lunes, 21 de mayo de 2018

A LA DERIVA

Eugenio Derbez, Anna Faris (Imagen tomada de Internet) 


No voy a comentar el famoso cuento de Horacio Quiroga cuyas últimas palabras me hicieron llorar en mi adolescencia:
 “Y cesó de respirar”.
Tampoco me voy a referir a los amores imposibles. Sobre todo los inconvenientes  que se plantean cuando se da por concluida una relación que ya no da para más. Bien se sabe lo difícil que es dar o aceptar una negativa, del tipo   “no va  más” ruletero. Le busques la vuelta que le busques la otra persona no la acepta de ninguna manera. Se pone furiosa. ¿Cómo te vas a negar? ¡Por Dios! ¡Nada menos!  Quiere seguir aferrada a  una época que no existe más que en la memoria, y que en el presente ya no tiene ninguna  razón de ser. Pero no. No voy a comentar nada de eso. No tendría ningún sentido. “Lo pasado, pisado”. Sin embargo, algo de todo  eso se da  en la película que vi hoy. No echo nada a perder si les digo que el argumento es muy similar a otra película de igual nombre que vimos años antes. Tampoco peco de chismosa si les digo que en este caso, el millonario “pervertido” y mimado por el papá es él y la pobre es ella. Clásico argumento de amor imposible (por eso señalé que algo de “amores contrariados” había). En esta película, él pierde la memoria en un accidente- caso típico también, para volver a vivir otra vida- y, ella, aprovechará las circunstancias para vengarse del mal trato que le dio, cuando fue contratada para limpiar su lujosísimo yate donde pasaba sus días haciendo nada, rodeado de mujeres hermosas, bebiendo y comiendo a su pleno gusto. Todo a su completo gusto. Pero el destino, o como se le llame, le tiene dispuesta una trampa mortal.
Se cae de su lujoso yate y va a dar-desmemoriado- a una playa. Sin los recuerdos de su vida, el millonario queda a merced de la pobretona que lo toma a su cargo, y, ayudada por familiares y amistades, lo llevará a hacer algo que nunca hizo en su vida de ricachón mimado: trabajar.
¿Les suena?
También puede  pensarse –si quieren- en “La Vida es Sueño” de Calderón de la Barca, donde el príncipe que   ha sido criado como un mendigo,- ya que  los vaticinios le auguraron al padre  que sería asesinado por ese hijo colérico-, despierta un día en su palacio. Fue criado como pobre por un hayo.  Al despertar rodeado del lujo palaciego, comete varios desatinos, y vuelven a dormirlo nuevamente. Y lo llevan otra vez a su pocilga. ¿Se acuerdan? Vale la pena releer la obra y repasar este famoso y filosófico monólogo del Príncipe Segismundo.

 “Sueña el rey que es rey”

S

con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,              
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?                
  Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,               
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.                  
  Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?  Un frenesí.                
¿Qué es la vida?  Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son”.  

 Lo recuerdan ¿verdad? Famosísimos los últimos versos.  Todos  pensamos alguna vez que somos seres de ficción, o ilusorios, como fantasmas que nos desvanecemos en un instante, sin dejar nada. Apenas algún recuerdo en la memoria de alguno que nos haya querido. Nada más.  
En “Amor a la deriva”,  sueñan los operarios con los cuales tiene que trabajar Leonardo, construyendo una piscina en una fabulosa mansión de un millonario-  y por supuesto también Leonardo, cuando la empleada doméstica, le “inventa una vida ficticia”- con trabajo,  con  hijos, con responsabilidades. Y, de a poco, acepta esa vida- creyendo que es la que siempre tuvo-, preguntándose sobre la realidad-  como el príncipe Segismundo- sin saber que lo han  metido nada más y nada menos que en  una trampa- una jugarreta del destino si se quiere-, que lo lleva además a la reflexión que en su vida de niño rico y consentido nunca se planteó.  
La película tiene además, unas buenas dosis de humor. Entretiene. Divierte. Es   más que un mero  entretenimiento.                

izas le convierte

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