Pabellón Cuba de la Feria del libro en la Habana |
Auto estacionado en el Hotel Acuario |
Belleza arquitectónica de la Habana |
Me comuniqué por mail con Fabián Severo-uno de los coordinadores- y
me dijo que podía ir al viaje aunque no perteneciera al grupo. Asistí a un
par de reuniones, calibré el precio, el itinerario, lo que se ofrecía y como
uno de mis sueños era conocer el Caribe,
me gustó la idea de comenzar por Cuba.
No tengo dotes destacadas de sociabilidad pero procuro adaptarme -como
puedo- a las circunstancias. En las
reuniones me di cuenta de que no era la única “cuentapropista” que viajaba. Durante
el viaje, como siempre me pasa, hice amistades con las otras cuentapropistas y
también con las que iban del taller El Rincón y otro Taller de apreciación literaria Misterio coordinado por Raquel
Larrama. Fuimos de “cada pueblo, un paisano”-como decía mi
padre. Aún así, se conformó un grupo
solidario que hizo frente a las dificultades.
El viaje fue con escala en
Lima. No hubo demoras. Todo fue dentro de la rutina prevista. Sin embargo al
llegar a la Habana tropezamos con el primer inconveniente: nos recibió Daniel
Mazzarovich con una mala noticia: el hotel asignado no tenía lugar. Al parecer
fue un error de fecha de la agencia SIUR
que en lugar de “febrero” adjudicó “marzo” a la fecha del viaje. Difícil de
creer porque íbamos a la feria del libro que era en febrero. ¿Error de empleados? ¿Falta de supervisión?
Está por verse. Lo cierto es que fuimos trasladados a un hotel en las afueras
de la Habana: Acuario. El otro que creíamos asignado estaba enfrente al
pabellón Cuba de la Feria del Libro.
Hubo protestas de todo
tipo y colores. En el grupo había unos cuantos cronopios- que como sabemos se
ne fregan de todo- pero también había varios famas que querían las etiquetas en
su sitio y que armaron una batahola sí y otra también. El hotel Acuario es una
belleza de varios edificios con falta de
mantenimiento en algunos sectores. A mí me tocó una habitación extrema. Cuando
llegué después de la caminata, encontré que la habitación había sido ocupada
anteriormente y aún estaba sin hacer. Volví otra vez a la recepción donde me atendieron
con cara de culo pero mandaron una camarera que me dejó la habitación impecable. Conversé con
ella y le di propina. Al día siguiente hasta me dejó una botella grande de agua
mineral.
Hubo un grupito que agarró
para la Habana.
Yo decidí que lo más
prudente para mí era darme un buen baño, cenar y descansar. El buen baño me lo
di con agua fría. Minga de agua caliente. Me hizo acordar a las vacaciones en los pagos de mi viejo
cuando me bañaba en el bebedero de las vacas. Entre pitos y flautas no sabía dónde iba a cenar
así que volví a la recepción donde la misma recepcionista con cara de culo-más
de culo que nunca- me dijo marcando las sílabas que e-lla- ha-bí-a da-do to-
das- las in-di-ca-cio-nes- al in-gre-so. Entonces yo también puse mi mejor cara
de orto y le contesté con mi clásica voz
metálica y también separando las sílabas que yo- es-ta-ba a-ten-dien-do- el
pro-ble-ma de la ha-bi-ta-ción su-cia- y que me
hi-cie-ra el -gran –dí-si- mo fa-vor de a-se-so-rar-me.
Parece que la sorprendí
porque me dijo donde era el restaurante Kilimanjaro, aunque el odio de su
mirada no se atenuó. Yo por las dudas salí haciendo las señas correspondientes
para evitar las malas vibras de sus ojitos.
Al día siguiente fuimos a
la Feria del Libro y compramos libros a precios irrisorios. Hubo lectores
talleristas y no talleristas. De todo un poco como en botica.
El almuerzo demoró una
vida, pero todo es así en Cuba. Si se protesta el cubano le dice: “¡Esto es Cuba!” Con una
sonrisa de oreja a oreja que desarma al más malhumorado. Otra respuesta posible
es: “ahorita viene”- y ese “ahorita” pueden ser diez minutos, veinte o media hora. Y siempre con la misma
sonrisa. Imposible resistirse.
La Visita Cultural a la
Casa de las Américas la dejo para otro entrega.
Creo que les va a gustar.
(Continuará)
Después de múltiples extravíos encontré el pasadizo para llegar a mi habitación 3810 |