El libro de Cristina Peri Rossi |
Cuando en febrero
de 1984, me enteré de la muerte de Julio Cortázar, me convertí de inmediato en
una de sus viudas. Fue uno de mis amores. A esa fecha, había leído todo lo que
había caído en mis manos, pero sobre todo Rayuela. En uno de los cursos de
Literatura Hispanoamericana, la profesora Ivonne Uturbey, gran admiradora de
Cortázar, nos había dado la oportunidad de leerla y desmenuzarla de punta a
punta. Éramos en ese entonces, un grupo heterogéneo pero compacto que luchaba
por seguir adelante en la feroz época de la dictadura.
Una época de pobres como ratas de iglesia. Penosamente
mi esposo y yo pagábamos un préstamo
infame por una pequeña propiedad horizontal. (Infame porque comía con nosotros,
no nos quedaba para nada más). Como siempre he dicho, la literatura salvó mi
vida más de una vez, y en los tiempos siniestros del siglo pasado, fue mi
refugio contra el horror. No me importaba comer arroz todos los días, ni salir
a trabajar sin medias- las mujeres no usábamos pantalones, por lo cual el frío
de la madrugada se colaba intensamente y traspasaba mi ropa interior- Rayuela
iba conmigo. Me acompañaban La Maga con sus despistes, y el inefable
Oliveira-que también sabía lo que era el frío y el andar con zapatos mojados- .
Si esos personajes me daban sus vidas para que yo las apreciara, yo no me podía
quejar de ninguna manera, hubiera sido una traición a Cortázar. Esos fríos
aterradores que sufrían los personajes eran los suyos propios. Después me
enteré cuando pude leer sus cartas, -las que fue publicando su albacea y
ex-mujer Aurora Bernández, después de su muerte y que yo, lectora voraz,
consumista de literatura de vida- y los epistolarios lo son- fui leyendo con
fruición.
La Rayuela y libros de mi época de estudiante de Literatura |
No me perdí nada.
Todo pasó por mis ojos y por mi alma. Ya sé que
no tenías baño en París. Que para bañarte tenías que hacer un montón de maniobras. Por eso La Maga
en su carta a Rocamadour escribe:
“Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen
abrigo, unos zapatos en los que no entre el agua, somos muy sucios, todo el
mundo es muy sucio y hermoso en París, Rocamadour, las camas huelen a noche y a
sueño pesado(…)”
Y sí. De dónde bañarse con el aterrador frío y
la lucha por tener un baño propio. Yo me
acordaba de mis luchas en La Paz, Canelones, donde mi padre tan económico como
Mujica no me permitía ningún “lujo”- y para él era un lujo tener un calefón o un calentadorcito
de agua en el baño-. Me lo tuve que comprar yo, después que empecé a trabajar.
Antes de eso, aprendí a hacer tantas maniobras como vos para bañarme. Relacioné
tus penurias con las mías y eso me hizo mucho bien. Sin lugar a dudas. Supe de tu
separación de Aurora y de los pavorosos celos de la Ugnés Carveli. Te vi en
fotos con la walkiria. Era linda y estaba buena, pero te dio mucho trabajo.
Lo que nunca me
pude imaginar fue que la “Cris” de tus poemas era Cristina Peri Rossi. ¿No te diste
cuenta gran tonto, que la tipa era del otro cuadro? Sí. Yo creo que te habías dado cuenta, pero
igual te gustaba y pensabas que quizás, que tal vez, y que por qué no…. Yo sé lo que es eso. No te lo puedo negar. Es más
o menos como meterse de cabeza con un hombre casado que no tiene ni la más mínima
intención de dejar a la mujer y muchísimo menos tener algo en serio con otra.
Eso sí, le gusta divertirse y que lo diviertan, y sabe cómo convertirse en una
sublime obsesión, pero siempre saca para
afuera y la deja bien lejos la más mínima
idea de compromiso. Y la otra pobre lucha, no se quiere dar por vencida, pero
llega un momento en que también tiene
que decir: “no va más”, -como vos- porque ese tipo nunca va a ser de ella.
La mujer lo
controla tenazmente en la actualidad, -no en tu época porque no había- con un
poderoso adminículo: un celular que hasta tiene GPS para mayor comodidad de la
susodicha y él es un conejillo muy
asustadizo que se escabulle a la menor amenaza. Y “la otra” decide no
serlo más, porque la legítima es la
única que disfruta de todos los
beneficios que desea para sí: viajar, compartir y comentar lecturas, ir al
cine, al teatro, a la playa, ducharse juntos, dormir abrazada o estilo
cucharita, en invierno, ponerle los pies
helados entre las piernas a la noche-cosas así de tiernas-. El tipo reclama-perdió beneficios- con llamados,
con notas sin fecha, sin nombre, sin sentimientos. No se quiere dar por
vencido. Usa todo tipo de estratagemas.
Famoso, arrogante, altanero no puede tolerar
que la tipa se le niegue- Entonces,
intenta por todos los medios, barrer con
subterfugios la frustrante negativa.
