¿Nos animamos a desentonar? |
No todos los días nos levantamos con el mismo estado de ánimo. Yo tengo días que ando por el piso, buscándome empecinadamente para ver si todavía no me he convertido en la cucaracha de “La Metamorfosis” de Kafka. Otros días, percibo los rayos del sol en mi ventana, o surgió un pimpollo en el rosal de mi rinconcito verde, con esa belleza que tienen las manifestaciones de la naturaleza que en medio de todos los pesares sabiamente sabe cambiar de rumbo en pocos instantes y esos instantes, pocos pero emotivos, son suficientes para traerme un sonriente soplo de frescura. A veces, puede ser una canción, alguna de las que supo hacer como ninguna María Elena Walsh, por ejemplo. Otras, algún chascarrillo de los tantos que circulan por Internet, puede lograr lo mismo. Son instantes, pero sirven para seguir. Por eso, hoy, en esta nota, quisiera plantear una “defensa de la sonrisa”. El cartel que decora esta nota es de Mafalda. Creo que ya muchos lo conocen, porque lo compartí en Facebook con mis amigos, para animarlos a “ensayar”. Intentar sacar, aunque sea de abajo de las piedras, en lugar de la cara de la bruja Ágata de la Pequeña Lulú, un rostro más amable, sin arrugas marcadas por la amargura o por el mal humor. Sé que se preguntarán cómo después de las circunstancias que tuve que enfrentar en la vida, me queda aún ánimo para defender esta aparente “causa perdida”. Hoy, me acordé de un poema conmovedor, que conozco desde hace muchos años del poeta español Miguel Hernández. Lo escribió en las circunstancias más adversas por las cuales pueda atravesar el padre de un niño de pocos meses. Estando preso, recibió una carta de su mujer donde le comunicaba que no tenían para comer más que pan y cebolla. Y él, sin lugar a dudas muy angustiado por la situación escribió estas memorables “Nanas de la cebolla”. En la letra de este poema , van a encontrar una de las mejores “defensas” de la risa. La risa inocente. La risa del niño que, ajeno a las circunstancias de su padre preso, de la guerra, del hambre, ríe cándidamente en su cuna.
Ese padre, uno de los mejores poetas de la época, “promueve” esa risa con sus versos:
“Una mujer morena,
Resuelta en luna,
Se derrama hilo a hilo
Sobre la cuna.
Ríete, niño,
Que te traigo la luna
Cuando es preciso
Tu risa me hace libre,
Me pone alas,
Soledades me quita,
Cárcel me arranca
Boca que vuela
Corazón que en tus labios
Relampaguea
Es tu risa la espada
Más victoriosa
Vencedor de las flores
Y las alondras
Rival del sol
Porvenir de mis huesos
Y de mi amor
Desperté de ser niño
Nunca despiertes
Triste llevo la boca
Ríete siempre
Siempre en la cuna
Defendiendo la risa
Pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
Con cinco azahares
Con cinco diminutas
Ferocidades
Con cinco dientes
Como cinco jazmines
Adolescentes
Si Miguel Hernández, pudo escribir en condiciones deplorables esta maravilla ¿qué excusa podemos poner para no encontrar en el diario vivir un motivo para reír, o al menos para sonreír?
Escuchemos la canción con música de Alberto Cortés en la inigualable voz de Joan Manuel Serrat. No elegí la versión del Serrat juvenil porque a mi me gusta más este otro, el veterano catalán, porque pone para cantarla- más que nada- el alma. A mí me conmueve, espero que a ustedes también. ¡Disfrútenla! ¡ Y sonrían, por favor, no los estoy filmando, pero un cambio de actitud los puede beneficiar!
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