"La churrasquita"- imagen tomada de Internet- |
Fue uno de los
primeros electrodomésticos que llegó a mi casa de recién casada, obsequio de
las tías Stanley. No teníamos muchas cosas porque en la época que me casé aún
no se había desatado el consumismo feroz de la actualidad, unos pocos enseres
bastaban para montar el nuevo hogar y después se iría “complementando” paulatinamente-como
se acostumbraba- con otros objetos de uso. Jamás se me ocurrió tener una
juguera, o una cafetera. El café se preparaba “a la antigua” con una pequeña
cafetera que se dejaba “decantar” y después se colaba y se embotellaba. El jugo de naranja se sacaba con un exprimidor
manual de vidrio. Bien antiguo, porque era herencia de mi tía madrina que había
separado cuidadosamente varias cosas para regalármelas. Ella ya había cumplido
muchísimos años de casada y tenía
infinidad de cosas-incluso algunas repetidas- que venían a parar a mi
despoblado apartamentito de la calle
Petain.
Por lo tanto, la
churrasquita, nueva y preciosa, regalo de las tías, pasó a tener un lugar de
privilegio en la minicocina del “dedalito”- nuestro primer minúsculo hogar-.
No servía únicamente para hacer churrascos, también supimos
degustar unos deliciosos chinchulines, chorizos y morcillas. Una ensalada rusa
o mixta eran de rigor para complementar las delicias doradas.
Ella y una cocinilla Manzanares constituyeron los preciados tesoros
de mis primeros años de ama de casa.
La cocinilla Manzanares fue mi instrumento
número uno en la cocina. La compramos en el Manzanares del barrio, y la
empezamos a usar de inmediato. Le cerraba
el pase con cuidado, la mandaba “reciclar” cada tanto, y, después tuve otra
garrafa de recambio. Cuando se estaba por terminar la que estaba en uso, la cambiaba por la que estaba cargada. Supongo,
ahora que lo pienso, que probablemente era una bomba de tiempo, pero
felizmente, nunca tuve ningún accidente doméstico.
La churrasquita
duró muchísimos años. Después vino un
aumento enorme en el precio de la electricidad, y fue dejando de usarse porque
salía tan caro prenderla como comprar los ingredientes para cargarla. Ahora
tengo un asador más moderno, más grande, pero igualmente caro en cuanto al
consumo, por lo tanto, tampoco lo uso mucho. Más bien prefiero la plancha para
hacer churrascos,-antigua, de “la venta del peso”- (mi padre la había adquirido
en un remate viejo que vendía de todo por “un peso”). Ahora, debido a la
carestía, un pedazo de asado a la parrilla se convirtió en un increíble manjar.
La increíblemente vieja planchita de hierro me alcanza y me sobra. Es especial para churrasquitos, tostadas, y sándwiches calientes. Quedan espectaculares.
La antigua planchita- aún vigente- de la "venta del peso" |
La increíblemente vieja planchita de hierro me alcanza y me sobra. Es especial para churrasquitos, tostadas, y sándwiches calientes. Quedan espectaculares.
Otro preciado
electrodoméstico, llegó un día de Reyes, de sorpresa. – Mi esposo sabía que me gustaban los regalos que
no estuvieran previamente anunciados-
fue una “walita”-
La llamábamos por la marca- y era una batidora, licuadora, procesadora eléctrica- con forma de “varilla”- novedad del siglo pasado y muy popular después en las cocinas.
Bastante parecida a mi antigua "Walita"- Imagen tomada de Internet- |
La llamábamos por la marca- y era una batidora, licuadora, procesadora eléctrica- con forma de “varilla”- novedad del siglo pasado y muy popular después en las cocinas.
La cocina
eléctrica, -con horno ídem- fue otra sorpresa de mi esposo. Una tarde, al
llegar de trabajar, mi vecina me mostró
una hermosa cocina Ferrosmalt que me estaba esperando en su casa. También duró
añares- como era habitual- pero después no hubo ningún técnico que le pudiera
hacer andar el horno y entonces, la cambiamos por otra “combinada”. Sin embargo,
esa Ferrosmalt, hizo historia en mi cocina lo mismo que la cocinilla
Manzanares, o la churrasquita.
Ahora, los
jóvenes compran-o piden de “regalos colectivos”- objetos desconocidos inverosímiles,
que a mí ni siquiera se me hubieran ocurrido. Son cambios que se fueron dando paulatinamente sin que me
diera cuenta.
Vaya entonces,
mi melancólico recuerdo para mi humilde cocinita de los primeros tiempos, con muy
pocos enseres, donde una cocinilla Manzanares, una “walita”, una churrasquita y una planchita eran las reinas indiscutibles.