martes, 24 de diciembre de 2019

MAS Y MÁS TRADICIONALES

Cola para conseguir taxi en las tradicionales 


Llegamos otra vez a las fechas más fatídicas del consumismo feroz.
No es la primera vez que abordo el tema. 
Ya lo hice en http://cosasdeviejucin.blogspot.com/search?q=las+tradicionales
 Pero insisto, porque  también tengo claro que a medida que pasan los años, se van agudizando los problemas referidos al consumismo. Se compra cualquier cosa (sin importar el precio) porque queremos suplantar con un regalo la carencia de afecto que no hemos manifestado en todo el año, y, probablemente tampoco en mucho tiempo.
Los seres humanos corremos como insectos enloquecidos  en todos los negocios. Es cierto que hay mucho incentivo originado en las agresivas publicidades de compra, que se obedecen sin pensar en cómo se  van a pagar las inutilidades adquiridas, pero de todas maneras, es monstruoso.
Además de las compras, se incentivan los gastos de locomoción. La foto que ilustra esta crónica la tomé en la parada de taxis del Punta Carretas Shopping. En ninguna época del año se generan filas así.
A la publicidad habitual se le suma la que mandan por mails, o por las redes sociales, que contribuyen nefastamente a despertar  deseos. También hay una agresiva campaña por teléfono. Yo no sé cómo se hacen con los números porque  hace años que saqué el mío de circulación de la guía—precisamente para evitar las invitaciones a comprar—. Me he vuelto cada vez más dura para contestar porque  el  personal viene cada vez más preparado para insistir machaconamente para que gestionemos tal o cual tarjeta de crédito, cuyas ventajas parecen ser extraordinarias. No es así. No hay nada extraordinario. Después de obtenida la tarjeta, y creerse que hay algún descuento conveniente, la tan magnífica tarjeta será cobrada como otra cualquiera engrosando nuestras deudas a pagar.
Ayer, por ejemplo, me llamaron para ofrecerme otra tarjeta bancaria. Al comienzo, se presentaron—tengo archiconocido el procedimiento—fulano o fulana de tal o cual institución. Seguidamente pidieron conmigo,  muchas veces por mi segundo nombre que uso únicamente en circunstancias muy especiales, y ahí vino la carga. Esta vez, era del Club Atlético Peñarol, —o por lo menos el que invocaron— del cual soy socia hace años. No iba a atender, porque el teléfono tiene contestador, pero después pensé que podía ser algún conocido de los múltiples que tengo en el exterior que  me llaman para saludarme, y, atendí. Después del habitual protocolo, una mujer, evidentemente preparada para exhortar hasta el cansancio, me dijo la consabida: “¿no le gustaría tener X descuentos en tales y cuales comercios con esta infalible tarjeta de crédito?” Le contesté que no; que no me interesaba, y que no insistiera. Colgué. A veces, vuelven a llamar inmediatamente,  y en esos casos,  dejo que  el contestador haga lo suyo.
Una única razón: No quiero tener más tarjetas.

El supermercado Disco, pasó del banco República—con el cual se generaban puntos para retirar premios— al banco Santander. Iniciaron una agresiva campaña para que el público aceptara el cambio de banco y tarjeta. Yo, ya la tuve, porque cuando trabajé en la Universidad, me pagaban con ese banco, pero la di de baja  porque una veterana jubilada  ¿para qué querría tener seis o siete tarjetas de crédito que no podría usar ni  pagar nunca jamás?

De todas maneras, la agresividad de las propuestas es insistente, porfiada y nefasta. Habrá que armarse para  resistir a toda costa. ¿No?

Bueno, pásenlo lo mejor que puedan, no coman ni beban en exceso, y regalen lo que les parezca, pero sobre todo, sean felices y no dejen de soñar con imposibles. ( Keanu: estoy esperando tu llamado.)  Es lo único que vale la pena. 

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