Durante muchos años en casa se llevó una lista que se llamaba- y se sigue llamando-
“Venga y atrévase a soñar”. El título
estaba inspirado en un programa de entretenimientos que conducía Berugo
Carámbula. Allí anotábamos las propuestas más inverosímiles de un futuro que
nos parecía inaccesible: no teníamos auto, no teníamos casa, no teníamos plata,
no teníamos nada de nada; pero sí teníamos muchísimas ilusiones. No sabíamos
cómo, pero ahí estaban muy campantes haciéndonos soñar. Probablemente estaban
auspiciadas en nuestra extrema juventud que nos daba alas para muchos sueños
disparatados.
De noche, vencidos por el cansancio de extensas jornadas de
trabajo, soñábamos en voz alta. Iremos a tal o cual lado, tendremos tal o cual
casa, nos compraremos tal o cual auto. Y así seguíamos hasta que el
sueño-rodeado de tantas ilusiones- nos adormecía y nos llevaba felizmente
lejos.
Yo hice-antes de salir a ningún lado- muchos viajes de estilo
literario ambientados por los libros que leía. Todos magníficos libros que entregaban conocimientos por medio de la
lectura atenta, sin salir de la casa.
Viajar de verdad, pertenecía a las ensoñaciones que teníamos con diversos
panoramas soñados. Así desfilaron por nuestras mentes, varios lugares de
América y de Europa, con sus correspondientes lugares y destinos. No se trataba
de algunos de los viajes que después hicimos auspiciados por agencias de viajes
que trasladaban pasajeros como ganado, con guías locales cuyo espíritu
era compartir nada; con gestos hoscos- más siendo latinos, despreciados, por
ser confundidos con porteños y sin ninguna consideración por la diferencia de
pertenecer a un país pequeño, vecino de Argentina, pero con una impronta
propia- no porteña, obviamente-.
Supimos tempranamente que eso no era lo que queríamos.
Necesitábamos “atención personalizada”,
que la invocaban pero no la daban jamás porque eran guías sin ningún tipo de
vocación. Habían agarrado ese laburo porque no había otro que les permitiera
ganarse un sueldito para solventar la vida en una ciudad cara y sin
posibilidades de progresar en nada.
Nadie les dijo- como hizo Martin Luther King a los suyos- que
había que ser “bueno”, sin importar el tipo de trabajo, Si era un barrendero,
tenía que ser el mejor de los mejores, porque esa actitud le permitiría en el
futuro, enfrentar mejores trabajos con mejores sueldos y, con posibilidades de
progreso. Copié el texto de King, al cual le corregiría algo de la estructura, pero, como lo quiero citar tal
cual, así lo transcribo, porque igual se entiende:
„Si un hombre es llamado a
ser barrendero, debería barrer las calles incluso como Miguel Ángel pintaba, o
como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía poesía. Debería
barrer las calles tan bien que todos los ejércitos del cielo y la tierra puedan
detenerse y decir: aquí vivió un gran barrendero que hizo bien su trabajo. “
Fuente: https://citas.in/frases/68288-martin-luther-king-si-un-hombre-es-llamado-a-ser-barrendero-deberia/
Por eso, considero que los viajes tienen que ser como el que
hizo Ovejero (China para hipocondríacos) o Saramago (Viaje a Portugal): cada uno
disfrutando las diferencias, investigando, si se daba el caso, y sobre todo
disfrutando de todo con mirada de asombro.
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