miércoles, 14 de octubre de 2015

AUTOS MEMORABLES

El primer soñado "cuatro ruedas" fue un Toyota 700 y lo cuidábamos como si fuera un Mercedes Benz

Un domingo soleado y caluroso en pleno agosto en Montevideo, es una absoluta bendición. Con esa perspectiva me fui a las Canteras del Parque Rodó, donde estaba el UP  Full- de Volkswagen - para probarlo dando una corta vueltita. (Lo trajo Werner Bernheim)  Lindo, pero lógicamente con gusto a poco.
Es como cuando tenés un amante nuevo y pocos minutos para disfrutarlo. En cinco o diez minutos apenas podrás saber si besa bien, si te gusta el olor de la piel, si tiene las manos calentitas y poco más. El  resto del protocolo queda librado a tu completa imaginación.
Con el auto UP, es lo mismo. Es de buen ver. El asiento y la dirección se pueden subir y bajar- a tu gusto y altura-  Cuando lo prendés enciende también las luces diurnas- las que exige la IMM para andar en la ciudad- y, en la marcha, te va “pidiendo” que bajes o que subas los cambios. Una preciosura.  También tiene una dirección respondona.  Un primor. La verdad.  Tengo parientes cercanos que se compraron uno  y disfruté de esa adquisición como si la hubiera hecho yo.
Este es el "UP" que fui a probar al Parqué Rodó- Sigue en la lista de "Venga y atrévase a soñar",
Bien podría apodarse: "El Ñato"  ¿No? 

Después como quien no quiere la cosa, se me dio por pensar que, a través de los vehículos  que tuvimos puedo delinear nuestra “historia de vida”, porque la marcaron a medida que fueron llegando. De los primeros años,  me viene el recuerdo de la moto Suzuki y de la motoneta Vespa. No tengo fotos porque no teníamos con qué  sacarlas.  Ambas fueron sufridas y nos acompañaron todo lo que pudieron. Nos llevaron a nuestros trabajos, a nuestros estudios y a nuestros paseos. Pero llegó un momento en que decidimos  “pegar el salto”,  porque ya era hora de que llegara un “cuatro ruedas”. Lo acariciamos como una ilusión durante muchos años, hasta que llegó- lógicamente usado y de afuera-  el primero: mi querido Toyota 700. Fue el autito de nuestro “despegue”- ya recibidos de profesionales, y,  con el préstamo ya pago de la primera casita, supo exteriorizar un  avance en nuestra economía-. También nos llevó y nos trajo todo lo que pudo. Incluso nos condujo  a nuestras modestas vacaciones en la Colonia  de Parque del Plata. Lo cuidábamos como si fuera un Mercedes Benz- en realidad, para nosotros lo era- le buscábamos lugar para dejarlo bien estacionado, lo lavábamos, lo acicalábamos,  y le fuimos poniendo todo lo que se empezó a requerir en esos años, por ejemplo: cinturones de seguridad- que no eran aún  una exigencia  y pocos autos los traían incorporados-.
Después del Toyota, hubo varios autos, pero estoy recordando únicamente   los que jalonaron  nuestra vida. Es decir, los que fueron memorables.
 Por la década del 90, con nuestra economía más saneada,-que nunca llegó a brillar con real esplendor pero que estaba mejor- dimos otro “salto” y  llegamos al primer cero kilómetro. Fue un Daihatsu.
  "El Dahiatsu."El primer "Cero kilómetro"  que manejé en La Paloma  


 Con él ya nos aventuramos más. Primero, Piriápolis, después  La Paloma. Balnearios prodigiosos, mágicos, al menos cuando nosotros los frecuentábamos. Con ese auto me largué a manejar. Nuevo, respondón, alegre, como nuestra propia juventud.
Pero la fortuna no nos sonrió siempre. La crisis del 2002 nos dio un duro golpe. Y mi esposo quedó sin empleo. Cesante. Con 59 años. De golpe y porrazo se convirtió en esa cosa deleznable a los que llamaron   los “pre-jubilables”- que era lo mismo que decir “los descartables”. Le dieron la jubilación a los 60-apenas cumplidos- sin ninguna de las ventajas que habían tenido las generaciones anteriores. Pero  nos  conformamos  apoyándonos-como siempre- el uno en el otro- No teníamos  hijos que dependieran de nosotros, en cambio hubo otros con dos o tres chicos  que no pudieron afrontar la economía familiar. Fue la época de los suicidios. De la que nadie habla. Nadie recuerda tampoco. Para qué. Algunos ahorros  se  salvaron de la catástrofe, y  en una especie de insana locura, nos decidimos-otra vez-  a cambiar el auto por otro “Cero kilómetro”.  Así llegó-en plena debacle-  “El rojillo” a nuestras vidas. Bien colorado. Como para cambiar la pisada.
"El rojillo" estacionado en Punta Gorda


Casi todos nuestros autos sufrieron robos o  intentos de robo  y el pobre rojillo no fue una excepción porque lamentablemente  la situación de inseguridad en el país fue en aumento, y en la entrada de un hotel de Piriápolis,  le despedazaron la puerta de la valija. La reparación fue costosa. Y en esas conversaciones de aquí y de allá, un vendedor nos convenció para cambiarlo. Había poca diferencia entre el rojillo y otro de la misma marca y modelo que  ya había incorporado otras prestaciones con más énfasis en la seguridad.

Y en el año 2010 llegó “El Silver”. Tiene una  alarma que apenas se comanda cierra también los vidrios.

"El Silver" en el Parque Rodó- ¿Vieron que bien que lo estacioné? 

Cada año que pasa, los autos, como los televisores o los electrodomésticos en general, viene más modernos y con más chiches. Ya los más nuevos  encienden al mismo tiempo el motor y  las luces obligatorias de circulación diurna,-por lo cual ya no hay que acordarse de encenderlas y apagarlas-. Otros, más sofisticados, estacionan casi solos- un enormísimo  adelanto para  evitar chambonadas-.  Solo falta que incorporen un conductor con la apariencia de Keanu Reeves. Y yo les aseguro que si así fuera,  me empeñaría absolutamente para  cambiar el mío. Sin lugar a dudas.



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