Este verano, debido a varios
cambios forzosos que tuve que efectuar,
me quedó más tiempo disponible. Después de las lecturas, Netflix es una buena
opción de entretenimiento.
Sirve para incorporarse sin enormes esfuerzos |
Además
de las docuseries interesantes, he
visto desde sus comienzos Grace and Frankie.
Las primeras entregas me resultaron amenas, jocosas y livianas. La sexta
temporada es bastante más ácida. Explota más el humor negro con respecto a lo
que por acá llaman “los adultos mayores” o los “de la tercera edad”. Obviamente
que los protagonistas son octogenarios y septuagenarios; a excepción del
“nuevo” marido de Grace que tiene alguna década menos, pero todos ellos se
destacan por tener un buen sentido del humor por momentos hilarante, que, de
todos modos, deja hilos que nos llevan a pensar que la vida es así; que por más
que nos cuidemos y que los médicos nos receten esto o lo otro, llega un momento
en que las articulaciones nos cobran los años vividos y no nos dan lo que se espera de ellas.
Evita romperse la crisma |
En una comedia vi a un marido explotar una
debilidad de su esposa: le apretó todos los frascos de la cocina de manera tan
efectiva que no los podía abrir de
ninguna manera (la obvia solución era:
perdonarlo y llamarlo para que la auxiliara). Yo también me curé en salud en
ese aspecto: tengo pinzas de todo tipo que pueden abrir cualquier cosa. Me
falta conseguir que los clavos se mantengan en su sitio sin romper las paredes.
A mí siempre me gustó bailar. En un crucero
que hice, se armaban grupos de baile con instructores. Las que íbamos “sueltas”
siempre teníamos a mano a alguno de los danzarines. A mí me tocó uno joven,
ágil, que daba las vueltas como un trompo. Lamentablemente pese a todos los
esfuerzos que hice no lo pude seguir.
Mis giros eran muchísimo más lentos. Primera comprobación de que los sesenta/setenta
no son los quince.
Después de mis ejercicios de Taichí, voy a
desayunar a un conocido lugar de plaza. Los que vamos después de las once, somos todos veteranos. Todo privilegio tiene sus oscuridades: vi a uno de
los más avanzados en edad, pedir ayuda para poder incorporarse. Lo miré
aterrada y me curé en salud. Me siento cerca de algún lugar que me pueda servir
de apoyo en caso de necesidad.
Inclinarse, sentarse, y pararse han pasado a ser palabras mayores.
Yo, con la misma idea, ya tengo un calzador
largo para los zapatos.
El artefacto, me evita tener que agacharme
demasiado con el consabido dolor de cintura o espalda.
Con los ejercicios de
gimnasia me pasa lo mismo. Fui dejando
los que me fueron resultando excesivos y traumáticos, y me quedé con los de Taichí;
además, hago únicamente los que puedo
hacer. Los de equilibrio ya me cuestan mucho, así que los practico arrimada a
una columna o pared. Es probable que en breve, tampoco los pueda hacer. Hay varias
que se hicieron esguinces y se quebraron brazos. La edad trae también más
fragilidad. No es lo mismo curar un esguince a los veinte que a los setenta.
Puedo asegurarlo.
Otro peligro inminente en
estas edades son las bañeras altas. Hay que subirse a ellas con sumo cuidado,
tratando de agarrarse de donde sea para no resbalar y romperse la crisma.
Con respecto a los inventos
de Grace y Frankie, creo que el
último no lo necesito. Ya me las
ingenié para ese menester lo mejor que pude, a juzgar por las fotos.
De todas maneras, sigo
atentamente la serie. No sea que encuentre otros menesteres que me vengan bien.
Levanta-cortinas eléctrico. Evita el enorme esfuerzo |
Con la edad falla la vista,
las rodillas, la memoria, el equilibrio.
Lo único que nos queda es “curarnos en salud”. A medida que se envejece, hay
que ir buscando sucedáneos que nos hagan
la vida soportable.
También me queda la cada vez más peregrina idea de que Keanu Reeves, aparezca
por mi casa. No puede demorarse mucho. Tiene 55. En breve será un sexagenario.