¡Un símbolo de la luz! ( Imagen tomada de Internet) |
Alguna otra vez escribí sobre el tema porque cuando fui a
guardar este archivo la computadora portátil me indicó: “Ya hay un archivo con
este nombre. ¿Lo quiere reemplazar?”.
También lo hice sobre algún que otro recurso que las
veteranas como yo podemos desplegar en una emergencia. Siempre y cuando nos
acordemos de lo que hacíamos cuando no
teníamos ninguno de los elementos modernosos
de la actualidad y que dependen de la energía eléctrica. Pongo algunos
ejemplos, aunque no son todos: ascensores cocina- con encendedor automático eléctrico
por supuesto- tostadoras, batidoras, procesadoras, “varita mágica”, licuadoras,
planchas, computadoras de escritorio, televisores, radios. Afuera del edificio:
cajeros automáticos, pago de cuentas en Abitab, o Red Pagos, o Bancos o
cualquier institución, porque actualmente está todo digitalizado, y para que
funcione adecuadamente se necesita la electricidad.
Tanto es así que creo que los jóvenes no saben qué hacer si
no se pueden conectar a algo y con algo. Pues bien. Me di cuenta de inmediato
que me había quedado “sin luz”- como decíamos antes- porque el equipo
electrógeno del hotel de al lado, largó con todo su ruido característico.
Me dije a mí misma. Tranqui. Serenidad, dale suave.
Preparate el desayuno. La leche está en la heladera. Está apagada, pero la
leche está en buen estado. Prendamos la cocina. ¡Oh! ¡No prende! ¿Por qué no
prende? ¡Porque el encendedor es eléctrico papafrita! Pero la veterana debe
tener fósforos en algún lado. Sí. Tiene. Problema solucionado. Vamos a hacer
unas tostadas. ¡Oh pero la tostadora también es eléctrica! ¡Que no cunda el
pánico! Hay sartenes a patadas. Todas con teflón. Dorate unas rodajitas de pan
común de ayer a la sartén. Y ya está. Desayuno solucionado.
Tener una vela puede ser útil también (Imagen tomada de Internet) |
¿Qué tenías planificado terminar de cocinar? ¡Ah, sí! Un
pesto de brócoli. Ya hiciste la preparación previa. ¡Qué bueno! ¡Tenés el brócoli saltado en la heladera! Anoche,
previsora, antes de acostarte, pelaste los cinco dientes de ajos y los dejaste
en el mismo bol del brócoli saltado. ¡Qué bien! ¿Qué más precisas para eso?
Queso rallado. Bueno. La procesadora no funciona, pero el viejo rallador
herrumbrado que anda por algún estante
sí. ¿Dónde mierda se habrá metido? No te preocupes. Te sobra el tiempo. Hoy no
esperás a nadie a almorzar. Te viene bien para ordenar ese relajo que tenés en
el aparador. Sacá todo, y ya va a aparecer. ¡Sí! ¡Apareció! Ahora, a rallar el
queso. Los dedos no. El queso. Bien. Ahora vamos a procesar el brócoli.
¿Procesar? ¿Con qué? ¡No tenés energía eléctrica! ¿Con qué vas a procesar,
vieja pelotuda? ¿Ehh? ¡A buscar la
picadora manual! Debe estar en el otro aparador, sucuchada en algún rincón. ¿Te
acordás que más de una se mató de la risa cuando la vio con su
simpática “manijita” de hierro y con sorna te dijeron:-¿ para qué mierda guardás
esa “antigualla”? ¡Para esto la guardabas! ¡Para estas emergencias!
Después de dos o tres horas tenés el pesto de brócoli
pronto. Ahora podés hervir la pasta. ¡Perfecto!
¿Y qué más se puede hacer?
Poné la radio portátil. ¿Qué programa vas a escuchar en
radio? No sabes. Podés hacer lo mismo que haces con la tv: “zapping o zapeo- Se
aplica sólo para la televisión- pero vos lo vas a inaugurar también para la
radio: o sea cambiar el dial hasta que encuentres algo potable. ¿Potable? ¡Oh
santos del cielo! ¡“De dónde yerba si es puro palo”!
Mi radio portátil. ¡Hay que tenerla siempre con pilas nuevas! |
Terminás escuchando
“la Clarín” folklore y tango”. Por lo menos agarraste una sesión de Francisco Canaro y de Aníbal
Troilo. Vos seguí dándole con fe. ¡Y no
vayas a tirar ni a regalar ninguna de las antiguallas!
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