miércoles, 22 de mayo de 2019

MOTIVACIÓN


Hace muchísimos años, cuando yo era chica,  una maestra de canto trataba de enseñarnos a cantar  una canción de Aníbal Sampallo: “Río de los pájaros pintados”. No se usaba entregar la letra escrita, sino que se aprendía de memoria, estrofa por estrofa. Yo cantaba lo que oía. En primer lugar cantaba “TOR” (que no tenía ni idea de lo que significaba) y después “casita”-es decir una casa chiquita-. Así fue ese primer año. Más adelante, cuando tuve el debido conocimiento supe que lo que yo cantaba era un verdadero disparate. En los pagos de mi padre, que era de Treinta y Tres, conocí a una “torcaza”- y lógicamente lo que decía la canción era eso: “torcacita” pero una niña de ciudad que jamás en su vida había visto una, no tenía ninguna manera de saberlo.

 Ya mayor, tomé unos cursos para” mejorar la conversación” en inglés. En la prueba final pusieron una canción del “reno de nariz roja”. No entendí un pepino. Quedé muy angustiada. Al llegar al colegio le comenté a un amigo norteamericano de mis zozobras en la prueba. Y sin dudar me cantó la cancioncita sin ningún empacho. Claro. Pertenecía a su cultura. No a la mía. Yo jamás había visto a un reno “de verdad”-y menos de nariz roja-. (Debo confesar que  ahora tampoco).
En base a varias de esas circunstancias,  me di cuenta de que la “comprensión lectora” depende de muchas “variedades”  y no únicamente del significado de palabras- que pueden ser múltiples y de muchos colores-. Aprendí técnicas para enseñar  “comprensión” en mis clases. Hice de todo. Presentaba canciones, para “rellenar” con palabras clave, para ver si habían captado además del significado “literal” el (o los) metafóricos. Con suerte distinta según los casos. Hace poco, después de muchos años, un ex alumno me contactó para decirme que se acordaba de una práctica que le sirvió para la vida. Me hizo muy feliz. Por cierto.

Durante muchísimos años una de las mayores preocupaciones de mi preparación para las clases estuvo relacionada con la motivación. Trabajé en algunos liceos de Montevideo durante mis primeros años, pero después, por circunstancias de la vida, terminé enseñando en un liceo norteamericano.
Ahí me bajé del caballo. No conocía el sistema, y tuve que adaptarme, haciendo cursos que me habilitaran al nivel exigido, que, muy distinto al uruguayo,  era  demandante y complejo. Ya desde el primer día me lo señaló el Director: “La entrada es a las ocho”.  Y agregó: “American time, not Uruguayan time”. Con eso estuvo casi todo dicho. Enseñé  más de veinte años en la institución y después- a la mínima edad exigida (60)-me jubilé.
Hace poco, en una de esas limpiezas “tipo Marie Kondo”, tiré todas las carpetas con ejercicios, canciones, poemas, y estrategias obsoletas en la actualidad. Pensé: “Ya no debe haber ninguna docente que utilice canciones para “rellenar blancos” y “fijar vocabulario”, como yo lo hacía”. Pero apareció  este antiguo alumno que me contactó para decirme que sí  se acordaba de una canción que yo había llevado a clase para “llenar blancos” y “desentrañar” significados. En ese caso, llevé –incluso- el título en blanco. Era “Canción para….”  Y, después de considerar el vocabulario y “rellenar” debían poner canción “para quién”. Ahora, después de tantísimos años, me confesó que, a partir de la letra de la canción, empezó a prestar atención a los “significados” de letras y poemas, porque logró entender que las palabras se llenan de significado cuando se comprenden a conciencia.
Felizmente, la canción aún aparece en youtube. Fue emblemática de una generación, y después se siguió- y  sigue- cantando en la “noche de la nostalgia”. Esa fiesta uruguaya que tanto nos caracteriza.


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