estén “apremiando” para que “acortemos” el tiempo del duelo. ”-Bueno, ya está- me dijeron alguna vez a mí- hablá de otra cosa, da vuelta la página”- Lo cual lleva a que una se tenga que “comer” el dolor en soledad y en silencio, para no molestar. Tampoco falta alguno que cuando nos ve llorar- le pasó a ella y a mí también- nos comente que si manifestamos nuestro dolor por medio de las lágrimas “no  dejamos descansar al pobrecito que se fue”. Pilar no dice qué le contestó a la persona que le hizo ese comentario. Yo tampoco –por respeto- les voy a decir qué contesté, pero estoy segura de que -los que me conocen- se lo podrán imaginar sin lugar a dudas.
La mayoría de lo que asevera Pilar Sordo no es nada  nuevo pero no está mal, recordarlo,- en el sentido etimológico de “volverlo a pasar por el corazón”-, para que nos ayude a lograr cierta-nunca completa, desde ya lo afirmo- recuperación.
Sin embargo, de todos  los libros que he leído sobre este tema- y créanme que he leído unos cuantos- el más conmovedor –y que aún me sigue emocionando- es  El hombre en busca de sentido de Viktor E. Frankl. Sobre todo la  primera parte Un psicólogo en un campo de concentración, es imposible leerla sin conmoverse. Está centrada en la experiencia del dolor y en la búsqueda de la manera de sobrevivir a toda la podredumbre, encontrando-aunque sea mínimamente- un sentido, un propósito, un aliento, una ilusión para seguir adelante.
Frankl nos dice que hay que encontrar ese sentido que tiene la vida pese a todos los fracasos, los sufrimientos y las pérdidas lacerantes. Él aprendió a lidiar con su dolor y  con el dolor de los demás para elaborar su teoría filosófica: la logoterapia. Desde este punto de vista, no venimos al mundo en vano. Todas las vidas tienen sentido, por eso, debemos centrarnos  en su concreción. Se dice que el dolor ayuda a crecer porque cuando nos golpea, nos despierta y nos saca del letargo. Es probable, pero hay que aprender a “colocarlo”. El hombre en busca de sentido es-además- un libro poético, de increíble belleza expresiva. Vale la pena leerlo para reflexionar. Vaya una muestra nada más, de la sublime expresión de los sentimientos de este psiquiatra sobreviviente del horror:
El capítulo de donde extraje este fragmento se llama:
Cuando todo se ha perdido:
De vez en cuando yo levantaba la vista al cielo y veía diluirse las estrellas al primer albor rosáceo de la mañana que comenzaba a mostrarse tras una oscura franja de nubes. Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar  el hombre. Fue entonces cuando aprehendí el significado mayor de los secretos que  la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el hombre desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad-aunque sea sólo momentáneamente- si contempla al ser querido. Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente-con dignidad-ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido. Por primera vez en mi vida podía comprender el significado de las palabras: “Los ángeles se pierden en la contemplación perpetua de la gloria infinita.”
¡Maravilla expresiva!
Yo también lloré y sigo llorando por los mismos motivos que Pilar Sordo:
“Yo lloro por mí, porque lo echo de menos, porque me falta tocarlo, olerlo, escuchar su voz, porque quiero compartir con él o con ella tal o cual experiencia. La verdad es que la pena del duelo es una pena egoísta- en el buen sentido de la palabra- que necesita ser caminada para  transmutar hacia un estado distinto.”
Sí, Pilar, tenés razón. Pero también tiene razón el Dr. Frankl. Todos los seres humanos-en circunstancias adversas  sobre todo-, debemos buscar y encontrarle sentido a nuestras vidas; para él fue  la reescritura del manuscrito que le arrebataron los nazis; nada más y nada menos que los fundamentos de su teoría: la logoterapia. ¿Cuál es el sentido de mi vida en este momento? Quizás sea éste: ir “tirando” palabras que que voy hilando de acuerdo a mis sentimientos y que se van llenando de nuevos significados a medida que son leídas. ¿A quién llegarán en estas nuevas y misteriosas formas de comunicación? A mí me gustaría que “tocaran”-positivamente- a otros seres humanos que estén buscando también significados que no son ni únicos  ni “para toda la vida”- simplemente hay que ir reconociéndolos a medida que vamos transitando el camino. No tienen porqué ser ni  rimbombantes ni pomposos, pero sí  muy motivadores como para que todos los días nos desperecemos con ganas y nos levantemos con buen ánimo, agradeciendo el milagro de  la vida y la salud, en un día de sol.





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