Ordenando la casa y la vida con Marie Kondo |
Como se puso tan
de moda el método de ordenamiento de Marie Kondo, me compré uno de sus libros en Buenos Aires. Si bien hay muchos
videos en youtube, pensé que sería mejor leerlo para ver cuál era la filosofía
de guardar/ descartar.
Pero la moda
“Marie Kondo” continuó, al punto de que Netflix subió una serie en la cual
Marie Kondo, respaldada por una traductora, visita las casas de diversos estadounidenses hambrientos de organización.
Los hay muy variados. Desde parejas, hasta viudas que acongojadas, no pueden
resolver de qué y cómo deshacerse de los enseres de sus maridos fallecidos. Ese
capítulo fue para mí uno de los más conmovedores. Yo también tuve que luchar (y
aún lucho) con las pertenencias de mi esposo fallecido. No me fue fácil
deshacerme de algunas cosas de valor
sentimental. Y lo hice-y lo sigo haciendo- en etapas. Primero la ropa- que se llevó el
hermano, sin importar si le servía o no- luego los libros- que se llevaron sus
colegas abogados- y por último lo de
valor sentimental. (Aún tengo objetos de
los cuales no me desprendí: sus títulos universitarios; sus cartas, sus dibujos
alusivos a diferentes circunstancias de la vida.) Sé que algún día tendré que
deshacerme de TODO- o lo tirarán todo a la basura, mis deudos- pero ¡luchó tanto por esos títulos! ¡Fue tan
amoroso como esposo! Los objetos sentimentales no tienen ningún valor
económico; es muy probable que sea lo primero que tiren los deudos cuando me
muera, y, sin embargo, yo los mantengo en una caja que compré con ese
propósito. En fin. Ya veremos Marie Kondo si te hago caso o no.
En las redes
sociales he leído de todo: desde entusiastas expresiones de agradecimiento,
hasta las más mordaces (y procaces) expresiones de denostación. En realidad, en
las redes, está el método “KonMari” explicado por las personas más heterogéneas.
Más o menos todos hemos captado el asunto de guardar la ropa en “rollitos”-
resulta práctico hasta para armar una valija-.También es práctico deshacerse de
las cosas que no usamos y que pueden servir a otras personas. La japonesa hace una especie de oración para
“saludar a la casa” y también despide a las cosas “con alegría”- quedándose
únicamente con las que despiertan “felicidad”. Lo difícil del procedimiento es
darse cuenta de cuáles son los sentimientos
que provocan los objetos. Yo lo he resuelto como he podido y lo sigo
resolviendo de la misma manera. Me despierta alegría lo que me sirve, y me
disgusta lo que me queda chico porque me recuerda que tuve tiempos mejores. Así
de sencillo. No guardo nada que me quede chico. No creo que tenga voluntad para
bajar treinta kilos que me hagan volver al peso de mi juventud. Lo único que
lavé y guardé, es una blusa que supo ser blanca-talle 46- y que la usé cuando me casé. En la actualidad parece la
blusa de una niña, pero la llevé cuando tenía veintiún años y pesaba sesenta
kilos. Más bien me produce “nostalgia de
los tiempos que han pasado”,-como dice el tango SUR- pero no me dio el coraje para descartarla. En
realidad, no me despierta alegría sino azoramiento (¿cómo pude caber en esto
tan chiquito?), y me retrotrae a remotas épocas- de cuando era feliz a más no
poder y no me daba cuenta.
No me pude desprender de ella. Ahí está viendo pasar el tiempo |
Según Kondo, hay
que elegir meticulosamente lo que se desecha y lo que queda. Así ha sido
siempre. A la japonesa hay que felicitarla, porque puso en marcha una
industria: va a las casas, las saluda,
fabrica cajitas para archivar, señala como descartar, como doblar, como
ordenar y se va siempre con una sonrisa. Al fin y al cabo, todos tenemos que
hacer lo que podamos con los
cachivaches. ¿Se puede lograr un ordenamiento mejor? Sí, se puede. Además, se puede prescindir de más de un objeto
obsoleto perdido entre los placares. Es un esfuerzo que vale la pena.
Orden estilo Marie Kondo- la verdad es que se ocupa mucho menos espacio- |
Las críticas
mordaces se detienen en la meticulosidad del excesivo descarte. Por ejemplo,
yo, por ahora, no puedo quedarme con
nada más que treinta libros. El año
pasado descarté todos los de docencia, pero aún así tengo más de dos mil
ejemplares. Muchos tienen conmigo un profundo arraigo sentimental. Me los
buscaron y regalaron personas queridas. Están dedicados, señalados, escritos, y llevan parte de mi alma. Así que ahí se quedan,
como mudos compañeros de vida.
–Como señalaba Cortázar:
“Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo”.
“Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo”.