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Este aviso fue sacado de circulación por las protestas en las redes sociales
Yo lo encontré en Internet
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En la actualidad de una manera u otra me tengo que ocupar de
Teodoro- por las dudas aclaro que es mi gato-. Todos los meses lo llevo a la
veterinaria. Lo han vacunado, le han cortado las uñas y también castrado. Indudablemente
está destinado a ser un gato solterón de apartamento. Le tocó vivir con una
vieja viuda. Tal cual describe Julio Cortázar a su Teodoro que entra “en
religión”, también con una vieja, a
medida que envejece, con su platito de leche y tal y cual. Pobrecito. Este también.
Venía la última vez, cantando bajito- yo, no él- y casi poco menos que me
tropecé con una mujer en la puerta de la iglesia. Sentada en un banquito,
gorda, joven, y aparentemente, sin ningún defecto físico a la vista. Apenas me
vio me dijo: “¿Una ayudita”? No le
contesté nada. Obviamente. Pero pensé- y sigo pensando- que esas mujeres
necesitan la disciplina del trabajo, y ganarse la vida, como me la gané yo
cuando salí a los quince años a ganarme la mía. Pero claro, fui educada en
forma distinta. Apenas empecé a crecer, me di cuenta de que algo que le
molestaba mucho a mi padre era que le pidiera dinero. Yo no lo hacía con
frecuencia porque sabía que –habitualmente- el horno no estaba para bollos. Me
bancaba salir con mis compañeros de liceo, y como una campeona no tomaba ni comía nada porque
no tenía ni un cobre para pagármelo. Pero, al llegar a los catorce años, me
empezó a interesar vestirme mejor, y, tener algún peso para moverme en
condiciones similares a las que tenían mis compañeras de curso. Las que tenían
madre y padre, tenían siempre dinero para comprarse un refresco en los paseos,
o incluso, hasta algún sándwich. Yo no. No me daban para esos “lujos” -porque
todo lo que no fuera la comida habitual de la casa, todo, absolutamente todo lo
demás, para mi padre, era superfluo-. Si
yo insistía- creo que lo hice alguna vez, con la esperanza de ser tratada como
las otras- la respuesta era esta: - “pero che, sos como ciego para pedir”- y
esa respuesta lapidaria, además de dejarme sin palabras, me dejaba-también-
fuera de toda discusión. Por eso, apenas pude, me conseguí un empleo, y con él,
o mejor dicho con lo que me quedaba de lo que ganaba- porque mi padre decidió
que tenía que colaborar “con los gastos de la casa”- pude vestirme mejor, y
tener en mi bolso, algunos pesos para sustentar mis salidas. Yo sé, ahora, a la
luz de los años vividos que lo hacía para educarme. Fue duro, riguroso, pero
aprendí. No tuve otra.
Entonces, ahora, cuando veo tanta gente sin trabajar,
pasando sus días al pedo, pidiendo
dinero con tanto desparpajo, siento dolor porque lamentablemente no veo ninguna
solución.
Hay mendigos por todos lados o pedigüeños o similares. Se
dijo que la IMM los iba a sacar, y que iban a hacer “un relevamiento” de las
condiciones de los pedigüeños. Sobre todo si se trataba de niños. La medida
duró lo que un lirio. Veo niños por todos lados, con una cajita de curitas, o de agujas o de estampitas, o de mejorales, encubriendo
con esa carátula de venta, lo real: que están pidiendo.
La mendicidad se ha vestido de diferentes ropajes
encubiertos. Están los lastimeros que fingen enfermedades,- como en alguna
secuencia de “El Lazarillo”-; los que
hacen cuentos, -por Punta Carretas circula una tierna viejecita que hace un
cuento muy verosímil- pero que es una reverenda y absoluta mentira, porque hace
añares que viene haciendo el mismo- y también tenemos los “artistas
callejeros”- que también “trabajan” para ganar moneditas. No sé si cumplen
horario o no, pero sí sé que están incluso sustentados en sus “esfuerzos”. Hace
poco leí algún artículo periodístico que
los documentaba y contaba sus habilidades. Hay payasos, malabaristas, magos,
cantantes, músicos, “cuentacuentos”, de
todo. Hace poco vi, en un ómnibus capitalino,
a un “improvisador”. Mientras maniobraba un aparatejo que hacía ritmo, les pedía palabras a los pasajeros y con
ellas “armaba” un rap. Menos laburantes al antiguo estilo, hay de todo. Ninguno que largue para las ocho
horas. No. La manga también se disfraza de artista. Y no niego que los hay muy
buenos, pero no trabajan, simplemente hacen algo para vivir de una mendicidad
disfrazada de arte.
También tenemos las empresas que piden dinero para causas
nobles. Obviamente yo no dudo de que las
causas sean nobles, lo que señalo es que
también se tratan de resolver pidiendo o haciendo colectas-que es lo
mismo-. Si en estos días, se dan una vuelta por El Disco, con seguridad que le
pedirán algún peso para el Pereira Rosell o alguna otra institución. Y en la
puerta del Shopping, encontrará a una viejecita que fuma y viene con su propia
sillita, que también le pedirá “una ayudita”.
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Llueva o truene. Todos los días, la manga institucionalizada en la puerta del Shopping |
Además encontrarán con sus
carpetas a los de
“Médicos sin fronteras”, o a los de “Un
techo para mi país” o a los de Mc Donald... Nadie se queda sin pedir. ¡Faltaba
más!
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"Médicos sin fronteras", de a tres o cuatro en la puerta del Shopping Punta Carretas
Conste de que NO digo que no sea una causa noble, lo que digo es que todo se resuelve-o se
trata de resolver- mangueando a los ciudadanos que ya tienen demasiado con sus propias deudas, con los impuestos que hay que pagar sí o sí, y con la inflación que hay que bancar sí o sí también. |
Y, por si todo esto fuera poco, también tenemos el fomento
del ocio por otros medios. Si tenemos un feriado-como el día 25 de agosto de
2016, que cayó en jueves. ¿Por qué no hacerse un sanguchito con el 26 que es viernes? Así tenemos, el 24 la noche de la
Nostalgia o de los Recuerdos, más el feriado-pago- del 25 de agosto, y, además,
le podemos agregar el suplemento del 26. Más el fin de semana. Claro. ¿Por qué
no? Mi padre se moriría de muerte bien muerta-como dice la otra bloguera del Cuque-
ante tantos días libres. El Ministerio de Turismo sacó un avisito que tuvo que
retirar por las protestas que aparecieron en las redes sociales. Yo lo puse al
principio de esta crónica.
Se terminó la cultura
del trabajo que promovían nuestros antepasados. Sumada la escasez de trabajo
que se va generando porque cada vez se precisan menos seres humanos y más
máquinas van tomando su lugar, terminaremos
– horror de los horrores-en un mundo vacío, ocioso, gobernado por máquinas como
en la mejor novela de ciencia ficción que ya será, sin lugar a dudas, la más cruda de las
nefastas realidades.