La cantante argentina "Gilda"-imagen tomada de Internet- |
Hay una etapa en la vida en que se entran a hacer balances
de lo que se ha hecho y porqué. Yo creo que estoy en esa onda ahora, cuando ya no me quedan tantos cortes de pelo, y una se va
sintiendo más frágil y con más nanas. Esta última palabreja de lenguaje
infantil, la uso en el sentido de “enfermedades” que se nos van viniendo sin
que sepamos cómo ni por qué. Usualmente, son enfermedades que vienen en
nuestros genes, las recibimos de nuestros antepasados y pese a los avances
científicos, no siempre hay un remedio o una solución efectiva.
En mi caso, después de los setenta se me declaró una artrosis muy dolorosa que me
tiene a mal traer. Me hizo reducir
actividades y seleccionar únicamente alguna que aún puedo realizar.
Hoy me desperté pensando en cuánto me gustaba bailar y lo
poco que lo hice. El baile es un
entretenimiento estupendo que disfruto hasta ahora. A mi
marido no le gustaba, únicamente concurrió a los bailes liceales con la
finalidad de conquistarme, pero después pocas veces lograba arrastrarlo. Y no
bailé mucho más. Este año, ya con esta artrosis declarada, de todas maneras,
aún sueño con recuperarme para poder volver a tomar algunas clases. Nada extravagante por supuesto. No me
voy a convertir en bailarina destacada a los setenta años, ni voy a ir a
competir en “Bailando por un sueño”. Pero me sigue ilusionando. Se dice que
Isadora Duncan, dijo alguna vez: “Yo podría bailar ese sillón”, destacando así,
la idea de bailar lo inimaginable.
Yo no sé si podré “bailar un
sillón”, pero si el dolor me deja, sé que lo intentaré, porque el baile me
genera un goce indescriptible.
En mi juventud, los
bailes en los clubes servían para conocer gente y sociabilizar. Se estilaba bailar
con orquestas- como muy bien se describe en la letra de “Conversación” de
Mauricio Rosencof, (“La Margarita”), había una “típica” y una “jazz”.
“La encontré en una velada familiar
matinée bailable del Club Tuyutí
yo era muy diquero y así cuando la vi
saqué un cigarro y empecé a fumar
ella impresionada tuvo que admirar
la cancha de hombre conque recibí
su endomingada aparición que agradecí
con la leve seña de querer bailar
La tía que en el baile es todo un rango
le pregunta a la nena donde vas
pero al verme inofensivo con aire de guarango
le dice suficiente andá nomás”
Entonces le hablé bailando un tango
que le gusta más la típica o la jazz
matinée bailable del Club Tuyutí
yo era muy diquero y así cuando la vi
saqué un cigarro y empecé a fumar
ella impresionada tuvo que admirar
la cancha de hombre conque recibí
su endomingada aparición que agradecí
con la leve seña de querer bailar
La tía que en el baile es todo un rango
le pregunta a la nena donde vas
pero al verme inofensivo con aire de guarango
le dice suficiente andá nomás”
Entonces le hablé bailando un tango
que le gusta más la típica o la jazz
Muy rica y descriptiva en lenguaje popular: “la velada
familiar de “matiné bailable” en el club de barrio, era a horas tempranas. Ser
“diquero”- se usaba más bien con la
estructura de “darse dique”- en el sentido de presumir o alardear-. El varón
invitaba a bailar con un gesto de la cabeza: “la leve seña”. Otro rasgo de
época: los clubes deportivos auspiciaban bailes o encuentros bailables
familiares, adecuados para todo público. Las jóvenes eran llevadas por sus
madres, o por la “institución” “tía” -que era una verdadera institución ya que decidía con
quién bailaba la “nena”-. Si el sujeto invitante, inspiraba confianza- en este
caso, “por el aire de guarango”- se entiende inofensivo, le daba permiso porque
no había maldad ni peligro, probablemente muy joven y sin malas intenciones a
la vista.
En la última línea hay una pregunta que era muy usual, y la tomé textual para el título:
” ¿Qué le gusta más, la típica o la jazz?”
Rompía el hielo, y además, servía para decir unas cuantas
bobadas mientras se bailaba.
