En estos días en
que he corrido contra reloj para entregar
una ponencia, estuve buscando
apoyatura por todos lados. Eso me llevó a escuchar muchos casetes grabados,
donde encontré sorpresas de todo tipo. Desde uno de ellos con una grabación de
un examen de conversación del año 1994, donde las voces de mis estudiantes de
esas épocas suenan como niños. Lo eran, sin lugar a dudas; – ahora son unos muy serios señorones profesionales–, hasta una entrevista con Lil Bettina Chohuy. ¿Motivo?
La promoción del Uruguayan American
School como colegio que tenía un nuevo programa que podría incluir a
uruguayos que quisieran quedarse a estudiar en el país, en lugar de continuar
estudios en los Estados Unidos. Ese
trabajo me llevó todo un fin de semana completo sin abandonar el viejo pasacasete que trabajó incansablemente
como si fuera nuevito. Finalmente, al concluir, quedé vacía e insomne. Decidí revisar otras carpetas. Empecé por
algunas de fotos de mis actores
favoritos. Ya se sabe que uno es Keanu Reeves,
|
Keanu- foto tomada de Internet- |
|
La belleza de Lex Barker |
pero hubo otro, amado por mi
madre, -a mí también me gustaba- que fue el mejor Tarzán de todos los
tiempos: Lex Barker. Una hermosura que usaba un equívoco y pequeño taparrabos
sobre sus musculosas y largas piernas. Una
belleza apolínea. Sin lugar a dudas. Nunca supe cómo en esa época, década de
1950, lo dejaron lucir tan desnudo, tan provocativo, tan yo que sé y con ese no sé qué.
Por último
revisé mi carpeta de notas. Y encontré unas sobre otro día domingo. Había ido al centro de mañana, también pasé por la casa de una amiga a retirar y devolver
libros y decidí comer en una pizzería del centro. Ejido y 18 para más datos. En
el piso de abajo, estaban los
televisores a todo trapo con partido mundialista. Por ese motivo, decidí subir
las escaleras para encontrar un lugar más recogido. Arriba, no había ni un alma.
O eso pensé al principio, hasta que una voz desagradable me dijo: “Acá no está
habilitado, señora”.
|
La escalera de la pizzería |
|
Arriba: el lugar desierto y negado |
Busqué al renacuajo en cuestión, lo encontré sentado con una
laptop y con cara de pocos amigos. Saqué unas fotos al local desierto para
poder escribir sobre la pelotudez humana
de negar un lugar para comer, a sabiendas de que el local depende de cuánto
pueda vender de comestibles. Ya en casa, aún con el gusto amargo del
rechazo, en pantuflas, me pedí un delivery, y “a otra cosa mariposa”.
Y acá lo dejo
escrito, para que conste, para que perdure. Qué joder
|
En pantuflas día domingo después de la negativa para poder sentarme en un lugar tranquilo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario