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"Celeste aunque le cueste" (foto propia) |
No hay caso.
Pase lo que pase en el país, aunque se caiga a pedazos y la inseguridad domine todos los ámbitos, el
fútbol es el rey indiscutible.
Nada escapa a su
influjo. Todo se “acelesta”. Los bares, los restaurantes, hombres, mujeres, comercios,
empleados, operarios, supervisores. Incluso los conductores de UBER – que en un
principio ofrecían caramelitos a los pasajeros-, ya se uruguayizaron (porque hay muchos venezolanos y cubanos, que van con
las radios trasmitiendo pelotudeces
futboleras. Antes, no hace mucho, llevaban música clásica, pero les duró bien
poco). El influjo de la propaganda es
tan grande que no escapa nada ni nadie.
Yo no soy
fanática. Ni siquiera fui botinera
porque nunca tuve en la mira a ningún
futbolista. Lo juro. Y miren que tenía
nada más ni nada menos que a Fernando Morena- que en su juventud partía
las piedras y embobaba a media humanidad y más recientemente – otro más joven-
“La Fiera” Diego Aguirre-
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Fernando Morena ( imagen tomada de Internet) |
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Diego Aguirre "La Fiera"(Imagen tomada de Internet) |
Pero mis preferencias fueron siempre por otro carril. Un poco Jean Louis Trintignant, Clint Eastwood,
otro poco, Jean Paul Belmondo, Charles
Bronson - esos feos con un inexplicable
“no sé qué”- y, actualmente, (todo el mundo lo sabe por otra parte) Keanu Reeves. Alto, atractivo y cincuentón.
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Keanu Reeves(Imagen tomada de Internet) |
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Jean Louis Trintignant ( Imagen tomada de Internet) |
Los carilindos,
si bien reconozco que lo son, no me resultaron nunca los más atractivos.
Pese a esa
despreocupación por el deporte por el cual todo Uruguay se está estremeciendo,
no puedo escapar a la “fiebre rusa”- esta descomunal sensación de que el mundo
se acaba porque Uruguay va a jugar este mundial con un plantel al parecer
invencible-. De todas maneras, a mí me parece que tenemos muchos otros
problemas para resolver que han pasado a segundo plano o han sido tapados por este acontecimiento que parece
llevar el alma de los compatriotas.
Es de esperar
que después se restablezca un mínimo de cordura que nos haga mirar-otra vez-
todo lo que tenemos para hacer. Juntos. De otra
manera, no será posible. Ojalá que sí.
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