Mesa, decoración de cine, copas y mi carterita de fiesta |
Indudablemente los tiempos vienen cambiando. Antiguamente los saludos se daban personalmente, casa por casa, a partir de las doce de la noche. En mi pueblo era usual que se visitaran las casas del vecindario y que las personas salieran cada vez más “escoradas” a medida que se les iban sumando los copetines. Tengo grabados en la memoria los abrazos con aliento alcohólico de los alegres amigos que ya habían perdido toda la compostura y apretaban cada vez más y mejor.
Hoy en día, el cambio que se produjo es notable: las
salutaciones se hacen por Internet. No hay tantos besos sonoros, ni tampoco abrazos
crujientes, de esos que le producen temblores al más aguerrido. En cambio, se reciben –sí- por supuesto, una cantidad
enormísima de saludos por mail, en mi caso por el blog, por facebook, por
twitter, por whatsapp y por todos los
medios habidos y por haber. Pero faltan los “persona a persona”. Van y vienen
dibujitos, videítos alusivos, bromas, chistes-algunos subiditos de tono- y más,
pero nada que se acerque al contacto físico de otros tiempos.
Y se extraña. Sigo insistiendo en que no hay nada que suplante
a un buen abrazo, y a la alegría de la bebida- y comida- compartida con otros.
Se puede obviar, pero no sustituir.
Este año, gracias a la genial idea de Pao, decidimos cambiar
la pisada. Nos fuimos a liquidar el 2016, al Hotel Sheraton. Me habían dicho
que “estaba venido a menos”, pero como buen cronopio, quise probar. Y probé.
Las instalaciones del hotel son confortables, pero, los
servicios están descoordinados. Habíamos pagado un paquete llamado “Armonía” para
el SPA-con masajes - Sin embargo, al llegar al piso 26, no estaban enterados-.
Mientras se resolvía el problema, me quedé merodeando por la piscina- como ya
saben, mi intolerancia al cloro me impide ese placer que no dudo que debe ser
estupendo-. Una empleada del SPA se comunicaba con recepción y preguntaba:
“¿Qué le vendieron a esta loca?”. Tengo disminuidas algunas condiciones físicas
pero mis oídos recepcionan bien. Llegué antes de la hora. Minga de masajista porque el servicio no estaba
pedido. Pero no me puedo quejar porque lo solucionaron. La masajista nos dio unos sensacionales masajes y nos hizo
una limpieza de cutis que nos dejó luminosas.
Pao se quedó disfrutando de la piscina y del jacuzzi, yo me
volví a la habitación. Noté que estaba muy cálida y reclamé. Problemas con el
aire acondicionado. Prendí la televisión. Estaba desprogramada. Llamé otra vez
a recepción, me atendió la misma que me explicó los “inconvenientes” con el
aire acondicionado. Me dijo que me iba a mandar un técnico. A los pocos
minutos, lo tuve en la puerta y solucionó el problema programando nuevamente el
aparato. Me sorprendió gratamente Lorena, cuando me llamó para verificar si
había recibido la visita del técnico.
A la noche, en el salón de la “cena-show” hacía un calor
insoportable. Mi cara brillaba y no era por la limpieza de cutis. Las mesas
estaban preparadas para 10 personas, con los correspondientes números y
nombres. Nos tocó una mesa de simpáticos brasileños que al poco rato, se
abanicaban con las cartas del menú. Temprano, a las 20.30 habían dado
bocadillos. Pero nosotras, fuimos directamente a la cena que estaba marcada
para las 21 horas. Nos costó conseguir un par de tragos, que reclamé reiteradas
veces. Finalmente, nos trajeron un par de caipiriñas. Instantáneamente se
plegaron varios de la mesa que venían bebiendo champagne y cerveza que era lo
que más circulaba. Los hicimos durar, simplemente por prudencia, porque con el
calor que hacía el alcohol nos podía poner bobetas del todo. Más tarde
conseguimos unos hielitos para el agua que trajeron caliente. Bueno. A
temperatura natural, pero, con el calor estaba tibia.
Paisaje desde la habitación 1006 |
Después de estas consideraciones vuelvo al tema “salutaciones”.
Cuando terminamos la cena, - sin el postre que promocionaba
la carta- fuimos al piso 25- Recordé enseguida, que ese fue el piso donde
hicimos la Graduación UAS 2000, con el
hotel nuevecito, brillante y con todas las instalaciones funcionando a la perfección-.
Allí estaba el champagne para brindar, las ventanas para ver los fuegos, y dulces de postre-pero no el del menú que faltó totalmente-. El primer abrazo
del año, bien crujiente y fuerte, fue el de Paola. Aventamos, bien lejos al
2016. Después, hubo abrazos, besos y expresiones de buenos deseos, con todos los brasileños de la mesa- que
resultaron simpatiquísimos y afables- y volví, de alguna manera, a recuperar la
ternura del abrazo humano, que es insustituible. No hay saludo virtual que
pueda dar la misma sensación que da un ser humano deseando “salud”- o lo que es
lo mismo “saúde” – en portugués- trenzado en un abrazo sincero y espontáneo.
Y también “feliz ano”- que a nosotros nos suena a otra cosa,
pero ta, es en portugués. Ustedes me entienden.
Votemos por la vuelta de
esa vieja costumbre: el contacto “persona a persona". No hay nada igual en el mundo de Internet.
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