Discutí hace poco sobre este tema: los puntos de vista. Hay algunos que son inadmisibles, , y otros, que van cambiando según pasan los años y las circunstancias.
Hoy, fui al Shopping Punta Carretas con la finalidad de hacer un par de mandados. Con ninguno de los dos tuve suerte.
En el primer caso, me tocó una vendedora de mal genio que pretendía que yo me corriera para darle paso a otra que había hecho una compra después que yo. Mientras tanto, yo buscaba mi bolsa portátil—ya se sabe que las cobran y, como mi adquisición, era ínfima, no quería pagar más nada que el producto—. Pues, la joven, de muy mal talante, retiró mi compra del mostrador, me mandó para un rincón donde penosamente, pude extraer mi bolsita auxiliar para guardar lo comprado.
En el otro caso, se trata de un libro, que tuve, que leí y que quiero releer para hacer un trabajo de un taller. Se llama “Lágrimas en la lluvia” y la autora es Rosa Montero. Me comentaron que está “agotado”—término que por acá significa: “no lo tengo”— Insistí en que no es un libro viejo descatalogado ni nada por el estilo. Incluso, se publicó hace poco la trilogía de Bruna Husky- la tecno/ androide/ replicante/ que es la detective protagonista de las tres novelas, porque en breve, habrá una serie sobre ella y sus aventuras. No hubo caso. “—Está agotado, señora— insistió el vendedor con tan mal talante como la primera tipa que me atendió y me hizo sacar mis pertenencias del mostrador antes de finalizar la compra.
En los dos casos que relaté salí triste y abatida como lechuza en panteón.
Pero el centro de este relato no son las compras frustradas de hoy, sino el recuerdo de una profe que para mí fue señera en mi carrera, porque se preocupó para que yo siguiera escribiendo textos alusivos a lo que me mandaban. Y lo hacía con gusto. Me prestaba los textos, yo leía extraía conceptos y después leía mis engendros en el Obelisco de Las Piedras, muy feliz con la distinción.
Ella se llamaba Julia Añorga.
Ya escribí un texto sobre ella y sobre su esposo, el pintor José Gurvich—de nacionalidad lituana que vivió en el Cerro— Pero en cambio, para una amiga, que también fue alumna de ella, la destrató de tal manera, que terminó odiándola con toda su alma.
Como ven, los puntos de vista, difieren con los años, las circunstancias y las situaciones. Para mí fue un ángel. Para otros, no.
*Foto tomada de internet: la profesora Julia Añorga, con su esposo el pintor lituano José Gurvich-
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