domingo, 15 de noviembre de 2015

EL VALLE DEL HILO DE LA VIDA

Cartel que nos recibe al llegar 
Durante mucho tiempo ignorados por la mayoría de los montevideanos, los parajes de las sierras de Lavalleja, además del encanto propio del paisaje, guardan misterios aún no resueltos. Después de ir al templo budista, y de pasar el día allá, nos había quedado por conocer este otro sitio arqueológico. Circundado por un paisaje de ensueño, el Valle del Hilo de la Vida, recibió ese nombre porque lo recorre –precisamente- un “hilo” de agua que corre rumoroso por el entorno. 

"El Hilo de la Vida"- un pedazo del paraíso- 

Para ir, es necesario pactar con alguna agencia que haga el recorrido y que arregle con los dueños, la charla, el almuerzo, y la visita guiada. Nosotras optamos por ir con la misma agencia que nos había llevado al templo budista: Atlanti-tour. El “formato” es el mismo. Los de Montevideo, partimos de la terminal 3 Cruces, y por el camino, se fueron sumando otros viajeros. Esta vez pasamos por Atlántida- donde la agencia tiene su sede-
Al llegar fuimos recibidos por el ginecólogo Gustavo Guerrero, -que, en lugar de traer bebes al mundo se ha dedicado a instruir a los que llegan sobre las bondades del lugar, que es otra modalidad de asistencia natal-.
Juanita tomando energía del lugar- atrás el Dr. de la vida:- Gustavo Guerrero-


 Lo primero que se establece fácilmente es  que es una fuente energética. Todos vamos con distintas expectativas: unos buscando curas psicológicas, otros, curas físicas, y también algunos vamos de pura curiosidad para ver si realmente se puede percibir esa energía de la que tanto se habla. Sí, se percibe. Las varillas de apreciación sirven, pero también sirve  la sensación de paz y de armonía que de inmediato se adueña de los estresados excursionistas. Como en toda travesía el público es diverso porque  como dice el dicho “hay de todo en la viña del Señor”. Desde el ruidoso insoportable que describía el Cuque Sclavo en una de sus crónicas,  ese que desde que sube no deja de hablar a los gritos y que prorrumpe en alaridos de felicidad ante cualquier pelotudez:
-¡Mirá la vaquita con el ternerito! ¡Qué divino! ¡El ternerito está mamando!
Y te lo grita en medio del oído que tenés más sensible. No importa que durante el viaje aparezcan muchas –digo: MUCHAS- vacas paridas con sus terneros porque el susodicho cada vez que vea una te lo dirá – y se lo dirá a todo el pasaje, a grito pelado- por las dudas, por si no nos habíamos dado cuenta. Y por si a alguien se le fuera a escapar algún detalle, se levantará y recorrerá TODO el autobús de punta a punta con guarangadas similares gritadas a viva voz. 
Vaca con ternero mamón: - ¡ Oh un ternerito mamando! ¡Oh, oh, oh! 


Tampoco falta la rompe pelotas que desde que sube va contando todas sus peripecias de salud-todas horrorosas y tremendas- sin interrupción de ningún tipo. Y vos, no sabés qué decirle porque también tenés una rodilla hecha pelota por la artrosis y te cuesta un triunfo subir la cuestita de morondanga para contemplar los túmulos indígenas y tomarte una foto con tu hermana- con mucha suerte quizás lo logres porque la lima-huevos te seguirá a sol y a sombra para seguirte contando A VOS. Pura y exclusivamente A VOS que heredaste ese karma de mierda que es “ligarte” la compañía de cuanto bipolar anda suelto por el mundo-. Y no podrás huir porque con la rodilla hecha pelota es imposible que corras. Juanita puede porque tiene quince años menos, pero vos no. Vos te la tenés que bancar durante todo el viaje. ¡Oh Dioses del Olimpo!
En pleno ascenso para contemplar los túmulos 

De todos modos, la comida se deja comer.  Apenas te da un repelús cuando te cobran 100 pesos uruguayos por una media copita-escasa- de un vino carlón- y 70 por un refresco. Pero, como decía Alberto Castillo: “que le vachaché”- así es la life-. El comercio se ha expandido y no somos tantos los que agarramos para el lado esotérico-.

Mesa brindando: con las copitas de $ 100 cada una. ( Los refrescos a 70 )

 Valió muy bien  la pena el rato pasado al borde del hilo de agua que corre feliz y sin preocupaciones- hasta el gritón se quedó quieto por un ratito-.
El ganso Narciso contemplándose a sí mismo en el ventanal 

Lo más misterioso son los túmulos que se levantan en una línea-para vos incomprensible, pero intuís que por algo será así- que no son “enterramientos indígenas"- como alguna vez se pensó- porque no  se encontraron huesos humanos en ellos. Sí se sabe que de una manera u otra están relacionados con lo  espiritual porque nuestros indígenas no eran tan torpes como nos quisieron hacer creer los viejos libros de historia.

Frente a uno de los túmulos con Juanita-en el centro tomadas de la mano-
(Imposible salir solas)

De todos modos,  igual llegará el  momento en  que podrás abstraerte, quedarte en el medio del misterioso paisaje- meditar no, imposible- pero por lo menos sentirás que estás en un lugar increíble, con un “lagarto Juancho” que te viene a saludar al comedor, y con un ganso Narciso que se contempla embelesado en el vidrio del ventanal.
El "lagarto Juancho"- que vino al comedor y se dejó fotografiar-





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