En la traducción que leí, una
de ellas tenía una voz “congestionada”. —No
me suena ese vocablo en español—, tendría que leer la versión en inglés
para ver de qué se trata. Me inclino por
señalar que tiene timbre nasal— (la escuché en una entrevista y me pareció una
voz ronca, y con tendencia a la gracia).
Creo, sin temor a
equivocarme, que, a su manera, — muy particular, por cierto—, las quiso a todas
durante un lapso de tiempo, quizás a unas más que a otras, pero las quiso, es más las quiere también ahora, las trata y
las recuerda con afecto y admiración (que es una de las tantas formas que
adopta el amor a través del tiempo), por lo menos eso se desprende de sus
palabras.
La convivencia diaria no fue
fácil ni para él ni para sus parejas. Desde su primer matrimonio con una
compañera de estudios, de diecisiete años (él no tenía muchos más); con quien
discutía todo, hasta la última Soon-Yi,
—“la mejor”— con quien se casó, y, con la que convive desde hace veintidós
años.
La
primera: Harlene Rosen
Se casaron muy jóvenes:
diecisiete y veinte años. No tenían práctica de convivencia. Una falla muy
común. Nos parece, al principio, que “contigo pan y cebolla”, pero no es así.
Las desavenencias se dan en todos los órdenes y no hay manera de remediarlo. Se
paga un alto precio.
Estas son las palabras de
Woody para plantear los conflictos que tenían:
“Me alegraba mucho cuando ella no
estaba porque no había absolutamente ninguna cosa en la que nos pudiéramos
poner de acuerdo, ninguno de los dos era capaz de ceder en nada, y batallábamos
como asesinos profesionales en la Guerra de los Castellammarese. (Página 107).
Sabemos que la convivencia
puede ser nefasta.
Simples cuestiones como:
¿Qué vas a hacer tú? ¿Lavarás tu ropa? ¿Y los platos? ¿Quién cocinará? ¿Quién
hará los mandados? ¿Alcanzarán los ingresos para ir al cine o al teatro los fines de semana?
¿Podremos costearnos vacaciones? ¿Dónde?
¿Quién llevará y pagará las cuentas? ¿Quién calculará si los ingresos
son suficientes o si hay que conseguir alguna changuita para redondear un presupuesto estrecho? En el diario
vivir hay que aprender a negociar, a vivir con poco, a establecer límites, a colaborar de la mejor
manera posible.
Excesiva juventud y una gran
inexperiencia hicieron que ese amor juvenil desapareciera.
La
segunda: Louise Lasser: “La chica de la
cita doble”
Conocida, como muy bien describe,
en una cita doble. Fue un amor conseguido cuando estaba todavía casado con “su
carcelera”.
Louise Lasser era hermosa,
frenéticamente sexual, extravagante, y —por
supuesto— chiflada. Siempre le gustaron así. Hubo, nuevamente, una serie
de inconvenientes para vivir: hacía dieta, o se atiborraba de comida;
frecuentaba otros hombres, se despertaba a la noche hiperventilando
desastrosamente; salían a buscar el auxilio de un médico, regresaban y no
tenían la llave. En fin. Locura completa. Del todo. El atractivo físico, le
impidió ver a la mujer verdadera. Probablemente por ese frenesí sexual, la
recuerda así:
“Era Louise
Lasser; para pronunciar las eles de
su nombre tenía que emplear la lengua, lo que era inmediatamente sexual. Las eses tampoco las pronunciaba mal.”
En cuanto al frenesí
sexual, ese que deja boqueando al más valiente, no creo que haya otra frase mejor para
describirla que la que anotó Allen:
(Ella) “(…) que quiere lo que quiere, cuando lo quiere”.
La convivencia no fue para
nada pacífica y terminaron apartados; sin embargo, él guarda un recuerdo, no sé
si cariñoso, pero al menos, no se le nota rencor de ningún tipo. Aceptó que la
vida—y las mujeres que pasaron por su existencia—fueron así.
Pese a las críticas
negativas que hubo sobre esta autobiografía, creo que trató a sus mujeres con ecuanimidad. Tuvieron sus momentos felices,
y muchos de terribles peleas que impidieron la convivencia amable, pero cada
una dejó una estela de memorias.