Eugenio Derbez, Anna Faris (Imagen tomada de Internet) |
No voy a
comentar el famoso cuento de Horacio Quiroga cuyas últimas palabras me hicieron
llorar en mi adolescencia:
“Y cesó de respirar”.
Tampoco me voy a
referir a los amores imposibles. Sobre todo los inconvenientes que se plantean cuando se da por concluida una relación que ya no da para más. Bien se sabe lo difícil que es dar
o aceptar una negativa, del tipo “no va
más” ruletero. Le busques la vuelta que le busques la otra persona no la
acepta de ninguna manera. Se pone furiosa. ¿Cómo te vas a negar? ¡Por Dios!
¡Nada menos! Quiere seguir aferrada a una época que no existe más que en la memoria,
y que en el presente ya no tiene ninguna razón de ser. Pero no. No voy a comentar nada
de eso. No tendría ningún sentido. “Lo pasado, pisado”. Sin embargo, algo de
todo eso se da en la película que vi hoy. No echo nada a
perder si les digo que el argumento es muy similar a otra película de igual
nombre que vimos años antes. Tampoco peco de chismosa si les digo que en este
caso, el millonario “pervertido” y mimado por el papá es él y la pobre es ella.
Clásico argumento de amor imposible (por eso señalé que algo de “amores
contrariados” había). En esta película, él pierde la memoria en un accidente-
caso típico también, para volver a vivir otra vida- y, ella, aprovechará las circunstancias para vengarse del mal trato que le dio, cuando fue contratada para
limpiar su lujosísimo yate donde pasaba sus días haciendo nada, rodeado de
mujeres hermosas, bebiendo y comiendo a su pleno gusto. Todo a su completo
gusto. Pero el destino, o como se le llame, le tiene dispuesta una trampa
mortal.
Se cae de su
lujoso yate y va a dar-desmemoriado- a una playa. Sin los recuerdos de su vida,
el millonario queda a merced de la pobretona que lo toma a su cargo, y, ayudada
por familiares y amistades, lo llevará a hacer algo que nunca hizo en su vida
de ricachón mimado: trabajar.
¿Les suena?
También puede pensarse –si quieren- en “La Vida es Sueño” de
Calderón de la Barca, donde el príncipe que
ha sido criado como un mendigo,-
ya que los vaticinios le auguraron al
padre que sería asesinado por ese hijo
colérico-, despierta un día en su palacio. Fue criado como pobre por un
hayo. Al despertar rodeado del lujo
palaciego, comete varios desatinos, y vuelven a dormirlo nuevamente. Y lo llevan
otra vez a su pocilga. ¿Se acuerdan? Vale la pena releer la obra y repasar este
famoso y filosófico monólogo del Príncipe Segismundo.
“Sueña el rey que es rey”
S
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una
ficción,
y el mayor bien es
pequeño:
que toda la vida es
sueño,
y los sueños, sueños
son”.
Lo recuerdan ¿verdad?
Famosísimos los últimos versos. Todos pensamos alguna vez que somos seres de
ficción, o ilusorios, como fantasmas que nos desvanecemos en un instante, sin
dejar nada. Apenas algún recuerdo en la memoria de alguno que nos haya querido.
Nada más.
En “Amor a la deriva”, sueñan los
operarios con los cuales tiene que trabajar Leonardo, construyendo una piscina
en una fabulosa mansión de un millonario- y por supuesto también Leonardo, cuando la
empleada doméstica, le “inventa una vida ficticia”- con trabajo, con hijos, con responsabilidades. Y, de a
poco, acepta esa vida- creyendo que es la que siempre tuvo-, preguntándose
sobre la realidad- como el príncipe Segismundo-
sin saber que lo han metido nada más y nada menos que en una
trampa- una jugarreta del destino si se quiere-, que lo lleva además a la reflexión
que en su vida de niño rico y consentido nunca se planteó.
izas le convierte
La película tiene además, unas buenas dosis de humor. Entretiene. Divierte.
Es más que un mero entretenimiento.
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