El camastro salvador |
Este tema no es ninguna
novedad, ni en mi blog ni en la sociedad. Hace tiempo que los montevideanos venimos sufriendo
por culpa de este mal que se llama “contaminación acústica”, que viene de la
mano de otros males mayores: la burocracia y la pérdida de
referentes.
¿Alguno de ustedes ha sufrido la horrenda transformación de un barrio que era
residencial y que de golpe y porrazo- con regulaciones que son harto permisivas- de pronto, lo
convierten, en absolutamente comercial y
turístico?
Eso es lo que ha pasado-y sigue pasando- en el
barrio Punta Carretas.
Yo vivo en el barrio desde
1995 y soy una involuntaria testigo
estupefacta de su transformación negativa para los residentes-es decir para los
que no venimos a hacer compras o a
pasear, sino que vivimos-o malvivimos- acá-.
La instauración de locales
comerciales y hoteles, -en lugar de las derrumbadas casas de clase media-, ha traído –como consecuencia- más ruido.
Como se han perdido los
referentes de los valores de la convivencia y a nadie le importa nada del mal
que le pueda ocasionar a otro, y como las autoridades se pasan la pelota unos a
otros en una burocracia inútil y sin consecuencias, los vecinos vivimos en un
espantoso clima que daña más y más
nuestra calidad de vida. Los comercios, para “atraer” al público, ponen
parlantes en la calle, con algo que para ellos es música. A ese ruido musical
no deseado, tenemos que agregarle el de las alarmas –sin respuesta- que en
medio de la noche, “se disparan” sin nadie ni nada que las detenga porque en
este mes de enero, muchos locales han “cerrado por licencia”. Se van, dejando
una alarma que ni siquiera tiene en la puerta algún cartel que indique quién la
colocó, y quién se hace responsable de su programación o de su cuidado.
Por esa razón, en estos
días, me armé un camastro en la cocina- único lugar “protegido” de mi apartamento
porque el resto da para la calle-. El camastro entra apenitas-como lo pueden
ver-. De día, lo levanto-como si fuera un camping- y de noche, cuando tengo
toda la tarea terminada, lo vuelvo a “armar”. La cocina tiene una puerta de
vidrio esmerilado grueso- resistente al ruido-(hecha ex profeso); además cierro-también-
las puertas de las otras habitaciones. De esa manera, me acondicioné un
“refugio” donde conciliar el sueño sin que me despierten las intromisiones de
las alarmas destempladas, o los ruidosos camiones que levantan los
contenedores, con un barullo indescriptible, o los remiseros, taxistas, y
omnibuseros que paran en el hotel-que, para completar mi desgracia, construyeron pegado a
mi edificio-, y que hacen-por supuesto y
cómo no- todo el ruido que se les ocurre. Ya se sabe que desde hace años, acá
se habla a los gritos- como Tinelli, o como Petinatti- y todo el que se precie
grita igual o más, aunque sean las tres
de la madrugada.
La puerta de vidrio hermética |
Hay una alarma que se “dispara” constantemente
desde que el local cerró por licencia. Es el de Caro Criado. Empecé una
peregrinación para ver por dónde podía localizar a la dueña- en el local no hay
ningún cartel que indique quién es responsable por esa alarma-. Hoy le mandé un
“twit”. No sé qué éxito tendré. Con
las “autoridades” no tuve ninguna suerte. Ni con la Policía, ni con Bomberos, y
mucho menos con el Centro Comunal Zonal Nº 5 donde fui personalmente, el martes
7 de enero de 2014, día hábil-los otros días estaba cerrado-. Me atendió una
joven, pero a su vez, otro empleado que estaba en el escritorio de atrás, se
encargó de decirme que “no era el lugar para hacer la denuncia”; que tenía que
ir al piso 9no. de la Intendencia Municipal de Montevideo. Yo insistí, porque
sé que hice anteriormente otra denuncia
y la hice ahí, en ese mismo centro comunal. Sin embargo, se puso
de manifiesto que no estaban dispuestos a que llenara el formulario
correspondiente. Para esos efectos, trataron de disuadirme diciéndome que “iba
a demorar mucho más”. La joven me extendió este papelito que fotografié como
“prueba” de que fui, de que estuve, de que traté de ser atendida como una
ciudadana que paga todos sus impuestos. Pero no hubo caso. Después del papelito, me tuve que ir. Nadie me
dio más pelota. Cada uno siguió con lo suyo-que no sé lo que es- aunque la verdad es que nunca lo supe.
Única respuesta-inútil- del Centro Comunal Zonal Nº 5 de Punta Carretas |
¿Se pueden solucionar los
problemas? Sí. Siempre y cuando se pueda saber quién es, o será el organismo encargado de solucionarlos.
En países civilizados, hay entidades que
se hacen responsables para que unos ciudadanos no abusen de otros; las
autoridades toman medidas y hacen cumplir las reglamentaciones, se elaboran mapas de ruido, se obliga a
colocar barreras acústicas a las fuentes que lo producen, se hacen controles
periódicos-bien hechos-, se toman medidas en el entorno para que desde
determinada hora, no se produzcan excesos que impidan la conciliación del
sueño. En algunos casos hasta se eliminan las fuentes molestas. Pero acá no;
nadie se hace responsable porque la burocracia es tan brutal que no hay
responsables en esa maraña donde nadie sabe qué hace ni para quién.
Cuando sonó la alarma hace
un rato,-porque de a ratos sigue sonando- llamé al teléfono que dice “de día”. ¿Ustedes
me contestaron? El teléfono tampoco. ¿Soy
la única perjudicada? No. Consulté con el
propietario del Quiosco Ellauri, que también es despertado a media
noche, cuando la alarma se “dispara”- suena un rato y se apaga y así sucesivamente-. Por supuesto, que la oye y se despierta, pero
considera “que no se puede hacer nada”. Si no es esa alarma, es otra. La
población está como resignada a ser vapuleada sin derecho al pataleo. La
burocracia es absolutamente siniestra. Estamos perdidos en un mar de empleados
públicos cuyos sueldos pagamos todos los otros ciudadanos, pero sin ningún
efecto positivo.
Hay una ley, la 17.852 del
año 2004. Parece que le pasaron la pelota al Ministerio de Vivienda. ¿Pero, a
quién dirigirse? No se sabe.
Nadie sabe. Montevideo se
ha convertido- lamentablemente- en una ciudad
kafkiana.
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