martes, 5 de diciembre de 2017

TIERRA DE LUZ, UNA EXPERIENCIA SINGULAR

El refugio de luz 
En un lugar paradisíaco, después de Minas, cerca de Aiguá, se encuentra “Tierra de luz”, fundado hace más de veinte años. Un grupo de amigos decidió que era un enclave estupendo para actividades de retiro espiritual, meditación y  reposo. Así lo formaron los socios: poco a poco. Al principio no había luz. La trajeron. Ahora tienen heladeras, cocina, (económica y de las otras), horno a leña, y agua caliente.
 Una  de  las socias de este emprendimiento y que participa en  el grupo de biodanza, decidió invitarnos para pasar un fin de semana. No fuimos todas. Por hache o por be, hubo unas cuantas que no pudieron o no quisieron ir. Yo sé que no es fácil “arrancar” para  un territorio desconocido,  donde no se sabía exactamente qué nos iba a esperar y qué íbamos a hacer. A mí también me costó. Pero la compañera hasta me consiguió conductor preparado, avezado y dispuesto a  quedarse a participar.
Salimos temprano, alrededor de las ocho de la mañana de un sábado,  Por causas que desconozco, mi conductor tomó por otra ruta- no por la que ella señalaba- pero celular mediante,  en Minas nos encontramos ambos  vehículos en la estación de servicio. De allí seguimos juntos. Llegamos más o menos a la hora prevista.
Apenas me bajé del auto vi  un perro. Y como no me gustan,  lo primero que dije fue: “¡Uf! Hay un perro”. Extendí la mano al socio que estaba en la puerta, que me dijo sonriente: “acá, nos saludamos con un abrazo”. Además de él, también había ido  otra socia  para adelantar trabajo y preparar comida. (Debo decir que hace un pan casero de ensueño.)
Shiva 


 “El refugio de Luz”, tiene arriba,  un amplio  dormitorio colectivo. Hay que subir por una estrecha escalera caracol. (Un inconveniente a  sortear con empeño y buen humor.) Abajo,  están los baños, la cocina, el comedor, los porches con mesas, hamacas, perezosos y cómodas sillas. El entorno es un paraíso terrenal. A pocos metros, donde están las ermitas, hay hasta una corriente de agua cristalina, que no es muy profunda, donde me dijeron que se bañan sin ningún peligro. Para pasar de un lado a otro, hicieron un hermoso puente. Hay cómodos bancos de plaza para sentarse a mirar el campo, la corriente, o, el lago, que también fue planeado y hecho como querían.
La rumorosa corriente cercana

Los socios que nos recibieron habían preparado todo con muchísimo esmero: desde las comidas hasta las actividades. Una de ellas, fue visitar las ermitas recordatorias de personalidades célebres o de socios fundadores que ya no están en forma física. Se trata de montículos de piedra con imágenes o símbolos que los representan. En el lugar reinaba una gran paz. Cuando regresamos al refugio, sentimos un sonido agradable producido por las hojas de los árboles. No sé cuáles son, pero sí sé que fueron elegidos y plantados especialmente para poder oír el encantador rumor que producen.
Entorno con árboles rumorosos y hamaca 

Después del aperitivo vino el almuerzo. Siempre en abundancia.  Las actividades se fueron sucediendo  y todos participamos con entusiasmo. Al anochecer nos vimos una película que nos hizo reír mucho: “El regalo”. ¡Y tuvimos hasta “pop”!- como si estuviéramos en el cine-.A a la noche, dormimos cada uno en su camita, como verdaderos angelitos.
En cada ocasión  en el living o alrededor de la mesa, nos daban para leer cartas y tarjetas. Cada uno leía las suyas y se hacían  comentarios. El ambiente distendido contribuyó para que todo lo que hiciéramos fuera encantadoramente placentero.
El segundo día, después de un desayuno- que como ya expresé era abundante- hicimos otras actividades guiadas.
Hubo una sesión de sanación por medio de la música producida por cuencos. Para mí, toda una atrayente novedad.
Cuencos e instrumentos para sanación. El tambor del centro, reproduce el sonido del océano


Finalmente, no pudimos ir a las ermitas porque la lluvia había dejado todo embarrado, pero Gusti, lo solucionó con una pensada y elaborada tarea de interior. María y él, prepararon una canasta con piedras elegidas. Nos dieron una a cada uno. Y mientras, evocaban y nos contaban la primera impresión que habíamos causado. A mí  me tocó una piedra grande, densa, dura. La primera impresión que causé no fue buena. Entré protestando por la presencia del perro (que para colmo de males era de Gusti), extendí la mano (influencia de añares trabajando con norteamericanos que no tienen por costumbre besar o abrazar). No me sorprendió el juicio. Sé que no soy simpática, y tengo muy bajo el nivel de tolerancia. Es una verdad absoluta. Pero después me avine a la presencia del perrito que fue más flexible que yo; no me avanzó ni me hizo fiestas de ningún tipo. Sabio el tipo.
Otro exterior encantador 

Volvimos a Montevideo, a nuestro aire, sin apremios, por la ruta 8, pasando por Minas, Solís de Mataojo. Fue una experiencia singular.





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