martes, 4 de septiembre de 2018

LA INVISIBLE

Glenn Close y Jonathan Pryce en La esposa ( foto tomada de Internet)


La película The wife  revaloriza el papel de las mujeres que han quedado opacadas por un hombre y que no han sabido salir de esa cárcel en la cual se encerraron a sí mismas y da a Glenn Close una firme posibilidad de ganar un Óscar por su magnífica actuación.
El argumento es conocido: Ella, cuando era joven,  le  llevó a su profesor un texto que escribió, y a partir de ahí  surge  una relación que se consolida contra viento y marea. La película los presenta, ya veteranos,  en una situación muy especial: el momento en que lo llaman para notificarle que ganó el tan preciado premio Nobel. A partir de ahí, el argumento se consolida y se desarrolla mostrando las  múltiples facetas de la relación. En el caso de ella, se destaca la esposa eficiente, atenta a todos los detalles, incluso con las píldoras que  él tiene que tomar con los horarios marcados por reloj. Organizada y eficaz buena esposa. Desde todo punto de vista. Él es  un artista ególatra, —como suele ocurrir— pagado de sí mismo; el clásico pavo real que exhibe su plumaje, y más ahora, que ha ganado el premio más cotizado. Al pavoneo de sus plumas, se suma el detalle de que es un mujeriego que ha sostenido romances, —y aún lo hace— con otras mujeres. Ella, ha sido sumisa y lo ha tolerado. La vuelta de tuerca es fácil de imaginarla: en realidad, la que escribía era ella, y él, era en cambio un simple editor de las obras, incluso, incapaz de reconocer los nombres de los personajes que supuestamente habían sido su creación.

Glenn Close en un papel memorable como La Esposa ( foto tomada de Internet) 


Hay casos reales. El 12 de abril de 2013, escribí sobre María Lejárraga, la escritora fantasma, que escribió todas las obras del que fue su marido: Gregorio Martínez Sierra.



Hace un tiempo, vi una película también sobre un caso real: el de la pintora Margaret Keane, cuyo marido figuraba como “el pintor”, pero la que hacía las obras era ella. Hubo un sonado juicio por derechos, donde ambos fueron obligados a pintar delante de un tribunal; ella fue capaz de crear un cuadro con sus clásicos personajes de ojos grandes, y él adujo un dolor en el hombro para no hacerlo. Todo salió a la luz, y ella  que había estado “a la sombra”, también.
Nunca son del todo claros los motivos para aceptar esas posiciones tan humillantes. Puede haber varios: uno es el papel sumiso que tenía la mujer. Se las educaba para ser sombras de sus maridos, caminado siempre atrás para no destacarse en nada que los pudiera opacar. Era muy común que aceptaran su destino sin protestar. Incluso hubo algunas que escribieron con seudónimo masculino para no herir sensibilidades. Únicamente ante situaciones extremas, salían a la luz. En el caso de  María Lejárraga, por ejemplo, fue en defensa de sus derechos de autoría porque se estaba muriendo de hambre, mientras la amante, la que había tenido una hija con el renacuajo —así lo llama Rosa Montero en su interesante trabajo, sobre María de la O—, vivía a cuerpo de rey, incluso  cuando él ya había muerto.
Otro posible motivo: la natural  humildad femenina de épocas pasadas, también producto de una educación para servir al hombre como si fuera un amo. Leí alguna obra con consejos para las recién casadas que enfatizaban esa posición. Ellas, durante siglos,  no tuvieron agallas para enfrentar una sociedad que no estaba preparada para que las mujeres desempeñaran papeles activos.  El papel activo, de real importancia de la mujer, más bien parece haberse manifestado claramente en la segunda mitad del siglo XX. Yo recuerdo que en la década del 60, empecé a usar minifaldas y pantalones a escondidas del negro Pinela que me hubiera pasado por una máquina de picar carne ante tamañas atrocidades modernas. Tuve que esperar a tener mi primer novio que era bastante liberal, (él sí, pero la madre, no—también como suele ocurrir—) para usar faldas cortas o pantalones, que  no eran usuales como prendas femeninas. Aunque las jóvenes de ahora  no lo crean.  
Por lo tanto, puede afirmar con conocimiento y experiencia de causa, que el papel activo de la mujer es muy reciente y aún es combatido.
Yo también dejé aspiraciones por el camino; una de ellas fue la de escribir profesionalmente. Como tuve que trabajar para vivir, nunca pude hacerlo. Me tuve que conformar con la docencia, que pese a no haber sido mi primera opción fue placentera. Sobre todo ahora que cosecho los frutos de tantos años de lucha y veo tantos seres maduros y realizados que pasaron por mis clases. Tengo amistades que me dicen que empiece ahora, pero ya no estoy en edad. No quiero ser llamada la abuelita de las letras. Despunto mi gusto acá, en mi blog, al que tampoco exploto comercialmente aunque conozco mujeres que sí lo hacen.
Probablemente, por mi propia experiencia de  vida, haya podido comprender  a Joan Castleman, el personaje que  Glenn Close, encarnó estupendamente.  Tampoco me pareció inverosímil el final. ¿Por qué destruir una ilusión que se mantuvo durante tanto tiempo?
Vean la película. Vale la pena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  “VIEJO BARRIO QUE TE VAS ”   Desde que vivo en Punta Carretas, el barrio se fue transformando en forma lamentable. Hay construccione...