También vos pasaste por situaciones de ese estilo ¿No? A Ugnés la dejaste porque te había transformado la vida en un infierno y viajabas mucho para contrarrestarlo, pero finalmente tuviste que dejarla. Y poner punto final a una relación siempre duele. La verdad. Después llegó Carol y te alegró la vida un tiempo. No mucho, pero fue memorable. Aunque supongo que también tuviste que luchar- ella era casada- se "descasó" para legitimar su situación contigo-. Con Ugnés no te casaste, con Carol sí. Así que estoy segura de que también sobre esas situaciones las supiste "lungas".
También vos pasaste por situaciones de ese estilo ¿No? A Ugnés la dejaste porque te había transformado la vida en un infierno y viajabas mucho para contrarrestarlo, pero finalmente tuviste que dejarla. Y poner punto final a una relación siempre duele. La verdad. Después llegó Carol y te alegró la vida un tiempo. No mucho, pero fue memorable. Aunque supongo que también tuviste que luchar- ella era casada- se "descasó" para legitimar su situación contigo-. Con Ugnés no te casaste, con Carol sí. Así que estoy segura de que también sobre esas situaciones las supiste "lungas".
¿Verdad que sí Gran Cronopio? |
En el libro “Julio
Cortázar y Cris”, Cristina Peri Rossi contó cosas de ustedes -que no creo que te hubiera gustado que salieran a la luz- sé
cómo fuiste de celoso con tu correspondencia, sé que tu madre quemó todas las
cartas que le mandaste para que no cayeran en manos de oportunistas, y que
Aurora, tu primera mujer, que te acompañó después que Carol se murió, empezó a
publicar selecciones de tus cartas. Yo
las leí todas. Supe que –como todo argentino- tenías la idea de que Uruguay
debía ser “anexado” en algún momento a la Argentina- más o menos como Cristina
Kirtchner que anduvo diciendo que “Artigas quería ser argentino”. ( lo cual no
es exactamente así, lo que quería Artigas era la Patria Grande, la Federación
de las Provincias del Río de la Plata- y
el Uruguay debería haber sido una de ellas-. Y creo que vos lo sabías también,
pero cuando se escribe más de una vez se cometen esos deslices. El que más me
dolió fue el que escribiste en “La Puerta Condenada”, cuento que ambientaste en
un Montevideo provinciano con un personaje-Petrone- un porteño que las tenía todas sabidas, que vio
todas las películas y que no sabía qué hacer en
una ciudad tan anodina y
aburrida. Ahí surge el otro personaje de la mujer- uruguaya- “que se
vestía mal como todas las orientales”. Qué malo que fuiste, che.
Es cierto que La Maga que en más de una ocasión aparece como
una lela- no es una intelectual, de eso no quedan dudas- probablemente no se
acicalaba demasiado. ¿La Cristina Peri Rossi no se vestía bien tampoco? Me parece que en ese caso, no te importaba
mucho la vestimenta,-a juzgar por los tórridos poemas que le escribiste y que
yo leí sin saber quién era la tal “Cris”-.
Leí el libro con la
curiosidad de siempre. Además de que los poemas- a juzgar por lo que dice ella-
se los dedicaste, la otra novedad que encontré es que te gustaba leer novelitas
rosa y policiales. ¡Mirá vos! Y que leías todo, incluso los prospectos de los
medicamentos- yo también-
Actualmente no leo
novelitas rosa pero me las devoraba cuando era joven. Hace unos días me hice una escapadita a Buenos
Aires y al regreso, para entretenerme en el buquebús, me compré la revista
“Caras”. Una de mis amigas no lo podía creer. ¡Cómo podía leer esa revista de
chismes tan cursi, tan banal! Estuve al
borde de mandarla a rodar- yo no le ando con vueltas cuando tropiezo con minas
remilgadas (te confieso que por el Río de la Plata tenemos unas cuantas)- pero
me limité a hacerle un comentario sarcástico sobre su hermana que-según ella-
es muy artera para hacer comentarios. Simplemente le dije que tuviera cuidado
con lo que me decía porque hay ofensas
irreversibles. Por suerte no insistió más. Y yo volví feliz, leyendo la revista
durante todo el trayecto-que ahora es más
confortable y corto- creo que te hubieran gustado el buque Francisco y
la revista.-
En fin, gran
Cronopio, qué querés que te diga, te fuiste demasiado pronto. Ya hace treinta
años. A mí me parece que fue ayer, cuando en mi casita de El Prado, recibí la
noticia de tu muerte. Te lloré mucho. Cristina Peri Rossi no fue a tu entierro,
yo tampoco. Y no hubiera ido aunque pudiera, porque para mí también estás vivo, en la
dimensión de tu amplísima literatura,
porque dos por tres, alguien “reflota” alguno de tus escritos, aparecen más epistolarios-aún los que escribiste a tus amigos-, y volvés,- siempre volvés-, con tus ojos claros y tu largura desgarbada a pasearte
por las calles de París, Buenos Aires y Montevideo. Y yo- te lo confieso abiertamente- te sigo queriendo como
el primer día.
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