Comensales en uno de los boliches de La Rural |
Ya me habían dicho que estaba medio chaucha, pero, como este era el
último fin de semana, fui ayer a dar una vuelta. Se nota la cantidad de público
que va en busca de ofertas: aceites, condimentos, jabones, ropa, adornos. Pero
todos buscan (buscamos) los artículos de las tres “B”- (bueno, bonito y
barato). No siempre se logra. Me traje, eso sí, una lata de pimentón picante
Carmencita a cien pesos. No sé si estará más o menos al mismo precio de
supermercado, pero este tiene el gusto de haber sido comprado en la Rural.
Caminé un rato, a mi ritmo, que
no es muy rápido, por los puestos más relevantes. Hay de todo en la viña del
señor. Desde hermosas prendas tejidas o bordadas a buen precio,-o sea caro- como otras de menor calidad y a precio más
accesible. No era mi intención comprar ropa. En general, prefiero hacer las
compras de prendas en algunos locales
que ya conozco y que tienen talles para mujeres que comen. Sin embargo, como
por mirar no se cobra, pude ver algunos artículos elegantes y de buen tono. No
vi- eso sí- a nadie comprándolos.
Había unas cuantas argentinas-
notorias por las pilchas, la voz sonora, los cortes de pelo asimétricos y los
pelos blanqueados- las canas se pusieron de moda así que ya las lucen sin
problemas-. Se meten en todos lados, preguntan, sea o no sea su turno, y no
compran nada porque bobas no son.
Después de mi pequeña compra,
empecé a buscar un lugar donde meterme a comer un churrasco. Finalmente, aunque
no me gusta absolutamente nada, hice cola, y entré en un local donde se
promocionaba la carne Angus. Después de un rato de espera, me asignaron una
mesita chueca- no estaba para elegir mucho- El mozo me tiró la carta, me dijo
que “todo salía al mismo tiempo”- porque yo le pregunté qué era lo que salía
más rápido- Pedí un bife ancho- que resultó angosto- bien cocido- que salía con
un puré de boniato. Es cierto que no
demoró mucho, pero el puré vino frío, el
churrasco era minúsculo-para el precio- y la cerveza “tirada”- probablemente
desde la azotea-, resultó un medio vasito de morondanga.
El bifecito, con el puré frío y la cervecita de morondanga |
Al lado mío se sentaron cuatro argentinos
jóvenes. Dieron vuelta la carta para arriba y para abajo, se preguntaron todo,
comieron “compartido”- como hacen ellos- y dejaron una propina mínima. Lo supe por los
comentarios que hicieron los mozos. Lo menos que les dijeron fue: “roñosos”. La
verdad, es que el asunto de la propina, aunque no está establecido en ningún
formulario, tradicionalmente era un diez por ciento de la consumición. Incluso,
en algunos lugares, la estipulan/sugieren en la carta. En Estados Unidos, en
varios lugares donde iba a comer, era el 15% y guay de que no se dejara lo
establecido. Podían salir a la calle, rociarte con nafta y prenderte fuego.
Incluso, en algún caso, vi salir al encargado de salón a reclamar “el
servicio”. En fin. Yo también pienso que el que machetea una propina es un
roñoso despreciable. Tuve una amiga roñosa al máximo. Y no solo con sus pesos, sino con los míos.
Cuando yo dejaba algo más, apartaba un tanto y me decía: “es mucho, guardate
algo”. Finalmente, harta de su roñez, dejé de salir con ella. Todo tiene un
límite y yo hace tiempo que pienso que no tengo porqué tolerar pelotudeces de
ningún tipo.
En los puestos de la Rural, por
suerte, la mayoría de la gente resultó amable. Lo que me ayudó a pasar bien la
tarde.
El paseo al aire libre, siempre
es gratificante.
Precios |
A la vuelta, había problemas de
locomoción. Ni loca me iba a tomar un taxi hasta mi casa, así que caminé por
Lucas Obes, hasta encontrar una parada. Esperé el 76 –que da la vuelta al mundo-
y pude hacer un lindo paseo en ómnibus pasando por distintos barrios.
No se conforma quien no quiere.
La cerveza con más espumita que otra cosa |