miércoles, 1 de septiembre de 2021

CORINTELLEANDO

 


En una época en que se usan tanto los imperativos como santanderizate, a mí se me ocurrió que este gerundio inventado podía darme material para escribir.

Leí a Corín Tellado en mi adolescencia. Alternaba las novelitas rosa con las de vaqueros. No quedaba ninguna sin alimentar mis fantasías y mis múltiples deseos inverosímiles de salir con el guapo de la moto rugiente, o el héroe de cine (a la televisión llegué tarde). La Tellado me sirvió inocentemente para nutrir mis sueños.

Las novelitas eran previsibles, en ellas todos los jóvenes eran altos, de buen porte, y las chicas hermosísimas. Los argumentos,  lineales, tenían siempre un desarrollo sencillo y por supuesto con finales felices. Las fantasías nunca me aburrieron. Porque sirvieron (y sirven, aún ahora, en el ocaso de mi vida) de alimento para el alma.

Es más, cuando  me enteré que Julio  Cortázar leía novelitas rosa me dio mucho gusto, porque si un famoso como él, las leía, a mí no me considerarían tan cursi.

Algunos títulos de las novelas  servían para prever las historias:

TE prefiero a ti

El novio de mi hija

Angustiosa esclavitud

Orgullo y ternura

Es mejor amante que marido

¿Por qué te quiero así?

Ambición

Déjame contártelo

No quiero ser falso

Dije que eran previsibles. Y lo eran. Pero ¿quién no alimenta fantasías en algún momento de la existencia? Yo estudié literatura, y de ahí también me habitué a las lecturas entre líneas de textos que en apariencia eran épicos pero que analizando en profundidad, tenían actitudes líricas en más de una ocasión.

¿Quién podía prever que en la Ilíada hubiera instantes de ternura inusitada en un héroe troyano? Y, sin embargo,  los hay. En el canto sexto, conocido con el nombre de “Despedida de Héctor y Andrómaca”, el niño se asusta al ver al padre vestido de guerrero y con el penacho que lo caracteriza como tal. Por eso,  llora. El guerrero que también es padre, se quita el casco para que el niño lo reconozca. Hace lo que cualquier padre haría en esa ocasión: vuelve a su condición de padre para mimar al hijo.

Y corintelleando, tengo que afirmar que:

“ El chico de la moto”  se casó conmigo. La moto, una Suzuki 250 de potentes niquelados nos paseó por todas las playas y nos duró más de dos años después de casados.  Por lo tanto, sigan soñando inverosímilmente, porque la vida es una ráfaga que camina a pasos agigantados y nos deja inermes en poco tiempo.

 

 “Colorín colorado, este cuento se ha acabado”.

  “VIEJO BARRIO QUE TE VAS ”   Desde que vivo en Punta Carretas, el barrio se fue transformando en forma lamentable. Hay construccione...