Marcó época en el siglo pasado |
A mí me gustaron siempre.
Uno de los predilectos de mi madre era el
Chanel Nº 5. Probablemente porque según tengo entendido, la diva de los 50, Marilyn Monroe, había dicho que dormía
desnuda, “solo con unas gotas de ese perfume”, y con esa declaración había dejado boqueando a
más de uno.
Fue un perfume
que marcó toda una época. El que tengo es antiguo, y ya no tiene el mismo
aroma, pero cuando recién lo compré me traía a mi madre, vestida con elegancia,
de trajecito, tacos altos, cartera— haciendo juego con los zapatos y los
correspondientes guantes—. Siempre la recuerdo bien vestida, incluso con su ropa de fajina: túnica almidonada,
gorro y zapatos de taco. Todo blanco.
La ropa quedaba,
almidonada y planchada en una percha y, a la mañana, muy temprano, se
duchaba, vestía y perfumaba. Dejaba una clara estela de su presencia cuando se
iba.
Cuando se
preparaba para salir de paseo, hacía un show que me encantaba. Se maquillaba con mucho esmero y naturalidad: labios bien rojos y uñas
al tono. Se sacaba el exceso de rouge con una servilleta de papel que dejaba
impresa con sus labios, y se observaba, muy coqueta, en el espejo. Invariablemente
al final, iban las gotas de perfume atrás del lóbulo de las orejas, y en las
muñecas.
Otro, que usaba con
frecuencia, se llamaba “Maderas de Oriente”. Traía en su interior, un pedacito
de madera, que, supongo, representaba el nombre del mismo. Efectivamente era
una fragancia “amaderada”, que mi madre sabía llevar con su elegancia habitual.
En mi
adolescencia y juventud, tuve varios favoritos, según las circunstancias.
De mis años
mozos, recuerdo el perfume Ô (de Lancome).
Embriagador y persistente.
Hubo dos
más que marcaron mi juventud y estilo: Arpège y Lou Lou, con características similares. Sin embargo, el que más me gustó y usé por
bastante tiempo, mientras fui novia de uno que trabajaba en el aeropuerto, —él,
se lo compraba a las azafatas viajeras y tenía el prestigio de
venir de París, con su aroma francés—, se llama (o llamaba porque no lo usé
más), Ma Griffe. Me lo regalaba con los cartones de cigarrillos mentolados Salem que yo fumaba sin
ningún remordimiento.
¿Dónde
quedaron esos perfumes de antaño—como el Ma Griffe— que recuerdo con tanta
precisión como las primeras medias negras cancán que tuve en mi vida?
Irresistibles |
Después,
paulatinamente, me fui mudando a
otros perfumes, —siempre buscando que fueran persistentes—.
Últimamente me
he quedado con tres: Extravagance, Giorgio y Charly. Cuando se tiene una cita,
no hay nada más aconsejable que usar uno de ellos: si el tipo llega a tener
algún compromiso, deberá bañarse antes de irse— porque son sumamente
perceptibles para todas las mujeres—conejo—. Por lo tanto, no se pueden escapar de ninguna manera. Por
otra parte, si lo que se quiso es “marcar presencia”, si no se logra con alguno
de ellos, se pueden ir olvidando del susodicho. No lo atraerán nunca más con
ningún otro aroma. Demostraron ser inamovibles. Pero si la atracción se
produce, es decir, si se relaciona el aroma con la mujer que lo lleva, aún
mareados hasta el vértigo, no se irán más. Eso, denlo por seguro. Totalmente.
Pero eso sí: hay
que lograrlo. Inténtelo con Giorgio. Después me cuentan.
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