Imagen de uno de los locales de Correo Uruguayo- sacada de Internet- |
Hoy de mañana,
decidí romper con la rutina y dedicarla a otros menesteres.
Por ejemplo, conseguir un medicamento que –no sé porqué- no está en la farmacia
de la sociedad. Como no tengo tiempo de pedir una consulta médica y
experimentar con algún otro, me dediqué a buscarlo en las diferentes farmacias
de los barrios Punta Carretas y Pocitos. Finalmente, lo conseguí en una de
Pocitos, y, por supuesto, tendré que pedir el reembolso de precio porque la
receta de tratamiento prolongado la tiene la farmacia habitual y lo pagué el
doble. Fiel a la idea de seguir con tareas no comunes, fui al establecimiento
del Correo Uruguayo a enviar un libro para una amiga que vive en Buenos Aires. Antes,
como no había desayunado, me fui a un Mc Donald, s con esa intención. Pero no. Me quedé con la
intención, por que los locales Mc donald’s despachan desayunos hasta las 11.oo.
Después de esa hora, con una grácil voltereta de carteles se dedican a las
hamburguesas, si querés desayunar, lo lamentan mucho pero “se pasó la hora”. Y
no hay Dios que los haga recapacitar sobre la idea de que desayunar a las 11 es
absolutamente normal para las personas que son nocheras como yo. No señor. Pensé que no era tan dramático haber
tomado un café bebido antes de salir, y que bien podía esperar a terminar el
segundo trámite. Craso error. Me atendió una dependienta que me indicó que el
sobre no debía estar cerrado con cinta adhesiva, que debía “reensobrarlo” para
poderlo enviar. Obviamente yo no llevaba otro sobre. La susodicha me
indicó un kiosco a media cuadra para que
lo comprara. Allí fui. Lo compré y volví. Cuando estaba llenando los datos me dijo que “así no era”- yo lo estaba llenando
en una de las formas clásicas:
destinatario en el frente, remitente en el dorso-. Pues no. Quería que el
remitente fuera adelante, sobre la mano izquierda, y más abajo- y a la derecha- el destinatario.
Yo ya lo había llenado de la otra forma y se lo dije. Volvió a insistir que
“esa no era la forma tradicional”. Pensé unos momentos y me dije a mí misma: -
“si sigue insistiendo, me voy y lo envío por correo privado, que al fin y al
cabo es por lo que hay que optar”. Pero no. Me dijo que terminara de llenarlo,
lo pegó con cola adhesiva- no con cinta- y me cobró los correspondientes
doscientos sesenta pesos por el envío certificado.
Me volví pensando:
“Nos manejamos con
esquemas; la mujer no quería cambiar el
suyo; yo tampoco el mío. Lo más
importante de todo esto es que yo quiero que el libro llegue a las manos de mi
amiga, por eso lo envío certificado. Estas boludas discusiones carecen de
sentido”.
Después pensé que tenía que escribir esto- quizás alguien más experimentó lo mismo- y
además, lo quería hacer porque si realmente el país quiere ser un “país de
servicios”, va a tener que modificar muchas conductas indeseables, porque el
turista no va a dar la vuelta al mundo-como la di yo esta mañana – para:
a) conseguir un
medicamento,
b) tomar un desayuno, y
c) enviar un libro a Buenos Aires.
Lauri, espero que te
llegue.
Te mando besos por mi blog. Por el momento, nadie me impide
mandártelos.
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