Orquesta de jazz-imagen tomada de Internet- |
Al haber sido arte y parte de esos “romances de barrio”, me
quedó el gusto por las orquestas populares. Las más famosas producían una
inconfundible música con ritmo. Bailaban hasta las mesas y las sillas.
La Argentina tiene un fenómeno especial con la bailanta, el
cuarteto, y la música de estilo tropical
que acá se ha despreciado hasta el infinito. No es mi caso, porque la música
tropical, o “la jazz” –como dice Rosencof- formó parte de mi juventud. No puedo dejarla de lado como si no
hubiera existido. Supe sacudirme y divertirme con su ritmo.
Por todo eso, fui a ver “Gilda, no me arrepiento de este
amor”.
La película es un
homenaje a la cantante argentina de música tropical que perdió la vida en 1996
en un accidente carretero junto a tres de sus músicos, su madre y su hija mayor.
Está protagonizada respetuosamente por Natalia Oreiro y consigue en más de una
ocasión emocionar a los espectadores. De
acuerdo a lo que se puede saber, no tuvo una vida fácil, había perdido al padre
a temprana edad y era una maestra de
Jardinera, que se casó a edad temprana y
tuvo hijos, pero en determinado momento de su vida, luchó para lograr el sueño de su niñez: ser
cantante. Y lo logró. Con esfuerzo,
dedicación, una voz agradable, y unas composiciones pegadizas que escribía ella
misma.
Lo mismo que el cantante cuartetero Rodrigo, logró fama como santa popular. La gente
humilde confiaba en sus manos como generadoras de curación.
También como Rodrigo, murió a edad temprana en pleno auge de
su popularidad. La canción que más trascendió se llama “No me arrepiento de
este amor”. Yo tampoco me arrepiento.
No me arrepiento de haber ido a ver la película, no me
arrepiento de mi gusto por la música tropical, y por todo lo que tiene olor a
origen popular, como el carnaval. Al fin y al cabo, en este recodo de la vida,
finalmente, voy aprendiendo a aceptarme como soy. Con mis luces y mis sombras. Esta
película biográfica de una luchadora, me
devolvió el ánimo. Reafirmó mi convicción de que los sueños hay que
perseguirlos siempre. Así que artrosis: vade retro! Porque apenas se me calme
el dolor pienso -como dice la milonga “Baldosa floja”- :
“seguir bailando mientras las tabas me den con qué”.
Hola Alfa ! Que linda entrada. Todos esos recuerdos de la tipica y la jazz, por ahí no lo vivi tanto, era chica, pero me acuerdo de las chicas más grandes.
ResponderEliminarRespecto a los bailanteros, adoré a Rodrigo, me encanta y siempre que puedo lo escucho. Lloré su muerte. Me parecía un personaje muy querible.
A Gilda nunca la sentí nombrar mientras vivió, luego se fue transformando en ese mito. No fui a ver la peli. Daban esa y El ciudadano ilustre y fui a la otra. Tal vez un día la pasen por tele y la vea.
Un placer haber leído esta entrada. Gracias por la poesía. He leído bastante a Rosencof.
Espero que puedas mover las tabas muy pronto. Saludos.
Publicado por Laura Arena para Cosas de viejucín a las 1 de octubre de 2016, 13:40
Haz clic aquí si quieres Responder o Reenviar el mensaje
0,89 GB (5%) ocupados de 15 GB
Administrar
Condiciones - Privacidad
Última actividad de la cuenta: hace 20 minutos
Información detallada
Este comentario de Laura Arena, lo tuve que publicar yo porque pese a que le di varias veces "publicar" no apareció.
Eliminar¡Gracias por tus buenos deseos, Laura!
EliminarYo también quedé con esa frase que puse en mi facebook cuando mamá me dijo "vamos a ver la película sobre Gilda". Y si, "no me arrepiento de haberla llevado". Primero poqrue valió la pena la actuación, el respeto y el trabajo de Natalia Oreiro para representar Gilda. O sea, hago mias tus palabras. Creo que ya las había expresado en mi fb. Segundo me encanta como relacionas la música, el baile, la artrosis la vida. Cuando vemos una película y relacionamos es excelente señal para llegar a la conclusión de que valió la pena haber ido al cine.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Marlene.
Eliminar