miércoles, 30 de marzo de 2016

CULEBRONEANDO

"Guapas": Isabel Macedo, Araceli González, Carla Peterson, Mercedes Morán, Florencia Bertotti.
Imagen sacada de Internet

LA FICCIÓN

El año pasado,  veía una serie argentina con varias reconocidas actrices y actores argentinos. El argumento era verosímil y  lo sabía todo el mundo: cinco mujeres que a raíz de una crisis económica bancaria,  quedan  sin capital,  se hacen amigas y comparten vida y milagros de cada una. Lo bueno es que algunas no están en la primera juventud, pero se las ingenian para hacer “como sí”. Es una modalidad que tienen las argentinas de “ser gente grande” –como le llaman- pero al mismo tiempo, se mantienen insuperablemente  juveniles, delgadas y elegantes,  condiciones  que las orientales que usamos batones de entrecasa,-como yo- les  envidiamos a muerte.
"Mad Men" en primer plano el insuperable y buenmocísimo John Hamm, -con su inseparable cigarro y whisky-
 a su lado  Elizabeth Moss, y sobre la mano izquierda la curvilínea Christina Hendricks.
Imagen tomada de Internet

Hace poco, cuando entré al “mundo de Netflix”, empecé a ver algunas series similares. Ahora estoy mirando “Mad men”. Me gusta la recreación de época- los 50/ 60 del siglo pasado-, la escenografía, los autos, los edificios, la vestimenta de los personajes y la actuación. El argumento tampoco está mal, aunque exagera bastante en los estereotipos: mucho alcohol- los publicistas parecen bañarse a cada rato en whisky, en sus oficinas hay bar, y apenas llegan se sirven uno- puro-; fuman siempre y en todos lados, hasta en el baño, y tienen sexo a rabiar con pelirrojas o igual con mosquitas muertas que pululan por todos lados. Cada vez que veo algo así me retuerzo toda porque pienso: “yo podría inventar  algo más potable”. Y sueño como debió soñar también la autora de Harry Poters.
Ahora estoy leyendo una novela de Almudena Grandes: “Inés y la alegría”. Está indudablemente bien escrita, aunque el entorno de la guerra civil es agobiante, Almudena se las ingenia para plantear los amores y desamores. Me encantó su maestría para describir el olor de los hombres- que para mí es uno de sus mayores atractivos-. A mí-ya lo saben-  me fascinan los que huelen a chocolate. Almudena –felizmente- sabe de eso.
 Observen su pericia en este pasaje de  “Inés  y la alegría”:
“(…) el capitán olía a madera y a tabaco, a clavo y a jabón, por debajo, algo dulce y ácido, como la ralladura de un limón no demasiado maduro, por encima algo que picaba en la nariz como una nube de pimienta recién molida. Eso era lo primero que había aprendido de él. Su olor había tenido la culpa de que mis manos obraran el prodigio de reconocer un cuerpo que no conocían, de que mi cabeza se acoplara a su cuello como si estuviera modelada para encajar en aquella y en ninguna otra curva, de que mi  nariz supiera respirarlo mejor que el aire. Su olor tenía la culpa de que no lograra pensar con claridad.” (pág.267)
Hace  un tiempo, se me había dado por crear una  ficción por medio de un programa que se llama Second life. Había creado personajes, los había puesto en un entorno, y hasta me animé a “tejer” una especie de argumento que yo creo que era bastante pasable. Pero al poco tiempo me aburrí. En realidad no por la evolución ficticia, que me iba surgiendo, y me interesaba cada vez más,  sino porque para progresar en la trama había que pagar, y eso ya no me resultaba nada atractivo.
Mi culebrón tenía  dos personajes principales. Un hombre, al que había imaginado casado pero con ganas de no estarlo, y una mujer de mediana edad- como las de  esta comedia argentina que mencioné-
A él lo dejaba “la otra”,  porque había decidido recomenzar su vida-nuevamente-    a la altura de los cuarenta años. Algo así como “borrón y cuenta nueva”. Mi culebrón empezaba con una carta.
Él-que  no se daba por vencido, no  aceptaba el rechazo, no aceptaba  el “no va más”-  le escribía una carta  a la mujer que le había dado el olivo-ella la leía en voz alta, o se ponía la voz en off- y, luego, por supuesto, el argumento seguiría con los comentarios a sus amigas y otros vínculos que se pudieran establecer:
“Tras nuestra última conversación pude valorar el peso de las palabras que se emplean sin que medie una cierta consideración hacia lo que podría llamarse historia de un vínculo. Me comparaste con un cáncer que hay que extirpar.  No lo tomé en sentido literal, no obstante fue doloroso para mí comprobar cuán ingratas pueden ser las palabras y las personas, teniendo en cuenta que en nuestra relación jamás hubo de mi parte ningún escamoteo de nada en cuanto a la entrega en  el territorio en el que ambos siempre nos sentimos y funcionamos muy bien, pese al entorno, a los condicionamientos y a todo lo que sabemos que sin duda era negativo. Pero en lo positivo creo que nunca faltó nada. No obstante tú diste por concluida toda esa historia, la pasada y la presente, de una manera dura y desde cierto punto de vista con algo de desprecio. Eso no es lo que nos merecemos vos  y yo. Me gustaría conversar personalmente contigo sobre todo eso. Por respeto a mí y respeto a ti y por los años que nos vinculan. Saludos.”
