Calle céntrica en día domingo |
La semana pasada volví a escuchar un antiguo casete grabado
casero, de Jorge “Cuque” Sclavo leyendo
una estupenda página- de esas que leía en la Radio Sarandí-: “Un día de
libertad” de Julio Rossiello -“Panglós”- es de un libro que se llama “Con los lentes rotos”. Doy
todos los datos, porque no se encuentra casi nada de este estupendo cronista de
costumbres. Si “googlean” puede aparecer el hijo: Leonardo Rossiello Ramírez,
con datos de sus quehaceres literarios, entrevistas y demás, pero de Julio, que
fue su padre, no. Como siempre pasa con nuestros mejores cronistas,
“desaparecen” de la escena porque nadie se ocupa de ellos. El Cuque se ocupaba,
y gracias a él, conocí a más de uno tan memorable como “Panglós”.
“Un día de libertad” es una crónica sutil sobre los planes que hacemos para el día domingo. Ese día de la semana que para el trabajador
muchas veces significa su único día libre después de una agotadora semana de trabajo.
Yo siempre pensé que el domingo era el día más triste de la
semana. El final del viernes es mágico, y el sábado tiene una onda magnífica,
pero el domingo viene cargado de lo que nos trae el lunes, que es el comienzo
del agobio. Yo creo que por esa razón hubo una revista de humor que se llamaba:
“Lunes”.
La fuente de la Plaza Matriz también solitaria en domingo |
Habitualmente, “me preparo” para combatir la sensación de “domingo”.
Voy al cine o al teatro, planifico algún
paseo, cocino, o-como hoy- escribo sobre la “sensación de domingo” y –también-
contesto los mensajes que postergué durante la semana. Incluso ahora, tengo un
nuevo amigo con el que nos comunicamos
en inglés. Es absolutamente deleitable para mí que un americanito se
digne-y le guste- tener una especie de correspondencia a la antigua, pero por
email. Recién nos estamos conociendo, y con él voy recobrando el placer por expresar mis gustos y mis sentimientos en
inglés. Toda una novedad para mí. Si le buscamos la vuelta, entonces, el
domingo puede tener aspectos positivos. Hay que encontrarlos. Menciono algunos:
en mi barrio, es el único día en que una se puede levantar tarde sin el angustiante agobio de los ruidos de las construcciones
cercanas-porque los domingos no se trabaja- (el barullo que el hotel vecino me
hace desde las seis de la mañana, lo combato con Mozart- que siempre está
disponible-). Otro placer dominical es poder andar en pijama y descalza hasta
el mediodía- o más si no espero a nadie- sin necesidad de emperifollarme para
nada. Es el mejor día también para prescindir de los horarios. Puedo levantarme
tarde, desayunar al mediodía, y hacer a media tarde una especie de
almuerzo/merienda/cena sin preocupación por el cumplimiento de un horario
estricto.
Ahora que me asocié a Netflix y que un esguince del tobillo
derecho me tuvo en “reposo relativo”,
descubrí un nuevo placer: puedo
ver series nuevas que revisten cierto interés, sobre todo para mí que no
encuentro en la TV local nada que sea potable.
Una de ellas es “Chelsea does”. La batuta la lleva una
periodista/comediante y artista cuarentona, llamada Chelsea Handler. Hija de
padre judío y madre mormona. Una mezcla fatal que dio un ser sumamente “descontracturado” que se mete en todos lados
para averiguar la verdad y sacarla a luz-a su manera, claro- A veces puede
hacer sonreír, porque tiene un desparpajo asombroso. Tanto que incluso
sorprende a sus entrevistados o a las personas que la rodean. Ha sido capaz-
por ejemplo- de salir con las tetas al aire por la calle. Y tan campante como
si saliera vestida de gala.
Otra serie, con otra temática diferente pero también urticante
es Grace and Frankie. Protagonizada por Jane Fonda y Lily Tomlin. Dos mujeres
que en una edad bastante madura, se enfrentan a una verdad irremediable: sus
correspondientes esposos son gays y se han convertido en amantes, por ese
motivo, las dejan para casarse y vivir juntos. Hay situaciones hilarantes
porque las dos actrices se complementan muy bien y en una forma tal que sus
personajes “saltan” de la pantalla.
Como ven, si le buscamos la vuelta, el domingo puede
depararnos más de un entretenimiento
placentero. Y ahora, me voy a luchar con el
inglés para escribirle a mi amiguito nuevo. Tengo que contarle todo esto
de la mejor manera posible.
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