sábado, 23 de julio de 2016

MIS MOTIVOS ( Y NO LOS DE PROTEO)

Con mi ya aceptada pelambre "Africa Look"  a punto
de partir a un viaje educacional del UAS. 

No me refiero a los “motivos” de “motivar” sino a los de los pelos crespos que sufrí durante toda mi niñez y juventud, en una época en que la moda-siempre tirana- marcaba cabellos  largos y lacios al estilo de la nouvelle vague.
La verdad es que me rompí el alma para alisar mis motas, pero nunca lograba un efecto tan bueno como las que habían nacido con el pelo  planchado naturalmente. En verdad,  no pude dominar nunca JAMÁS mi ascendencia africana. Así, como “hijo de tigre tiene que salir overo”, yo como hija de padre negro, no podía pretender ser una rubia escandinava aunque en apariencia tuviera aspecto de walkiria. Era hija de negro. Y había que joderse. Y me jodí pero después de tratar- inútilmente- de dominar mis crespos.

Marina Vlady con un moño de aquellos (Foto tomada de Internet) 
Bastante sufrí, durante años, por alisar mi pelo. Hacía de todo con las estratagemas a la usanza: torniquete con un rulerón enorme en el medio de la cabeza y el resto del pelo, bien liso, enroscado alrededor. Dormir sentada para que no se arrugara. Ponerle “laquené” en cantidades estrafalarias para que la humedad no lo frisara. De todo. Hasta que un día, en la peluquería del pueblo, me dejaron el líquido de la permanente- se usaba también para alisar- más tiempo del conveniente y el pelo se me cayó como si fuera artificial. Quemado, deshecho, inútil. Y así, casi calva, fui a consultar a un dermatólogo-que para colmos era pelado-  que se divirtió bastante con mi dramón. Una loción y una gorra durante un año cubrieron mi bochorno. Después no lo intenté más. Cuando el  nuevo pelo empezó a cubrir los claros que me había dejado la quemadura, lo empecé a usar cortito, al estilo de Mia Farrow,  y así, bien cortito, disimulaba el moterío. Nada más.
Mia Farrow y su estilo me salvaron del bochorno de la peladura 


 No es que me hubiera resignado. Nada de eso. Pero la quemadura también me había barrido las ilusiones. No iba a ser nunca Brigitte Bardot, ni Marina Vlady  ni ninguna de las bellezas de la nouvelle vague.
Brigitte Bardot  en la plenitud de su juventud con pelo lacio
(Imagen tomada de Internet)

Yo era lo que era: la hija mayor del colchonero Segovia, el negro Pinela. Pues bien.  De a poco, con astucia, aprendí a  sacar partido de lo que la naturaleza me había dado. No tenía pelo lacio, pero sí ojos claros, era mucho  más alta que el resto de las pigmeas que me rodeaban, pesaba treinta kilos menos que ahora,  y podía-sin lugar a dudas, por un rato al menos- fingir más edad para salir con tipos más grandes (que, por supuesto, me encantaban), aunque a los pocos minutos se dieran cuenta de mi oronda guaranguería. No tenía pelo lacio, pero sí  un buen sentido del ritmo  que me permitió cantar y bailar durante mucho tiempo, cuando otras planchaban irremediablemente sin pareja de baile.  Y ahí anduve. Montada arriba de unos tacones siderales, con  una pollera justona, si era posible negra, y unas toreritas que me marcaban las formas incipientes, intentando seducir. Felizmente, algún tirifilo atrapé. De verdad. En fin. Años ha.
 Ahora que los años me plancharon las motas, y que tengo muchísimo menos pelo,- que además después que falleció mi esposo se me blanqueó por completo-  miro alguna foto de mi juventud y me pregunto, al fin y al cabo, ¿Era tan espantoso  mi moterío natural?

Y me contesto también irremediablemente: “La verdad que no era para tanto. En fin, ahora:”Qué le vachaché”.  

1 comentario:

  1. jajajaja yo te entiendo totalmente, lo único que me resigne antes y luzco mis motas, Cuando me preguntan porque no me hago la "planchita" les digo que me pelo ha evolucionado y me protege de del frío, del sol y de la lluvia jajajaja. Gracias por compartir

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