De acuerdo a la nota, resulta fácil deducir que la que decidió el cambio fue ella. Se negó   a seguir siendo una segundona que compartió gozosos- (se deduce por  lo de: “en lo positivo creo que nunca faltó nada”)  breves momentos “en el territorio en el que ambos siempre nos sentimos y funcionamos bien.” (Contextualicemos un poquito más que estamos en el siglo XXI y además en la introducción mencionamos el culebrón argentino: “Guapas” que tiene un vocabulario bastante agresivo, “descontracturado” a más no poder:” el territorio” obviamente, es la cama). El tiempo, con un poco de suerte, puede haber sido algún breve lapso de diez minutos. Sigo imaginando como podría haber continuado el argumento: con seguridad que  él,   controlado tenazmente por su mujer legítima armada con un poderoso adminículo: un celular que hasta tiene GPS para mayor comodidad de la titular huiría de toda responsabilidad, como  un conejillo asustado que se escabulle a la menor amenaza. (En la serie “Guapas”, las mujeres amigas se comunican por mensajitos de celular aún  en las situaciones más extremas.)  La segundona decide no serlo más, porque  la legítima es la única que  disfruta de todos los beneficios que la otra desea para sí: viajar, compartir y comentar lecturas, ir a bailar,  al cine, al teatro, a la playa, ducharse juntos, dormir abrazada o estilo cucharita,  ponerle los pies helados entre las piernas en las noches invernales-cosas así de tiernas-. El  hombre perdió beneficios y reclama- con llamados, con notas- machista, como la transcripta-sin fecha, sin nombre, sin sentimientos. Mi personaje ficticio- llamado Teodoro-  intentaba por todos los medios,  barrer con subterfugios la frustrante negativa. La llamaba varias veces por teléfono,  y le escribía notas-como la transcripta, sin fecha, sin nombre, sin sentimientos-. ¿Por qué machista?
 ¿Quién no tiene “consideración por lo que podría llamarse historia de un vínculo”? Ella.
¿Qué reclama él? Conversar personalmente “sobre todo eso”. Qué gracioso. Me hizo acordar al popular psicólogo Gabriel Rolón, que en su última visita a   Montevideo- promocionando su último libro-,  en una entrevista, señalaba con ironía:
-“Entonces, él la invita a tomar un café… ¿Quién quiere tomar un café? ¡Nadie!”
¿Qué invoca el de la esquela? “Respeto por ambos  y por  los años de vínculo”.
¿Qué ofrece? He aquí el problema. No ofrece nada. Dice que “no hubo escamoteo”. Sin embargo, y a juzgar por la frialdad de las palabras, es probable que lo haya habido,  ni más ni  menos que en el plano de los sentimientos- el de la ternura, el del amor, el de la entrega, no hubo  ni remotamente nada-.  Yo leo y entiendo-entrelíneas-que lo  que  verdaderamente quiere  no es “charlar”,  sino retomar/recomenzar “esa historia del vínculo” con lo que a él  le gusta, sin importarle para nada,  en absoluto,  si ella no lo ve ni lo siente de la misma manera. Por eso sostiene que “ella dio por concluida la historia de una  manera dura”. Las mujeres que se niegan a seguir siendo fantoches, siempre entran en la categoría de “duras”, “ingratas”,  “desconsideradas”, “hijas de puta”. Como se ve, este culebrón podría seguir con diferentes secuencias y se podría prolongar por  varios capítulos- Lo cierto es que se trata de  un vínculo enfermo. (Como los que se ven en los culebrones, realmente, porque si no adiós argumento.) Finalmente, tenía montones de ideas para  darle varias vueltas más, porque con buen ánimo y  nuevos bríos Caty podía volver  a vivir otra historia con alguien que valorara sus múltiples recovecos femeninos y no solamente los físicos,  porque una mujer no es –únicamente- un clítoris y una lengua. Es un ser redondo, completo,  complejo, dispuesto para el sexo, pero también para la ternura, para  el compañerismo, para el buen humor. Pero por ahí se me quedó. Sin embargo, ahora que estoy viendo Mad Men- me digo:- ¡Qué papafrita que sos!, tu argumento era de peso y lo tenías a flor de piel. Se trata de continuarlo coherentemente. ¿Por qué no lo seguís craneando?
 A  Gioconda Belli  un brujo le dijo  en su Nicaragua natal: “Mal de varón, sólo con varón se quita.”.   Ella-inteligentemente- lo tuvo en cuenta con creces.
 Y eso es lo que haría cualquier mujer que se precie. Mi personaje- al que creé con mucha fuerza y personalidad- mucho más-. Cata, Catalina o Caty- de todas esas maneras la llamé- podría salir a flote en una red social donde se encontrara al amor de su vida. Nuevamente. Un tipo tierno, afectuoso, dotado maravillosamente para la felicidad. Y de chocolate por supuesto.  ¿No les parece?



       




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