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MUNDIAL DEL 2010 CELEBRANDO |
En estos días he
tenido abandonado mi blog porque estoy tratando
de escribir una ponencia. Para mí es muy difícil porque no tengo experiencia, y me van
a pedir esto y lo otro, en cuanto a los textos, cómo citarlos, en dónde poner
las llamadas si al pie o al final y otras cuestiones que no sé cómo resolver. Necesitaría un manual facilón donde
se dieran las bases más necesarias, pero, no lo tengo. Algunas de mis amistades
han presentado trabajos académicos, pero no ayudan a otra persona ni en broma.
Me faltan
–además- testimonios, porque el autor que quiero presentar escribió e hizo de
todo en su vida para solventar sus gastos y los de su familia. Los he ido
pidiendo en las redes sociales, pero, hasta el momento nadie me ha contestado
ni por sí ni por no. Es increíble pero es así. Cuando alguien solicita mi ayuda
yo respondo, si puedo o no puedo, si tengo o no tengo, pero parece que eso no
se usa más.
Estas palabras
anteriores son para explicar mi ausencia bloguera.
Ahora sí. Voy al
tema. A mí el fútbol nunca me interesó demasiado. Soy de Peñarol por mi padre,
pero no tengo ni la más pálida idea de cuál es el equipo actual, quién lo
dirige y cómo. Por ser como soy, no hago comentarios de fútbol, tampoco de política, ni de religión. No tengo una militancia política o una religión determinada.
Fui educada en mis primeros años en una escuela de monjas, porque mi madre
tenía la peregrina idea de que la educación que daban las hermanitas era mejor
que la pública. Resultó que ni tanto ni tan poco. Cuando ella murió y fui a
vivir con la nueva familia de mi padre, él me envió a la escuela pública. La
novedad fue que había varoncitos, y como siempre me gustaron me adapté lo mejor
que pude.
Este Mundial de
fútbol 2018 ha provocado una especie de avalancha publicitaria y, desde hace
más de un mes, no hay nada que no se haya
futbolizado. La propaganda de
los comercios ofrecía descuentos cuyas
ofertas empezaban: “si gana Uruguay, tenés tal o cual beneficio en tus
compras”. Y más de una iba a las ofertas de cabeza. Yo hice las compras
habituales, pero no llevada por los comerciales, sino por lo que necesitaba. La
costumbre de haber sido siempre pobre me
hizo conservadora en los gastos.
Cuando vivía mi
esposo, el administrador de las finanzas era él. Yo empecé a ocuparme de lo
económico cuando me quedé sola. A veces me ha ido bien, pero no siempre. Este
año, por ejemplo, no pude viajar a ningún lado. El año pasado sí. Un viaje que
no resultó como lo había soñado y planificado. Ya lo conté. No voy a abundar en
eso, pero viajé. Pensando en los paseos que hice me acordé que en el Mundial
2010, unos amigos habían cumplido sus veinticinco años de casados, y, como
nuestras finanzas andaban bien, los
invitamos a pasar unos días en el hotel Carlos Gardel, recorrer los puntos
interesantes de la zona, y también ir hasta Rivera. Lo hicimos con total
felicidad. ¿Por qué me acordé? Porque también era un año de Mundial.
Ahí quedamos los
cuatro para la posteridad con la bandera de Uruguay en el Restaurante El Zorzal
Criollo.
La vida siguió
después con sus altos y sus bajos. Para mí, más bajos que altos, porque mi esposo se enfermó al final del año 2010 y
ya nada fue igual para mí.
Entonces, la
pregunta del título: ¿Después del Mundial qué?
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Broma que apareció en redes sociales cuando UY perdió con Francia |
Marca unas grandes interrogantes para este año 2018, ahora que ya
estamos por volver a la realidad. ¿Aumentos? De todo tipo, aunque el gobierno lo
niegue o nos trate de llenar con estadísticas. ¿Endeudamiento del país?
También. Y es seguro que lo vamos a pagar todos. Sin lugar a dudas.
¡Chau Rusia!