lunes, 25 de julio de 2011

Tamaño baño o talle LXX

Yo no me di cuenta de que había engrosado de tamaño hasta que un día en el Shopping vi a una gorda que tenía un buzo igual al mío. Al aproximarme al espejo, me percaté-con gran consternación de mi parte- de que la gorda era yo. Desde hace más de quince años, encontrar la ropa adecuada se ha convertido en una verdadera odisea.

Hace unos días, entré a un prestigioso comercio de ropa a comprar una blusa blanca que vi en la vidriera. La vendedora cuando vino a atenderme, traía puesta su cara de pocos amigos. ¡Le interrumpí el descanso o el ameno mensajeo por celular! Conste de que en la vidriera estaba anunciado que tenían hasta el talle 56, porque a estas alturas con mi altura y peso ya sé que no todos los comercios tienen prendas donde quepa toda mi humanidad. Me trajo la prenda con muchas X, pero las medidas no se ajustaban ni remotamente a la realidad. Cuando le comenté que los talles llenos de X no se correspondían exactamente con los tamaños adecuados, la cara de pocos amigos se llenó de arruguitas y con una mueca que hizo con la boca me hizo sentir peor que la señora Margarita, la gorda de cuerpo inmenso de “La casa inundada” de Felisberto Hernández. Por último me espetó, mordiendo las sílabas: “Esto es lo que hay, señora”.
Creo haber leído en algún periódico que se había establecido-por lo menos en la letra- que los comercios de venta de ropa debían tener todos los talles. Lo que no se estipuló es la medida que deben tener, porque si se llenan de X y no se corresponden con los tamaños, se convierte en una excelente jugarreta para cobrar un “plus” por “talles especiales”-como también se les llama. Tenemos, además, el agravante de que, como en el país ya no se confecciona casi nada, la mayoría de las prendas son importadas de China o Vietnam, lugares donde las personas son de baja estatura y de menudas proporciones. No abundan los seres “tamaño baño” y por esa razón, los LX de ellos siguen siendo pequeños.
Tampoco hay variedades de vestimentas que puedan ser llevadas dignamente por una mujer mayor. Casi todas las tiendas exhiben esas prendas juveniles que se usan superpuestas, y que he visto también en alguna desubicada bellota morocha teñida de rubia. (Pasada la cincuentena toda morocha que se precie, de pronto, como por arte de magia, sigue el consejo de su peluquero y sin pensar en sus cejas negras, se vuelve rubia).
En la tienda observé dos malas actitudes: la de los propietarios que engañan con el cuento de que “tienen todos los talles” y la de las vendedoras que carecen totalmente de la habilidad necesaria para vender y resolver una situación con buenos modales.
Yo sigo buscando una blusa blanca acorde a mi tamaño.
Me fui para mi casa “humillada y ofendida” y de esas dos sensaciones penosas salió esta nota.

1 comentario:

  1. Leído y compartido, Alfa, las tamaño LXXXXX, inmersas en esta cultura Occidental y cristiana, siempre nos veremos en estos bretes para conseguir ropa. Por suerte en mi ciudad cuento con un (1) local donde tienen ropa para mi, adecuada y moderna. Besitosssssss

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