Respaldos para "asentar reales" |
Este año, emulando a la “vieja dama indigna” de Berltold Brech, me compré un abono para asistir al concurso de carnaval en el teatro de verano Ramón Collazo. Como siempre que se ingresa a “otro mundo”, hay que ubicarse y aprender a caminar despacito por las piedras. Concurrí durante más de un mes, porque las suspensiones por clima inhóspito alargaron extraordinariamente las funciones. El 10 de marzo de 2013, se hizo la última “Rueda de Ganadores”. Ver la primera y la segunda rueda, fue una experiencia inolvidable porque siempre que un espectáculo se ve más de una vez, parece diferente: le han agregado o suprimido algo, le cambiaron o renovaron el vestuario o la escenografía o el maquillaje y también el espectador “se pone” otros ojos para mirar. El lugar lo ubiqué sin dificultades. Las filas y los asientos tienen su correspondiente número. Indudablemente desde el punto de vista visual el mejor lugar es el central - señalado con la letra “B”-. Por suerte, el lugar que me vendieron era bueno. (Me lo mostraron en un impreso que me dieron para elegir entre los que aún no estaban vendidos, pero la bondad únicamente se aprecia después de estar en el lugar asignado.)
También comprobé que era ventajoso desde todo punto de vista ir temprano, porque como buen sapo de otro pozo mientras no comenzaba la función me podía dedicar a observar. La música que me recibía era “Corazón espinado” de Carlos Santana. Me hacía acordar a las “tibias nochecitas de febrero”-como decía alguna letra-, en la casa de mi tía, en la calle Chacabuco, desde donde se oía la música del Club Dublín que quedaba en la esquina.
Los abonados antiguos tienen establecidas sus formas de sociabilidad. Se conocen, se saludan, traen a sus niños, usan respaldos y almohadones- que les sirven para “asentar sus reales”-, traen vituallas. Muchos con matera, termo y mate. Antes y después de cada actuación forman pequeños grupos entusiastas en los pasillos o en el medio de las filas, fuman bastante-tanto hombres como mujeres- y hacen comentarios. Algunos vienen de lejos todas las noches. Se conocen con los comentaristas/periodistas de carnaval, y, los “liguilleros” o sea los que tienen el abono de la liguilla- selección final- tienen un trato más cercano con ellos, lo cual no es una casualidad. Una señora que se sentaba atrás me dijo que hacía 22 años que era abonada, y que había abonados aún más antiguos. Al principio, me trataban de “usted”. Después de la primera semana, cuando vieron que también iba todos los días, empezaron a tutearme. Los abonados liguilleros- es decir los que únicamente sacan el abono de la final- mantenían los mismos códigos y se reconocían entre sí también, pero mostraban-como ya lo expresé- más cercanía con los comentaristas. Una de las abonadas me señaló el lugar donde conseguir el “Momodiario”- el diario con las noticias de la jornada a llevarse a cabo- para leer durante la espera entre espectáculo y espectáculo. Son interesantes y coleccionables.
Ser abonada primeriza fue una experiencia singular. Tanto que ya me anoté en un abono del SODRE. Ya les contaré.
Abonados antiguos leyendo su Momodiario |
Un Momodiario |
Qué interesante relato de esta experiencia con Dios Momo en el Teatro de Verano. Estoy considerando hacer algo asi el próximo año. Sos una gran entusiasta de la cultura. Que disfrutes el Sodre también. Marlene
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