Los jardines versallescos tienen estatuas como esta |
Esta fue la más masiva de las
visitas que hice en París. En el bondi íbamos cuarenta y seis personas- de cada
pueblo un paisano- Nos largaron en el jardín enormísimo, y nos indicaron cómo
hacer para salir, “siguiendo la valla blanca” y cada uno a su aire. Había una
enormidad para recorrer porque los jardines son- precisamente- “versallescos”:
enormes, majestuosos, con magníficas estatuas, caminos, lagos, en fin, un
verdadero jardín francés. (Que no es ni
inglés, ni chino). Recorrí y tomé fotos, pero hacía un frío descomunal, por lo
cual me decidí-antes de enfermarme- a recorrer la valla blanca, encontrar un baño
y la cafetería para mandarme a bodega un
buen “chocolat”.
Algún día te veré con menos frío, Versalles |
Después se haría la visita al
palacio. Como la guía fue la misma chiquitina maldita que nos llevó el día
anterior, no me hice ninguna ilusión sobre la visita palaciega. Además, el buen
gusto del chocolate y un mantecado me devolvieron el alma al cuerpo. Me perdí
un rato en mis propios pensamientos- cosa que el genial Cortázar recomendaba
hacer lo más frecuentemente posible- y, mientras, bebí con verdadero deleite la
delicia caliente. No me acordé de ninguna manera si la visita iba a comenzar a
las dos, o, a las dos y cuarto. Decidí
que no estaría mal ir a la puerta B-como
recomendó la de las gárgaras- para hacer el recorrido. Cuando llegué a la
puerta B, el guía general, Antonio, el español, estaba desalado esperándome. Ya
habían entrado. Por lo cual, me asignó a otra guía, un poco más amable, que de inmediato me aclaró que si revisaban el número de visitantes, ella
tendría veintiuno- uno más- por lo cual
yo debería indicar que no la conocía- Todo esto con una sonrisa de oreja
a oreja. Y yo esbocé otra, pero me quedé pensando para qué mierda había pagado todo
lo que pagué si prácticamente iba a estar de incógnito. Me enteré entonces, -no
antes-, que Special Tour, lleva varias “excursiones”, en
múltiples ómnibus, de más de cuarenta
personas cada una y, las divide entre guías locales en grupos de veinte. De más está
decir que veinte personas es un número copioso, por lo cual aunque nos pusieron
microfonitos para escuchar lo que decían, no entendí ni capté un pepino. Me quedó una vaga idea de que fue Luis XIV el
que mandó construir el palacete, con una “sala de espejos” famosa- que la hizo para
alardear entre la nobleza que se ponía
verde de envidia-, y, que los majestuosos jardines eran recorridos asiduamente
por su majestad en compañía de los nobles invitados, aunque quedaran morados de
frío porque el rey no lo sufría y, por lo tanto, no le importaba. Además, daba
conciertos, y danzaba- en los jardines- sin importarle en absoluto la helada temperatura. Se preguntarán por qué
hago tanto hincapié en el frío. Pues bien, porque hacía un frío tan considerable que me impidió disfrutar
enteramente del paseo. Por lo cual pude ponerme en la piel de los cortesanos
que habrían sufrido lo mismo o más.
Otro paseo para volver a hacer
con otro ritmo, otro guía-personalizado-, y tiempo suficiente para recorrer y
ver.
Más jardín |
También hice un paseo en el
“bateu mouche”. Sencillamente, olvidable. El frío era tan intenso al anochecer
que dando diente con diente, lo único que deseaba intensamente era volver al
abrigo del hotel.
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