Bobby y Vonnie en una escena de amor- imagen tomada de Internet- |
Tengo que reiterar una vez más que soy incondicional de
Woody Allen, por eso, todo lo que filma
sigue manteniendo mi interés. Café Society no es una excepción. Sigo apreciando
su perverso sentido del humor, alrededor de las situaciones que dota de un sarcasmo que las torna más agridulces. Además,
en esta película hay una estupenda recreación de ambientes-que incluye la música-
que envuelve totalmente al argumento.
Los temas también son los clásicos de él. Los que viene planteando y exhibiendo
de distintas maneras en sus películas, incluidos los paisajes y los tiempos. En
este caso, se pueden apreciar unas hermosas “postales” de su ciudad preferida:
Nueva York, y de Los Ángeles,- en los
años treinta del siglo pasado- Ambas ciudades hermosas y comparables -sin desmedro de la una por la
otra-.
No voy a cometer ninguna infidencia si digo algo del
argumento porque aparece en todas las críticas: tanto en las positivas como en
las negativas:
El protagonista –Bobby- es un neoyorkino que presionado por
la madre- judía como corresponde- se va a Nueva York a solicitarle empleo al
tío ricachón-hermano de la madre-. Las diferencias de clase auspiciadas por las
económicas y de prestigio son notorias y se manifiestan desde el comienzo. El
tío está “tan ocupado” que lo hace ir varias veces antes de recibirlo. La
presión materna, persuasivamente insistente no permite que Bobby claudique. Y
aparece ella: la secretaria del tío, que ya lo enamoró, y logrará que el sobrino también la adore. La
triangulación- tío, sobrino, y secretaria- se arma como en la mejor comedia de
enredos. ¿Con quién se quedará Vonnie? Pero
no está allí lo más interesante, porque aún separados y sin chance de
verse otra vez, el fuego del pasado resurgirá y los dejará pensativos a los dos en una de las
circunstancias más melancólicas: una fiesta de fin de año.
Hay un contenido importante que no siempre se ha tenido en
cuenta:
Lo que se ha vivido
en el pasado, queda marcado para siempre en la memoria, y aparece de vuelta
cuando menos se lo espera. Y esto ocurre aunque los seres dejen de verse, de
tratarse, de tocarse, de besarse, y de experimentar la total atracción física del uno por el otro, porque el sentimiento o lo que sea, que alguna vez los unió, persiste y se
manifiesta en ese territorio muchas veces inhóspito, oscuro y desconocido de
los sueños.
Dije al principio que están los grandes temas de Woody:
El amor y sus insondables destinos regidos por
el azar y las circunstancias de los cambios a través del tiempo, el sexo al
principio y después- en este caso se habla de después de la maternidad, la
religión- o mejor expresado: las religiones: una sin esperanza en el más allá,
otra que ofrece la vida eterna-; la finitud de la vida- muy notoriamente
acentuada en varios pasajes, incluidos los que son graciosos-.
¿Por qué se le reprocha al cineasta que “no tenga nada nuevo
que decir”, si-realmente- lo que dice lo dice y lo hace muy bien? Al fin y al cabo, no hay porqué pedirle
que haga en cada nuevo filme algo novedoso,
porque - como muy bien expresa Bobby-:
“La vida es una comedia escrita por un cómico sádico”.
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