viernes, 27 de julio de 2018

DOMINGOS

 En estos días en que he corrido contra reloj para entregar  una  ponencia, estuve buscando apoyatura por todos lados. Eso me llevó a escuchar muchos casetes grabados, donde encontré sorpresas de todo tipo. Desde uno de ellos con una grabación de un examen de conversación del año 1994, donde las voces de mis estudiantes de esas épocas suenan como niños. Lo eran, sin lugar a dudas; –  ahora  son unos muy serios señorones  profesionales–,  hasta una entrevista con Lil Bettina Chohuy. ¿Motivo? La promoción del Uruguayan American School como colegio que tenía un nuevo programa que podría incluir a uruguayos que quisieran quedarse a estudiar en el país, en lugar de continuar estudios  en los Estados Unidos. Ese trabajo me llevó todo un fin de semana completo sin abandonar el viejo pasacasete que trabajó incansablemente como si fuera nuevito. Finalmente, al concluir, quedé vacía e insomne.  Decidí revisar otras carpetas. Empecé por algunas de  fotos de mis actores favoritos.  Ya se sabe que uno  es Keanu Reeves,
Keanu- foto tomada de Internet- 
La belleza de Lex Barker

 pero hubo otro, amado por mi madre, -a mí también me gustaba- que fue el mejor Tarzán de todos los tiempos: Lex Barker. Una hermosura que usaba un equívoco y pequeño taparrabos sobre sus musculosas  y largas piernas. Una belleza apolínea. Sin lugar a dudas. Nunca supe cómo en esa época, década de 1950, lo dejaron lucir tan desnudo, tan provocativo, tan yo que sé y con ese no sé qué.
Por último revisé mi carpeta de notas. Y encontré unas sobre otro día domingo. Había ido  al centro de mañana, también pasé  por la casa de una amiga a retirar y devolver libros y decidí comer en una pizzería del centro. Ejido y 18 para más datos. En  el piso de abajo, estaban los televisores a todo trapo con partido mundialista. Por ese motivo, decidí subir las escaleras para encontrar un lugar más recogido. Arriba, no había ni un alma. O eso pensé al principio, hasta que una voz desagradable me dijo: “Acá no está habilitado, señora”. 



La escalera de la pizzería 
Arriba: el lugar desierto y negado 


Busqué al renacuajo  en cuestión, lo encontré sentado con una laptop y con cara de pocos amigos. Saqué unas fotos al local desierto para poder escribir sobre  la pelotudez humana de negar un lugar para comer, a sabiendas de que el local depende de cuánto pueda vender  de comestibles.  Ya en casa, aún con el gusto amargo del rechazo,  en pantuflas,  me pedí un  delivery, y  “a otra cosa mariposa”.
Y acá lo dejo escrito, para que conste, para que perdure. Qué joder



En pantuflas día domingo después de la negativa para poder sentarme en un lugar tranquilo 

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