viernes, 18 de marzo de 2016

EL ÑATO AZUL

"El ñato azul"- listo para venirse a casa-

No fue en medio de los afanes renovadores de fin de año, ni tampoco como resultado de una razonada lógica mental. Simplemente, probé uno así en las canteras del Parque Rodó en agosto del 2015,  y me gustó. Así lo  conté en mi blog en la entrada que titulé “Autos memorables”.

Un domingo soleado y caluroso en pleno agosto en Montevideo, es una absoluta bendición. Con esa perspectiva me fui a las Canteras del Parque Rodó, donde estaba el UP  Full- de Volkswagen - para probarlo dando una corta vueltita. (Lo trajo Werner Bernheim)  Lindo, pero lógicamente con gusto a poco.
Es como cuando tenés un amante nuevo y pocos minutos para disfrutarlo. En cinco o diez minutos apenas podés saber si besa bien, si te gusta el olor de la piel, si tiene las manos calentitas, suaves, secas, y poco más. El  resto del protocolo queda librado a tu completa imaginación.
Con el auto UP, es lo mismo. Es de buen ver. El asiento y la dirección se pueden subir y bajar- a tu gusto y altura-  Cuando lo prendés enciende también las luces, y, en la marcha, te va “pidiendo” que bajes o que subas los cambios. Una preciosura.  También tiene una dirección respondona.  Un primor. La verdad.  Tengo parientes cercanos que se compraron uno  y disfruté de esa adquisición como si la hubiera hecho yo.

Este es el "UP" que fui a probar al Parque Rodó-
 Estuvo en la lista de"Venga y atrévase a soñar"-. 

Pero  no puedo negar que me quedó rondando la posibilidad. “Mi Silver” era muy bueno. Probablemente “un escaloncito más arriba”-como me dijeron hace poco en la misma automotora- que el “UP”. Pero también pensé: ¿para qué quiero yo “tanto”  auto? ¿Lo quiero para lucir o para andar? Concluí que lo quería para esto último porque es muy difícil que yo emprenda un viaje o una travesía como las que  hacía con mi esposo.

El 21 de noviembre del año pasado, tuve que realizar una gestión de lo más dolorosa. Y fui sola. Cuando salí del cementerio con el ánimo por el piso, me acordé de  que Werner Bernheim celebraba la apertura de su nueva casa. Era sábado y me di una vuelta por el local. Me atendieron, creyendo  que iba a comprar un auto, - yo todavía no lo tenía muy claro- pero me tasaron el mío a un precio regular, me plantearon la diferencia que tenía que abonar con gastos y todo y ahí tomé la decisión. Otra vez, sola. No consulté con nadie. Elegí el color, y una supuesta fecha de entrega. En realidad, no consulté porque sé que la mayoría de las personas me habría puesto varios “peros”, y, la verdad, es que  eso era lo que menos necesitaba.
Después los hechos se fueron sucediendo: la automotora me fue pidiendo papeles, trámites y demás. Un buen día me dijeron que podía pasar a retirarlo. Apronté al Silver que quedaba como parte de pago, y volví a casa en el “ñato azul”.

Nos  estamos conociendo paulatinamente, y, como  en toda relación nueva, tenemos que adaptarnos el uno al otro. Ahí vamos. Pasito a pasito. Ya no se me apaga, pero a veces, me corcovea si no le pongo bien el cambio que quiere. Y también rezonga si lo llevo “bajo”- es decir cuando quiere un cambio más arriba. Cuando me doy cuenta se lo pongo y listo.
Estacionado en el Teatro de Verano,- esperando a la terraja-

Ya les conté en “Terapia sobre ruedas”, que salí con  un terapeuta  para poder  superar el horror a la calle- y más que nada, el horror a los otros salvajes conductores- Aún lo sigo experimentado, porque pese a que sigo las reglamentaciones,  tropiezo asiduamente, con algún energúmeno. La primera acepción de esta palabra que ya no se usa con frecuencia es “persona poseída por el demonio”. Y así es. Una sale a la calle con la debida cautela porque las calles son trampas mortales con sus tremendos pozos y todos los piantados que circulan por ellas, y eso,  requiere un esfuerzo descomunal para circular con determinación. Los seres poseídos por demonios no reconocen ninguna razón- únicamente la de ellos-
Una de estas noches, por ejemplo, regresaba muy tarde a casa por la Avda. Julio María Sosa. Venía despacio, porque el Teatro de Verano había finalizado recién su jornada carnavalera, y el tránsito se había intensificado de manera notoria.  Al llegar a la intercesión con Bulevar Artigas, un motoquero  me increpó duramente. Bajé el vidrio- lo cual no es aconsejable a esas altas horas de la noche-, para decirle que mi velocidad era la normal para las circunstancias. Siguió protestando hasta que las luces le dieron paso. Por suerte dobló en Bulevar rumbo al centro. Después en casa, pensé: ¿Qué prisa llevaba ese jovencito a las dos de la mañana?  ¿Qué mal le hacía perder dos o tres minutos atrás de mi auto? Nunca lo sabré, porque dobló vertiginosamente imprimiendo una exagerada velocidad  y desapareció en menos de lo que canta un gallo. Hay mucho “anormal” circulando por las calles. Me cuesta mucho adaptarme a ese vértigo innecesario en una ciudad pequeña con múltiples escollos. Pero en fin, es lo que hay que hacer. Así que sigo saliendo en el ñato azul. Ahora me falta “hacer carretera”. Aprontate ñato. En cualquier momento, le damos. Hasta es posible que mi new American friend se atreva a venir a conocernos personalmente. ¿Te vas a portar bien?





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