El éxtasis de Santa Teresa Bernini-foto tomada de Internet- |
A muy temprana
edad, me desayuné sobre el particular porque
mi madre era partera y recibía—y yo leía sin ninguna prohibición— unas
revistas que se llamaban SEXOLOGÍA. No traían dibujos como los aterradores libros
de medicina donde veía enfermedades venéreas de distinto calibre, ni nada por
el estilo, porque más que nada eran
didácticas. Así supe para qué servía
cada cosa. Por lo tanto, nunca fui sorprendida en mi buena fe, ni ningún médico
me recetó ninguna pomadita para frotarme donde podía—sin lugar a dudas—
experimentar placer.
En esas revistas, se
explicaban los distintos tipos de orgasmos que podía tener una mujer. En fin. En mis primeros escarceos sexuales, lo más exótico fue intentar el sexo tántrico —más por novelería que por
otra cosa— con un hermoso caballero árabe, que me gustaba montones, con un
cuerpo esbelto, musculoso y duro por
todos lados, pero, quizás porque no
estaba preparada, no tuve
orgasmo vaginal, con gran disgusto del bombón cuya hombría se vio perturbada
por una flaquita perchenta que le decía que sí, que él le gustaba a rabiar,
pero que no y no y que nada de nada.
El placer lo descubrí hace
añares, con un paciente novio. Y no fue por penetración, sino por franeleo—como comúnmente se decía—. Y
fue tan placentero que no intenté nunca nada más porque el susodicho me dejaba
totalmente saciada y con las mejillas sonrosadas de satisfacción.
Todo este prolegómeno para
decir que me tienen pasmadísima unas series de televisión de los últimos
tiempos, con escenas eróticas, donde las
jóvenes apenas son acariciadas, empiezan a gemir—enseguida— como si estuvieran
en el séptimo cielo. Me dejan completamente estupefacta. Perpleja. No sé cómo logran esa rapidez meteórica.La verdad.
Sé, — por cuentos—que muchas
fingen para dejar contentas a sus parejas. Es una manera de transar. Es como masturbarlo para sacarle
la ansiedad. Sin embargo, el orgasmo femenino requiere una ardiente paciencia
de ambas partes. Él no puede distraerse por nada del mundo. Ella, necesita que el tipo le guste a rabiar y que
le preste toda la atención concentrada. Nada ni nadie puede ser más importante en esos
momentos.
En el arte se pueden
encontrar ejemplos escultóricos que fueron cuestionados en su tiempo. Por
ejemplo: “El éxtasis de Santa Teresa”, de Bernini. La actitud de la santa se
confundió con una expresión orgásmica—yo creo que el éxtasis profundo debe ser
algo por el estilo— Pero Bernini se defendió con un fragmento descriptivo de la autobiografía de la santa:
Una vez un ángel hermoso se me apareció sin medida. Vi en su mano una larga lanza con fuego sobre el punto.
Pareció golpear mi corazón un par de veces. El dolor era tan real que gemí.
Pero ninguna alegría terrenal puede dar tanta satisfacción. Era tan grande el
dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me
pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni contenta el alma
con menos que Dios.”
Al que le sirva el sayo que
se lo ponga. ¿No?
En películas, hubo hace unos
cuantos años, una que recreaba una situación de fingimiento femenino. Se llama
“Cuando
Harry conoció a Sally”.
Hubo países donde no se pudo
exhibir sin cortes porque—pese a los
avances— seguimos siendo pacatos.
Les pongo el enlace para que lo pinchen y vuelvan a verla. A mí me sigue divirtiendo la cara de papanatas de él. Y la expresión de la señora de enfrente: "I'll have what she 's having".
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