domingo, 22 de noviembre de 2015

SUITE FRANCESA

Michelle Williams y Matthias Schoenaerts como Lucillle Angelier y Bruno von Falk (Imagen tomada de Internet) 


Con el  mismo nombre que la novela de Irene Nemirovsky la película Suite Francesa, presenta una visión parcial- como toda película por otra parte-, de la novela que se hizo famosa hace unos años. Irene, de origen judío, nacida en Ucrania, y educada en París,  murió en Auschwitz. Sus novelas son estremecedoras, pero también su propia historia.

La novela es mucho más compleja que la película; además quedó inconclusa,  porque a Irene Nemirovsky  la mataron antes. Si mal no recuerdo, iba a constar de cinco partes, de las cuales pudo escribir dos. A mí no me quedó en la memoria la historia de pasión que pone de relieve la película sino las historias de hipocresía social, los reveses de la fortuna, la codicia de los fugitivos que eran capaces de cualquier cosa por cuidar de sus bienes materiales, como si no se hubieran dado  cuenta de que el peligro mayor era la pérdida de sus vidas, cuyo valor se había eclipsado por completo. Podían violar a las mujeres, ejecutar a los hombres, y dejar sin efectos cualquier ley que no fuera la que ellos quisieran imponer.

"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio."   Julio Cortázar

La película, en cambio,  se centra más bien en la pasión de una francesa por un soldado alemán en el entorno de la invasión de los vencedores ante el rechazo- o acomodo, porque hay de todo en la viña del Señor- de los franceses.  El marido, el “ausente-presente”, está en el frente de guerra.
El alemán- que viene a vivir en la casa-,  toca el piano, y será ese instrumento el que los acerque al principio. Se trata, por supuesto, de un amor prohibido. Ambos, además de ser casados, tienen como muro de separación concepciones antagónicas provocadas por el ambiente. Pero  ya se sabe del viejo dicho: “El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla”. Es sutil que el  sabio dicho involucre al diablo en la explosión. El amor  en tiempos de guerra, como en este caso, tiene todos los ribetes del pecado: la atracción ineludible, la pasión,  “el pecado de la carne”- que creo que es el que tiene más mala prensa- y  la “caída”- como se le llama a la seducción consumada. Aunque la pasión entre los dos es insoslayable, no hay  posibilidad de futuro. En las familias descendientes de emigrantes- como la mía- se conocen historias similares. Incluso con hijos habidos de esas relaciones clandestinas, criados como propios por “padres”, que, por supuesto, ignoraron siempre la verdad.
Como señalé al comienzo, la película es parcial. (También señalé que la mayoría de las películas basadas en novelas, lo son). Pero también es cierto que se ve con interés, el clima de incertidumbre está logrado, la fotografía y la actuación son  excelentes, y la música también. Nada más se le puede pedir. Les aconsejo que lean la novela, y después vayan a ver la película.  Yo la vi  con interés, pero la novela me dejó apesadumbrada,  con muchísimas más interrogantes sobre la condición humana que las que podría suscitar el filme.




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