En estos tiempos navideños
que corren, —y siempre— su ausencia es muy notoria porque con su amabilidad
natural era el alma del taller Tulipano. Ella, fue la que consiguió la casa para hacer las
reuniones y la ofreció con su habitual generosidad.
Diego, fue su hijo del
alma, y también nos dejó reunir durante todo el año para leer nuestras
correspondientes tareas.
Además de esa amabilidad
tan característica, Alcira tenía un humor envidiable. Desenfadada, con una
sonrisa a flor de piel y con gracia, generaba comentarios jocosos entre todos
los presentes. No se le escapaba nada.
Por otra parte, escribía
como una verdadera profesional sin inmutarse por las correcciones que eran
pocas y siempre muy acertadas.
¿Qué más puedo decir de
ella que no se haya dicho?
Su ausencia es un dolor
inmenso, que sentimos en el corazón y en todos los momentos de reunión, porque
estaba siempre presente en todo instante, con sus comentarios repletos de gracia
y de buenos sentimientos. La quisimos con profunda ternura y con todo el amor
del mundo.
No tengo más palabras para
elogiarla. Era, además, una gran campeona del relato y del verso, y una amiga sincera para todo el taller. Fue
querida por todo el mundo, no había nadie que no lo hiciera.
Acompañamos el sentir de
todos con estas palabras que no podrán nunca darnos consuelo en la desazón de
la ausencia, pero que exhiben nuestros sentimientos a flor de piel.
Que descanses en paz,
querida amiga, fuiste un ejemplo singular para todos nosotros.
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