Suculentos manjares dorados |
Las tormentas de los últimos días han llevado a mi alma de gorda a acordarse de las gloriosas tortas fritas-emblema de los días lluviosos-
Cuando tenía nueve años, mi padre “me reclamó”-como decían mis tíos- y allá fui a dar con unos pocos bártulos a una casa con colchonería- el “negocio” que mi padre había montado para sobrevivir él con su familia en “la villa La Paz”-. Ahí fui perdiendo poco a poco mis empaques de falsa burguesita: las lecciones de piano, de inglés, de ballet, y el colegio de monjas, fueron abruptamente cambiados por obligaciones como secar la losa al mediodía y a la noche; lavar y planchar mi ropa, limpiar el dormitorio y sacar al perro Cacique a dar sus paseos de evacuación. Obviamente que la escuela privada también fue “suprimida” y fui a la escuela pública y mixta de cabeza.
Pocas cosas dulcificaban mi horrorosa amargura por la pérdida de mi madre y el cambio de mi placentera vida en Montevideo. Una de ellas eran las exquisitas tortas fritas que hacía La Mangacha. Las hacía tan bien que más de una vecina aparecía bajo el influjo del olorcito característico que salía en las tardes lluviosas por el garaje de la colchonería y se desparramaba por todo el barrio. Al menor amago de lluvia, La Mangacha sacaba su preciado instrumental: una olla renegrida de freír que se limpiaba únicamente con papel de estraza, el palote de amasar, la grasa, la sal y la harina. Con esos pocos elementos obraba las maravillas doradas. El negro Pinela nos había fabricado “un lujo”-como llamaba a cualquier cosa que no fuera absolutamente necesaria- se trataba de un palito de ceibo que servía para enganchar del correspondiente agujerito a la torta frita recién sacada de la grasa humeante. Cada miembro de la familia tenía el suyo. Así se podía comer el manjar crujiente sin ningún peligro de achicharrarse los dedos.
Los tortafriteros de Punta Carretas URUGUAY- no quedan dudas-¿no? |
Yo no sé si las tortas fritas son uruguayas o argentinas, porque todos somos conscientes de que cada vez que nos hacemos un nudo con las “pertenencias” empleamos el adjetivo: “rioplatense” para solucionarlo y lo aplicamos a diestra y siniestra: Florencio Sánchez y Horacio Quiroga-por poner dos ejemplos contundentes- eran “rioplatenses” porque nacieron en Uruguay, pero lograron fama cuando “cruzaron el charco”. Incluso hace un tiempo en fútbol, circulaba una especie de chiste que decía que “los mejores jugadores argentinos eran uruguayos”. En fin, no es de la nacionalidad de lo que quiero escribir, sino de las tortas fritas y de los tortafriteros-sus expertos hacedores- Ya recordé a la “tortafritera” de mi infancia, -Mangacha de “Villa La Paz”-, que las hacía tan exquisitas que tuvieron el don inigualable de reconciliarme con la vida.
En Punta Carretas hay varias formas y lugares para adquirirlas porque hay “tortafriteros” ambulantes y también establecidos. Sí, leyeron bien: “establecidos”, es decir que tienen local, están adheridos -incluso- a un sindicato. El cartel anunciador da como una especie de garantía de la calidad del producto que venden. ¿Cómo los encontré? Obviamente, todos los que hayan probado estas delicias, saben que las tortas fritas despiden un olorcito inconfundible y en los días lluviosos-no como el temporal del 19 de septiembre, sino esas tardecitas que comienzan con una tímida llovizna que permite desplazarse sin mayores problemas- es suficiente dejarse guiar por la nariz. La mía, experta desde la infancia en olfatear aromas “rioplatenses” inconfundibles como los de las tortas fritas, los de los “pan con grasa” recién horneados, el asado, las morcillitas y los choricitos a las brasas, me llevó solita, un día que andaba caminando por el barrio. Y no vayan a creer que soy la única. Vienen muchas personas tanto a pie como en auto que esperan con increíble paciencia su turno para llevarse a mordiscón limpio los deleites crujientes.
La que amasa las delicias |
El local está a la vuelta de mi casa, en la calle Joaquín Nuñez entre Ellauri y Miñones. Les recomiendo que de vez en cuando se olviden del colesterol y de la maldad de la grasa. La vida es muy poca cosa y no tiene sentido si no nos damos un gusto de vez en cuando. Acérquense y pruébenlas. Son delis, delis y saben hacer “crunch, crunch, crunch”.
Debajo de la bandera uruguaya: "El Sindi"..... ¿Qué tal? |