martes, 8 de diciembre de 2020

CON CATA DE PALLEJA EN CERRO MÍSTICO DE MINAS

 



Durante la pandemia tuve que reacondicionar mis paseos. Viajes no pude hacer.  Hubo  un plan de reencuentro con colegas y ex alumnos en Miami, pero, debido a las condiciones actuales fue imposible. La pandemia frenó y mortificó-y aún lo sigue haciendo- todas las actividades habidas y por haber. Por eso, me reformulé de manera efectiva. Hubo una pequeña agencia de viajes y paseos que venía a domicilio, pero, en los últimos tiempos no cumplía con las condiciones del necesario aislamiento entre las personas—cuando lo manifesté, no  fue bien tomado  y me borraron de la lista, porque no recibí más itinerarios ni propuestas—. Pero, hecha la ley, hecha la trampa. Fui encontrando otras agencias que hacen lo mismo —algunas hasta ofrecen recoger en casa— por lo cual tampoco se constituyó  en un problema.

En el caso de Cisplatina— que es la agencia que más he usado en los últimos tiempos— no hay servicio domiciliario, por el momento, pero tampoco hay que recorrer la república para salir. Simplemente, nos esperan en Tres Cruces y de ahí salimos para el destino que sea. Va con coordinador propio, en este caso,  Andrés, —que fue preparado especialmente para lidiar con público mayor— y un chofer, Nicolás,  que también colaboró mucho y muy bien.

El último paseo que hice, fue para asistir a un taller de cocina de Cata de Palleja en el Cerro Místico de Minas. Salimos— ella también con nosotros, desde Tres Cruces, en el ómnibus, que como ya expresé va con el 50% de aforo— nos fue dando pautas de la distribución por grupos y tareas a realizar para el éxito del almuerzo que fue todo un extraordinario despliegue de color y belleza.

También recibió cada pasajero, una bolsa de Cisplatina con el recibo y las propuestas futuras de viajes y paseos por el Uruguay. Todas de reconocida calidad, más una bolsita de parte de Cata que contenía delicias de desayuno saludable.

Si bien es cierto que hay que cuidarse y cuidarse significa poner empeño entre todos— porque todos somos responsables por los otros— también es cierto que el esfuerzo que hagamos por protegernos redundará en una adecuada cobertura.

Yo he redondeado las propuestas de higiene,  con algunas recomendaciones maternales que me quedaron en la memoria:

* llegar a casa y sacarme toda la ropa—incluida la interior—  y ponerla en un lavado único—  

*bañarme de pies a cabeza— mi madre me bañaba con alcohol puro y después me “alcanforeaba” con  bolsitas caseras que adosaba a mis camisetas.

 Recuerdo que quedaba oliendo a desinfectante y que, si por alguna casualidad tenía alguna heridita, la misma me ardía y dolía a más no poder.

No sé si  serán efectivas las medidas maternales de protección, como ya saben, mi madre era partera, de las antiguas, — preparadas por los ginecólogos estupendos que supo tener este país— Las medidas me sirvieron en la época de la peste de la poliomielitis. Tuve compañeras que se enfermaron seriamente, y quedaron lisiadas, pero a mí, o me protegió la estrella materna  o tuve una suerte fuera de serie, porque mi madre nunca fue partícipe de no mandarme al colegio, o a la clase de ballet o a la de piano. Recuerdo la asistencia rigurosa  a misa—en esos remotos tiempos,  se exigía libreta de asistencia firmada por el cura —.

Tomando entonces, las debidas precauciones, me sigo aprontando para hacer alguna excursión como la que hice con Cata de Palleja en el Cerro Místico.

¿El lugar? De ensueño. Dan ganas de quedarse unos cuantos días respirando aire puro.

¿Cata? Una diosa de la nutrición y la cocina, con una simpatía desbordante y  una capacidad de organización sensacional.

¿Las comidas? ¡Nos quedaron de rechupete!

Pongo fotos probatorias*



¡Hasta pronto!

 

 

 

* Son mías, sacadas con mi celular

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