El refugio de luz |
En un lugar paradisíaco, después
de Minas, cerca de Aiguá, se encuentra “Tierra de luz”, fundado hace más de
veinte años. Un grupo de amigos decidió que era un enclave estupendo para
actividades de retiro espiritual, meditación y
reposo. Así lo formaron los socios: poco a poco. Al principio no había
luz. La trajeron. Ahora tienen heladeras, cocina, (económica y de las otras),
horno a leña, y agua caliente.
Una de las socias de este emprendimiento y que
participa en el grupo de biodanza,
decidió invitarnos para pasar un fin de semana. No fuimos todas. Por hache o
por be, hubo unas cuantas que no pudieron o no quisieron ir. Yo sé que no es
fácil “arrancar” para un territorio
desconocido, donde no se sabía
exactamente qué nos iba a esperar y qué íbamos a hacer. A mí también me costó.
Pero la compañera hasta me consiguió conductor preparado, avezado y dispuesto a
quedarse a participar.
Salimos temprano, alrededor de
las ocho de la mañana de un sábado, Por causas
que desconozco, mi conductor tomó por otra ruta- no por la que ella señalaba-
pero celular mediante, en Minas nos
encontramos ambos vehículos en la
estación de servicio. De allí seguimos juntos. Llegamos más o menos a la hora
prevista.
Apenas me bajé del auto vi un perro. Y como no me gustan, lo primero que dije fue: “¡Uf! Hay un perro”.
Extendí la mano al socio que estaba en la puerta, que me dijo sonriente: “acá,
nos saludamos con un abrazo”. Además de él, también había ido otra socia para adelantar trabajo y preparar comida.
(Debo decir que hace un pan casero de ensueño.)
Shiva |
“El refugio de Luz”, tiene arriba, un amplio dormitorio colectivo. Hay que subir por una
estrecha escalera caracol. (Un inconveniente a sortear con empeño y buen humor.) Abajo, están los baños, la cocina, el comedor, los
porches con mesas, hamacas, perezosos y cómodas sillas. El entorno es un
paraíso terrenal. A pocos metros, donde están las ermitas, hay hasta una
corriente de agua cristalina, que no es muy profunda, donde me dijeron que se
bañan sin ningún peligro. Para pasar de un lado a otro, hicieron un hermoso
puente. Hay cómodos bancos de plaza para sentarse a mirar el campo, la
corriente, o, el lago, que también fue planeado y hecho como querían.
La rumorosa corriente cercana |
Los socios que nos recibieron
habían preparado todo con muchísimo esmero: desde las comidas hasta las
actividades. Una de ellas, fue visitar las ermitas recordatorias de
personalidades célebres o de socios fundadores que ya no están en forma física.
Se trata de montículos de piedra con imágenes o símbolos que los representan. En
el lugar reinaba una gran paz. Cuando regresamos al refugio, sentimos un sonido
agradable producido por las hojas de los árboles. No sé cuáles son, pero sí sé
que fueron elegidos y plantados especialmente para poder oír el encantador rumor
que producen.
Entorno con árboles rumorosos y hamaca |
Después del aperitivo vino el almuerzo.
Siempre en abundancia. Las actividades
se fueron sucediendo y todos
participamos con entusiasmo. Al anochecer nos vimos una película que nos hizo
reír mucho: “El regalo”. ¡Y tuvimos hasta “pop”!- como si estuviéramos en el
cine-.A a la noche, dormimos cada uno en su camita, como verdaderos angelitos.
En cada ocasión en el living o alrededor de la mesa, nos daban
para leer cartas y tarjetas. Cada uno leía las suyas y se hacían comentarios. El ambiente distendido contribuyó
para que todo lo que hiciéramos fuera encantadoramente placentero.
El segundo día, después de un
desayuno- que como ya expresé era abundante- hicimos otras actividades guiadas.
Hubo una sesión de sanación por
medio de la música producida por cuencos. Para mí, toda una atrayente novedad.
Cuencos e instrumentos para sanación. El tambor del centro, reproduce el sonido del océano |
Finalmente, no pudimos ir a las
ermitas porque la lluvia había dejado todo embarrado, pero Gusti, lo solucionó
con una pensada y elaborada tarea de interior. María y él, prepararon una
canasta con piedras elegidas. Nos dieron una a cada uno. Y mientras, evocaban y
nos contaban la primera impresión que habíamos causado. A mí me tocó una piedra grande, densa, dura. La
primera impresión que causé no fue buena. Entré protestando por la presencia
del perro (que para colmo de males era de Gusti), extendí la mano (influencia
de añares trabajando con norteamericanos que no tienen por costumbre besar o
abrazar). No me sorprendió el juicio. Sé que no soy simpática, y tengo muy bajo
el nivel de tolerancia. Es una verdad absoluta. Pero después me avine a la presencia
del perrito que fue más flexible que yo; no me avanzó ni me hizo fiestas de
ningún tipo. Sabio el tipo.
Otro exterior encantador |
Volvimos a Montevideo, a nuestro
aire, sin apremios, por la ruta 8, pasando por Minas, Solís de Mataojo. Fue una
experiencia singular.
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