´Foto tomada de Internet para ilustrar al Pepe de Kusturica |
Dicharachero,
alevoso, sabandija, a veces simpático,
transgresor, zaparrastroso y de pocas pulgas, así se presenta por todas partes
cosechando aplausos y críticas. Para
nosotros y para el mundo es “el Pepe
Mujica”, y así se catalogaron todas las cosas que propició: desde las viviendas
populares “para los pobres más pobres” hasta el asado—de calidad más o menos—que
también fue “el asado del Pepe”.
Los periodistas que lo entrevistan, no siempre
están de acuerdo con él, y muchos ciudadanos tampoco. Lo encuentran burdo,
tosco, con las uñas mugrientas, desaliñado, sucio. A él le importa un bledo que así sea. Estuvo sometido a las humillaciones más burdas del
universo, sufrió oprobios horrorosos, no
tiene porqué ser de otra manera. Y no lo es.
Otra foto de Internet: Es el Pepe, siempre. |
El documental de Emir
Kusturica no escapa a los lugares comunes: El Pepe que ceba mate, escupe el primero a un costado, le
da el siguiente a tomar, —con cara de pícaro y gran divertimento— (porque
Kusturica, como muchos extranjeros no sabe que hay que sorber hasta la última
gota y hacerlo sonar); la plaza
Independencia; segmentos de la peli “Estado de sitio” de Costa Gravas; fragmentos
de charlas con Rosencof y Fernández Huidobro, sus compañeros de batallas y de guerra.
Cada uno con su estilo inconfundible. Cuando Kusturica le pregunta si se
arrepiente de algo, él, pese a haber
sido un líder guerrillero, de lo único que se arrepiente es de no haber tenido
hijos.
Mauricio Rosencof, el
escritor y dramaturgo, mantiene su empaque y actitud, fue un joven de
buen ver, que participó de la lucha armada tupamara y no muestra
arrepentimiento en ningún momento ni de ninguna manera.
Eleuterio Fernández Huidobro,
el apodado “Ñato”, falleció. En el
documental se pueden apreciar sus juicios sobre sí mismo y sobre los rehenes
—que fueron nueve—
Sin embargo, el Pepe de
Kusturica, no es de ninguna manera el único. El verdadero Pepe tiene otras
facetas que le ha grabado la vida a cachetazo limpio, por aquello de que — “como
te digo una cosa, te digo la otra”—.
Si bien hay algún momento
donde recibe los improperios de un
contra, me parece que se mandó más de
una barrabasada que habría sido digna de recordar, porque el verdadero Pepe nunca se anduvo con
chiquitas. Hasta ahora, dos por tres insulta hasta a sus propios compañeros de
partido. Y más de una vez ha tenido que recular “porque se le fue la boca”
A mí me quedó grabado uno de
sus despropósitos geniales: cuando le dijo al periodista Néber Araújo: “¡No sea
nabo! “Y lo descolocó. No fue la única. Hubo muchas más. Pero no fueron—evidentemente—
del interés de Kusturica, al que le interesó más el Pepe del cual habla todo el
mundo: el Presidente más pobre del planeta, el que vive—según sus propias
palabras: “como vive la mayoría”.
La música está poblada de tangos argentinos,
que el Pepe y Lucía incluso tararean.
Por suerte, el cantante Julio Sosa era
uruguayo. Una pena, porque hubo grandes compositores uruguayos que habrían
merecido andar entreverados por ahí. Pintín Castellanos, por ejemplo.
La
mayoría—tanto en Uruguay como en el extranjero— admira al viejo guerrillero,
con su forma de vivir acorde con una
filosofía que lo ha caracterizado: la de la austeridad, la de que cuanto menos tenés es mejor, y que no se
necesita más de lo que él tiene.
Acorde con esa filosofía,
que llama la atención a todo el mundo, no vive en un palacio ni mucho menos. No es una
granja es un rancho paupérrimo, con las paredes descascaradas. Tampoco usa
pijama—sería un lujo— sino calzoncillos y camisa. Engancha sus chancletas y se
levanta así nomás. Va a la carnicería personalmente a buscar carne picada.
Comenta que Manuela le sale más cara que un chancho. (La película llevó su
tiempo, fue hecha antes de la muerte de
Manuela). Al volver a su rancho, se lo ve en plena tarea, preparándole la
comida, mientras Manuela se lame y lo observa como si fuera un dios. Y para
ella, — y para muchos— lo fue y lo es. Sin lugar a dudas. Parecería que para
Kusturica también—a juzgar por el documental—. Al menos, lo mira con devoción y
picardía. Y sus adeptos también. Pero, insisto, no es la única campana. Hay otras que habrían
merecido algún tañido para que la película no fuera la apología que es, ya que resalta la figura del Pepe pobre, el solidario,
el que vive en un rancho, con la mujer que eligió para compañera. El mismo que
dice que el amor es el mejor refugio. Y
quizás lo sea, por cierto. Pero faltan matices que los uruguayos sabemos que están por ahí. El
héroe también puede y tiene sus caídas, sus desmayos, sus falencias. Y también
lo sabe. Y tampoco le importa. Pero, decíamos, este Pepe es el “Pepe de
Kusturica”. Así se puede ver y también discutir y polemizar. Total a él, le importa un rábano.
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