Cola para conseguir taxi en las tradicionales |
Llegamos otra vez a
las fechas más fatídicas del consumismo feroz.
No es la primera vez que
abordo el tema.
Ya lo hice en http://cosasdeviejucin.blogspot.com/search?q=las+tradicionales
Ya lo hice en http://cosasdeviejucin.blogspot.com/search?q=las+tradicionales
Pero insisto, porque también tengo claro que a medida que pasan los
años, se van agudizando los problemas referidos al consumismo. Se compra
cualquier cosa (sin importar el precio) porque queremos suplantar con un regalo
la carencia de afecto que no hemos manifestado en todo el año, y, probablemente
tampoco en mucho tiempo.
Los seres
humanos corremos como insectos enloquecidos en todos los negocios. Es cierto que hay mucho
incentivo originado en las agresivas publicidades de compra, que se obedecen
sin pensar en cómo se van a pagar las
inutilidades adquiridas, pero de todas maneras, es monstruoso.
Además de las
compras, se incentivan los gastos de locomoción. La foto que ilustra esta
crónica la tomé en la parada de taxis del Punta Carretas Shopping. En ninguna
época del año se generan filas así.
A la publicidad
habitual se le suma la que mandan por mails, o por las redes sociales, que
contribuyen nefastamente a despertar deseos. También hay una agresiva campaña por
teléfono. Yo no sé cómo se hacen con los números porque hace años que saqué el mío de circulación de
la guía—precisamente para evitar las invitaciones a comprar—. Me he vuelto cada
vez más dura para contestar porque el personal viene cada vez más preparado para
insistir machaconamente para que gestionemos tal o cual tarjeta de crédito,
cuyas ventajas parecen ser extraordinarias. No es así. No hay nada
extraordinario. Después de obtenida la tarjeta, y creerse que hay algún descuento
conveniente, la tan magnífica tarjeta será cobrada como otra cualquiera
engrosando nuestras deudas a pagar.
Ayer, por
ejemplo, me llamaron para ofrecerme otra tarjeta bancaria. Al comienzo, se
presentaron—tengo archiconocido el procedimiento—fulano o fulana de tal o cual
institución. Seguidamente pidieron conmigo,
muchas veces por mi segundo nombre que uso únicamente en circunstancias
muy especiales, y ahí vino la carga. Esta vez, era del Club Atlético Peñarol, —o
por lo menos el que invocaron— del cual soy socia hace años. No iba a atender,
porque el teléfono tiene contestador, pero después pensé que podía ser algún
conocido de los múltiples que tengo en el exterior que me llaman para saludarme, y, atendí. Después
del habitual protocolo, una mujer, evidentemente preparada para exhortar hasta
el cansancio, me dijo la consabida: “¿no le gustaría tener X descuentos en tales y cuales comercios con esta infalible tarjeta
de crédito?” Le contesté que no; que no me interesaba, y que no insistiera.
Colgué. A veces, vuelven a llamar inmediatamente, y en esos casos, dejo que el contestador haga lo suyo.
Una única razón:
No quiero tener más tarjetas.
El supermercado
Disco, pasó del banco República—con el cual se generaban puntos para retirar
premios— al banco Santander. Iniciaron una agresiva campaña para que el público
aceptara el cambio de banco y tarjeta. Yo, ya la tuve, porque cuando trabajé en
la Universidad, me pagaban con ese banco, pero la di de baja porque una veterana jubilada ¿para qué querría tener seis o siete tarjetas
de crédito que no podría usar ni pagar
nunca jamás?
De todas
maneras, la agresividad de las propuestas es insistente, porfiada y nefasta.
Habrá que armarse para resistir a toda
costa. ¿No?
Bueno, pásenlo lo mejor que puedan, no coman ni beban en exceso, y regalen lo que les parezca, pero sobre todo, sean felices y no dejen de soñar con imposibles. ( Keanu: estoy esperando tu llamado.) Es lo único que vale la pena.
Bueno, pásenlo lo mejor que puedan, no coman ni beban en exceso, y regalen lo que les parezca, pero sobre todo, sean felices y no dejen de soñar con imposibles. ( Keanu: estoy esperando tu llamado.) Es lo único que vale la pena.